Capítulo 65

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Acostumbrarse a lo bueno no le costó prácticamente nada a ninguna de las dos. Eran lo primero que veían al despertar, Natalia preparaba el desayuno todas las mañanas para servirselo a su chica en la cama y así poder empezar el día juntas.

Habían establecido una rutina que les fascinaba, pues no se separaban ni un solo segundo: desayunaban juntas, Natalia se encargaba de asear a Alba lo mejor posible, se duchaba ella y despertaba a Álvaro y a Lola para encargarse de ellos y dejarlos hechos un pincel para poder salir a pasear. Si algo había hecho Inés era recordarles día sí y día también la importancia de que a Alba le diese el sol lo máximo posible, así que en cuanto se hicieron con una silla de ruedas, no faltaban los paseos matutinos por el barrio en los que se encargaban de visitar a todo el mundo: a Rafi, a Marina y, por supuesto, a Jon y a Juliette en el horno para que Natalia se quedase más tranquila. Las tardes estaban dedicadas, en su mayoría, en llevar a los pequeños a un parque hasta que Alba se cansaba de estar sentada y decidía que era momento de volver a descansar.

Vivían bien así y no les hacía falta nada más.

Pero el oasis solo les duró un suspiro, lo que tardó Juliette en tener que volver a Francia para seguir trabajando, pues no podía quedarse allí eternamente a esperar que Santi, su marido, terminase con el asunto de la separación de Alba.

La falta de la francesa catapultó a Natalia lejos del paraíso y de su vida soñada con Alba para hacerla caer de nuevo en la realidad y tener que volver al trabajo. A un trabajo que, sin Alba por allí, afrontaba sin ganas.

- Vamos Nat, no me pongas esa cara...- Alba hizo un puchero para ver si así lograba cambiar el semblante serio de su amor- si solo vas aquí al lado... y es tu negocio.

- No me gusta dejarte sola- se apoyó con una mano en el colchón y se agachó para besar sus labios- le prometí a Álvaro que no lo haría... y a tu padre, a tu padre también se lo prometí.

- ¿A mi padre?- Alba frunció el ceño haciéndole entender a Natalia que no sabía de qué le estaba hablando.- ¿Qué sabes tú de mi padre?

La morena se separó y buscó en sus ojos algun rastro de broma, buscó algo que le dijese que no estaba hablando en serio pero no lo encontró. Alba era pura confusión y no comprendía por qué Natalia le hablaba de su padre, de su mayor secreto jamás contado.

- ¿No te acuerdas?- se preocupó Natalia en ese mismo instante.- Me hablaste de él, me contaste lo que le pasó, porque no está con vosotras...

- Eso es imposible- negó la rubia con la cabeza- yo no le hablo de mi padre a nadie. Ni siquiera a José... no, no es posible- empezó a negar con la cabeza algo nerviosa- no puede ser.- Natalia optó por sentarse a su lado y cogerle de las manos, sin saber muy bien cómo afrontar aquello con el poco tiempo que tenía.

- Mi amor... es que yo no soy José, entre nosotras no hay secretos- sonrió tratando de tranquilizarla- y no tienes que preocuparte porque tampoco voy a contar nada sobre él- acarició su rostro angustiado para hacerle entender lo que le estaba diciendo, dejando atrás todo lo que aquel lapsus de memoria le estaba haciendo pensar.- No pasa nada si no te acuerdas, mi vida... no pasa nada

- Yo no te conté nada...- negó consternada, obcecada con la falta de aquel recuerdo en su memoria- ¿cómo lo supiste?- Natalia suspiró y besó su frente, sabiendo que no iba a lograr convencerla en ese momento.

- Yo me tengo que ir, cariño, pero si quieres después me paso por mi piso y te enseño la prueba para que me creas, ¿vale?- Alba asintió no muy segura, metida por completo en su mente.

Natalia se contuvo de decir algo más, guardándose lo que le había provocado aquella mirada desconfiada de Alba para darle vueltas más adelante. Tenía toda la mañana de trabajo para pensarlo.

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora