Capítulo 47

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En cuanto sintió la puerta cerrarse tras la marcha de Marina, Alba se alzó de puntillas para dejar un beso en sus labios y en seguida volvió para buscar aquel vestido que había dejado a un lado con la llegada de su hermana. Se sentó en el sofá y siguió haciéndole el dobladillo a aquel vestido. 

Natalia la observaba, sentada en una silla, la veía mirando la tela sin mirarla, siguiendo los movimientos de manera automática mientras se perdía en su mente y frunció el ceño, preguntándose de dónde saldría aquella angustia que le transmitían sus ojos y cuestionándose si la conversación con Marina antes de su llegada había ido bien. 

La observó pero quiso esperar que fuese ella la que diese el paso de comentarle lo que fuese que se le había incrustado en la mente así que, tras ver que aquello no iba a suceder, se levantó, dejó un beso en su frente y le dedicó una sonrisa.

- Voy a despertar a los peques, ¿vale?.- susurró.

- ¡Ay! Si iba a ir yo...- fue a dejar el vestido a un lado pero Natalia agarró su mano para impedírselo.

- Sigue con eso, cariño, ya me encargo yo de los niños.- volvió a besar su frente.- es muy bonito ese vestido.- le guiñó un ojo.

- Ya me lo verás puesto.- sonrió y volvió a su tarea. 

Natalia intentó darle su tiempo, pasó el resto de la tarde jugando con los pequeños a cualquier cosa sin perder de vista a Alba en ningún momento. La miraba siempre de reojo para ver si la oscuridad que la rodeaba y el fruncir de su ceño se habían marchado, pero no sucedía en ningún momento. 

La vio cenar con la mirada centrada en su plato y fue un suspiro la gota que colmó el vaso de su paciencia y le hizo preguntar directamente. 

- Alba.- la llamó en medio del silencio haciendo que a la rubia se le cayese el cubierto.- ¿qué te pasa?.- la miró con preocupación.- llevas toda la tarde como apagada... ¿estás bien?

- Sí.- asintió no muy segura.- ahora no...- desvió la vista a los pequeños.- después hablamos. 

- ¿Segura?.- la miró esperando una confirmación. 

- Sí.- asintió.- luego... luego.

- Vale.- murmuró sin haber calmado su preocupación y siguió cenando con la mente buscando motivos por los que Alba pudiese estar así. 

Por su parte, Alba trataba de mantenerse en silencio hasta que pudiese quedarse a solas con Natalia para poder hablar con ella. No era un tema de conversación que quisiese, ni pudiese, tener delante de sus hijos, dos niños de tres años y año y medio que estaban mucho más pendientes de sus palabras de lo que pudiesen imaginar. Aquello, lo que tenía a Alba alejada del lugar en el que estaba, no era algo que quisiese hablar con los niños por allí. 

Así que se mantuvo pensativa, pensando cómo abordar el tema para poder saciar sus dudas sin que Natalia pensase que no la estaba queriendo como se debía, sin que viese unos celos que no eran más que inseguridades. Le dio miedo la respuesta que pudiese darle la morena y le aterró que pensase cosas que no sucedían, que se crease un problema entre ellas por el fantasma de las dudas que se había postrado en su mente. 

Acostó a Álvaro y a Lola con otro cuento, otra historia que les condujo al mundo de los sueños y entró en el dormitorio mientras le temblaban las piernas por saber que había llegado el momento de afrontar aquella conversación que le había pospuesto durante la cena. 

- Ven aquí, anda.- abrió sus brazos la morena.- que tienes una cara de susto...

Alba cerró la puerta a sus espaldas y se acercó arrastrando los pies hasta llegar entre sus brazos. Natalia la abrazó con fuerza contra su pecho y sintió como Alba cogía aire, preparándose para aquella conversación. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora