Capítulo 1

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El 12 de mayo de 1973, sábado, la vida de Alba Reche empezó a dar un vuelco, aunque en aquel momento no se lo podía ni imaginar.

Mordía la parte superior del lápiz con el que jugueteaba por calmar sus nervios. Golpeaba aquella calculadora introduciendo los mismos números una vez tras otra, cómo si el resultado de la suma fuese a variar y la solución fuese un número mucho más bajo. Bufó, soltó las facturas con toda su frustración y sintió unas manos masajeándole los hombros con cariño.

- Te frustras demasiado, cariño. - besó su cabeza y le apartó los papeles de delante.

Alba cerró los ojos, contó hasta diez y se giró para encarar a su marido.

- No nos llega, José, no nos llega.

- Pues si nos tenemos que apretar el cinturón, nos lo apretamos, Alba. - se acercó a colocarle el pelo detrás de la oreja. - ¿has pensado en comprar marca blanca? De algún lado podremos ahorrar esos duros.

- ¿Qué marca blanca, José? - le apartó la mano- si le he tenido que pedir setenta pesetas a mi hermana para poder comprar un litro de aceite, que estamos que nos ahogamos, José.

- ¿Te tienes que poner así de histérica, Alba? He dicho que buscaremos una solución, yo más de lo que trabajo no puedo hacer. - se dejó caer en el sofá- anda, échale un vistazo a las patatas que se te van a quemar.

Alba corrió hacia la cocina para seguir preparando la tortilla de patatas que estaba preparando para la comida sin dejar de darle vueltas a lo último que le había dicho su marido sobre el trabajo.

-Mami- una dulce voz le dibujó automáticamente una sonrisa en el rostro y se agachó para recibir con los brazos abiertos a ese pequeño que no levantaba un palmo del suelo.

- ¿Qué te pasa, cariño? - alzó al pequeño en brazos y se acercó a parar el fuego- no me puedo parar ahora que tengo que sacar las patatas- salió hacia el salón. - ¿Te puedes quedar con Álvaro? Yo en la cocina no puedo estar a todo. - dejó al niño sobre su padre, que no se había parado a mirarla ni un segundo y volvió hacia la cocina.

No tuvo ni dos minutos de tranquilidad cuando volvieron a reclamarla.

- ¡Alba! La niña está llorando- bufó y salió de la cocina a toda prisa, camino al salón de nuevo. - ¿cómo va esa tortilla, cariño?

-He parado las patatas hace nada, a ver si puedo terminarlas.

-Pues sí, que mira qué horas son ya- señaló el reloj que colgaba en la pared.

Una vez calmó a la pequeña Lola, la dejó en su cuna y volvió a terminar de hacer de comer.

La mente no dejaba de irle a mil por hora, sin dejar de darle vueltas a la situación económica que estaba pasando su familia en esos momentos.

La situación empezó a ser crítica en el momento en el que aumentó la familia, nueve meses atrás, pues no se esperaban la llegada de Lola tan pronto. Cuando eran solo tres se podía decir que vivían bien, no les sobraba el dinero, pero por lo menos podían pagar todos los gastos que tenían en casa. Pero una boca más por alimentar era demasiado. Y eso Alba lo sabía, por eso llevaba meses comiéndose la cabeza y haciendo cuentas para ver cómo organizar las compras, pagar las facturas y poder vivir, pero había visto ya que no era posible seguir así. Llevaba meses debiéndole dinero a la pobre Marina, que se había convertido en una especie de banco personal y la había sacado de más de un apuro. Pero no podía seguir viviendo de su hermana eternamente.

Puso la mesa mientras le daba vueltas, todavía, a la solución que se le había ocurrido para aquella situación, mirando de reojo hacia el sofá donde descansaba José, con la camisa medio abierta, esperando a ser llamado para acercarse a la mesa a comer.

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora