Capítulo 74

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La celebración les duró poco para todo lo que les hubiese gustado disfrutar de aquella libertad. Alba se encontraba en un estado en el que no sabía si aquello que estaba viviendo era un sueño o la realidad, no podía creerse que su marido ya no lo fuese más y que ya no iba a tener que temer por encontrárselo o por lo que pudiese pasarle si le volvía a ver. 

No imaginaba una vida sin él, le resultaba demasiado utópico un mundo en el que pudiese levantarse cada mañana con la tranquilidad que le daba el hecho de saber que no iba a haber nadie que la lastimase, que pudiese hacerle daño de un momento a otro. Ese temor por la persona a la que supuestamente debía amar iba a desaparecer de la misma manera que lo había hecho él. 

Hasta que la muerte les separe, prometió frente al altar. Y la muerte les separó justo en el momento indicado. 

La rubia miró hacia el techo, abstrayéndose de todo el ruido que había en aquel salón parisino y suspiró sin contener la sonrisa. Algo dentro de ella le decía que aquello no era una mera casualidad, que tras aquella muerte había alguien que trataba de protegerla. 

Natalia alzó la vista hasta el punto en blanco al que miraba su chica y frunció el ceño sin comprender qué estaba ocurriendo, no entendía qué tenía aquel techo para mirarlo con la sonrisa que tenía dibujada su rubia en el rostro, así que se acercó a ella, abrazándola por la espalda y dejando la copa que le acababa de arrebatar a Jon de las manos sobre la mesa. 

- ¿Qué miras?.- apoyó la cabeza en el hombro de Alba.- ¿Tiene Juliette el techo sucio? Cuñada, a ver si limpias un poco.- se giró para mirar a la francesa y guiñarle un ojo.

- ¿No te parece curioso que esto llegue justo ahora? Es como que ha pasado en el momento justo... cuando ya no tenía más esperanzas por nada.- se dejó caer de espaldas al pecho de Natalia y suspiró.

- Yo hubiese preferido que se muriese un par de años antes.- la abrazó contra sí.- pero tienes razón, cuando ya lo dábamos todo por perdido... como me digas ahora que rezabas para que se muriese y Dios nuestro señor todopoderoso y omnipotente te ha hecho caso... me meto a monja, así te lo digo.- rió al escucharla tan seria.

- No, no rezo ya... ¿qué sentido tiene que rece? Si mi única diosa eres tú.- le guiñó un ojo.

- Uy... ¿quién eres tú y qué has hecho con mi Albi?.- la rodeó para mirarla de frente.- ¿qué es esa blasfemia? 

- Pues mira, mi vida...- se acercó de nuevo a su cuerpo, cogiendo los brazos de su chica y abrazándose con ellos.- no he sido más feliz en mi vida que cuando estoy contigo, y eso la iglesia no lo ve bien... así que.- se encogió de hombros.- prefiero creer en la persona que me ha salvado siempre, no en quien ha permitido todas las desgracias que hemos tenido que pasar.

- Yo no te voy a castigar con el fuego eterno, es un buen cambio.- estrechó el agarre de sus manos tras la cintura de Alba.- o bueno... pensándolo mejor sí, el fuego eterno suena tentador. 

- Te quiero mucho, Nat.- le regaló su mayor sonrisa envuelta en el brillo de ojos que le daba aquella felicidad.- te quiero más de lo que soy capaz de contar. 

- Yo sí que te quiero, Alba...- suspiró.- eres el amor de mi vida... y ahora voy a poder pasar mi vida, si tu quieres, a tu lado. 

Alba fue a hablar, quiso decirle que no podía imaginar un mejor plan de futuro que sus manos entrelazadas arrugándose poco a poco con el paso del tiempo. Alba no soñaba grandes cosas para su vida, no buscaba imposibles ni utopías en la que vivía una vida de lujo, Alba soñaba con poder levantarse todas las mañanas al lado de aquella morena, que fuese su olor el que llenase las sábanas en las que quería cantarle al amor cada madrugada y envejecieran juntas hasta que la vida no les diese más camino. Alba quiso decirle tantas cosas que se le quedaron colgando de las pestañas, bañándose en aquel brillo intenso, cuando Jon las interrumpió. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora