Capítulo 54

13.8K 982 921
                                    

- ¿Cuando te vas?.- Marina entró en el dormitorio que iba a ser para su hijo, el mismo que llevaba ocupando Alba desde aquel fatídico lunes. 

- Ahora, termino de vestirme y voy para casa de Nat.- alzó la vista para mirar a su hermana. 

Marina no dudó un segundo, cinco días atrás, en llevarse a Alba de su casa, aprovechando la excusa de que apenas le quedaban unos días para salir de cuentas podía justificar que Alba se instalase en su casa sin que José se opusiese. 

Decidieron que Álvaro y Lola se quedasen en casa de Rafi, avisada de que Alba iba a pasar los últimos días de embarazo con su hermana mayor, alegando un miedo a romper aguas que realmente la mayor de las hermanas no sentía en absoluto. Se marcharon de su casa antes de que José volviese de trabajar y Gonzalo fue el encargado de darle la noticia, de esperar a que José llegase de trabajar para comunicarle que su mujer no iba a estar en casa en unos cuantos días. 

Alba tampoco había acudido al horno más que pequeñas escapadas que hacía para ver qué tal se las apañaba Natalia sola, pues la morena prefirió que su chica se quedase descansado, reposando y cogiendo fuerzas, dejándose mimar por su hermana y mimándola mucho a ella. Al trabajo ya volvería cuando se sintiese cien por cien bien. Pero aquello no quería decir que no fuese a verla todos los días, al cerrar la panadería, a casa de Marina para poder charlar con ella, darle todos los besos que se había guardado desde la última vez que la había visto, y dejarla antes de que llegase Gonzalo de trabajar para evitar explicaciones de más. 

Había sido la semana más extraña de su vida. 

- Derecha para casa de Nat, eh.- la señaló.- ¿quieres que te acompañe?

- No, Marina...- suspiró.- puedo ir sola, tú descansa que en cualquier momento le da a mi sobrino por salir.- acarició su tripa y besó su mejilla.- prefiero ir sola a que tengas que volver sola de casa de Nat y pase algo. Tú en casita y cerca del teléfono, cualquier cosa llama a casa de Nat.

- Bueno... está bien.- aceptó sin poder negarse.- ¿Te vas ya? 

- Sí, ¿necesitas algo?.- se alisó la falda y esperó a que su hermana tomase asiento. 

- Si me traes un poquito de agua me haces un favor, la verdad.- sonrió. 

-Ahora mismo.- corrió a la cocina y llenó un vaso para después llevárselo a su hermana. 

Tras esto, Marina se quedó mirando como descendía las escaleras de su casa para marcharse, la veía irse sin dejar de pensar y de desear que todo saliese bien. 

Alba caminó con prisas, no es que llegase tarde a su cita con Natalia, pero sí quería pasar por su casa, aprovechando que José estaría durmiendo la siesta, para recuperar algo que le había hecho mucha falta aquellos días. Subió las escaleras de su piso con miedo, sintiendo cómo le temblaban las piernas a cada escalón que subía y entró con sigilo, tratando de hacer el menor ruido posible ante el silencio que habitaba en su casa. 

Caminó observando a su paso como la habitación estaba vacía, el baño desocupado y la habitación de los pequeños exactamente igual que como la habían dejado cinco días atrás. Sintió como se le aceleraba el pulso al llegar al salón y asomó la cabeza para descubrir que allí no había absolutamente nadie. Aun así, se acercó a la cocina para comprobar lo que su oído le decía, que allí José no estaba. 

Cuando así lo comprobó suspiró tranquila y se acercó al cajón para rebuscar entre pliegues de manteles que no usaba nunca aquella fotografía de ella con su padre. De ella con apenas cuatro años conociendo la playa de la mano de Miguel Ángel. Se le humedecieron los ojos al verla y la apretó contra su pecho, guardándosela en el bolso y cerrando el cajón para salir de allí cuanto antes, pues no sabía dónde podría estar José un sábado a la hora de la siesta. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora