Capítulo 75

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El sudor cayendo por la frente de Natalia fue un claro indicio del esfuerzo que estaba realizando. Cargar cajas llenas de recuerdos desde su casa a casa de Jon era mucho más pesado de lo que hubiese pensado en un primer momento.

- Me podrías echar una mano.- soltó una de las cajas de golpe.

- ¿Me aseguras la espalda? Porque me la he dejado cargando tu pianito de las narices.- Natalia entornó los ojos y golpeó su brazo.- encima lesioname, venga, que con lo poco que me pagas encima tenga que gastarme dinero en un fisio. 

- Eres un quejica, el pianito lo hemos traído entre los dos divinamente.

- Tú no estás bien.- negó.- ¿divinamente? Si creía que no iba a volver a ver el cielo. Para cuando encontréis piso la mudanza os la pagáis, conmigo no contéis.

- Exagerado.- le sacó la lengua.- ¿me acompañas a poner el cartel? Solo queda eso.- sonrió con su cara de no haber roto nunca un plato.

- ¿Y ver tu piso vacío? Tú lo que quieres es verme llorar...- la señaló.- con la de recuerdos que tenemos tú y yo ahí, planeando tu falso matrimonio con mi hermano difunto...

- Tan difunto que no existe.- se miraron y rompieron a reír.- venga, que pongo el cartel y me voy ya a casa con Alba, que mira que horas son.- se señaló el reloj de pulsera.- quiero llegar antes de que lleguen las marujas a darle el pésame.

- Me tienes explotado.- resopló.- ¿te recuerdo que no me has dejado dormir? Y mira que he conducido...

- ¿Y quieres faltar al velatorio de tu gran amigo José? Venga, ensaya tu tristeza de camino, que tiene que resultar creíble.

- Yo lo que quiero es dejar el ataúd en el suelo, subirme encima y bailar una sardana.- confesó completamente serio.- Tutururututuruturu.

- No creo que...- se le escapó una carcajada al ver cómo Jon bailaba.- ¿Qué haces?

- Tutururutu tu tu tu.- finalizó su demostración.- ¿Tú crees que Alba bailaría conmigo?

- Hombre, pues no creo...- Jon frunció el ceño, como si no entendiese por qué se iba a negar Alba.- Era su marido.

- ¿Y? No le quería

- Ya, pero no puede ponerse a bailar encima de su ataúd, Jon... tiene que llorar.

- Pues no lo entiendo.- se encogió de hombros.- y a mí no me gusta ver a mi bollito llorar... ¿Le sale solo o le has dado clases de llanto?

- Le he dado un par de trucos.- sonrió mostrando los dientes.- solo tenemos que mantenernos serios durante el velatorio, una vez lo entierren ya está.

- Mucho rato es eso... pero haré lo que pueda.- suspiró con resignación.- ¿Inesita viene?

- Pues supongo que se pasará.- se encogió de hombros.- no sé qué turno tendrá hoy...

- Espero que venga, yo necesito alguien con quien criticar a las marujas.

- ¿Con Marina no tienes suficiente?

- No sé...ay, mi Marineta, que bonita es.- suspiró.- si me gustasen las mujeres sería mi amor platónico. 

- Vámonos... vámonos anda que ya estás desvariando.- se enganchó a su brazo y caminó hacia su piso.

Era demasiado pronto como para que se encontrasen a mucha gente por la calle. Alguna que otra mujer mayor y obreros listos para trabajar fue lo que se encontraron en los pocos minutos que separaban casa de Jon del que todavía era piso de Natalia. 

- No estoy preparado para decirle adiós.- acarició la puerta todavía cerrada el catalán.- son muchos recuerdos vividos aquí...

- Anda, no empieces que quiero colgar esto pronto y llegar cuanto antes a casa, no me fío de Alba sola con todas las hienas de este barrio.- abrió la puerta y caminó directa hacia el salón.

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora