Capítulo 6

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- ¿Te importa si..?.- Natalia señaló la puerta con el cigarro que acababa de sacar de un cajón, junto a la mesa en la que se encargaban de atender telefónicamente a los proveedores, la que era, sin necesidad de aclaración, la mesa de Jon. 

- ¿Fumas?.- Alba la miró curiosa, analizó su rostro manchado de harina y se guardó una carcajada para evitar que la morena se diese cuenta de ese detalle. 

- A veces.- se encogió de hombros.- me voy a poner aquí.- se movió hasta el quicio de la puerta trasera.- así no te molesta el humo. 

Alba sonrió, acostumbrada a ser fumadora pasiva sin quererlo, por culpa de los puros que se encendía su marido en medio del salón sin importarle que estuviese intoxicando a su mujer, y lo que es peor, a sus propios hijos. 

- Gracias.- musitó sin que Natalia entendiese todo lo que había detrás de ese agradecimiento. 

- Lo importante es el respeto, ¿no?.- lo dijo como si fuese lo más obvio del mundo, y el cerebro de la rubia colapsó ante tal evidencia, pues no era a lo que estaba acostumbrada. 

- Supongo.- no fue capaz de dejar de mirarla mientras la morena daba la primera calada, pero cuando fue consciente de que llevaba demasiado tiempo sin quitarle los ojos de encima, sacudió la cabeza y se fijó en la bandeja que tenía sobre la enorme mesa.- ¿está el horno listo?

Natalia, que miraba al frente pensativa, alargó el cuello para tratar de acercarse, alejando la mano con la que sostenía el cigarro hacia fuera. 

- Sí, ¿puedes meterlas tú?.- Alba asintió y se colocó el guante para evitar quemarse, pues ella no tenía tanta soltura como Natalia con aquel aparato. 

- Y ahora, a recoger.- soltó una pequeña carcajada nada más cerrar la puerta del horno, le hacía ilusión aquella primera tanda de magdalenas. 

- Eh, no, no.- se apresuró a pararla la morena.- ni se te ocurra recoger eso sola, déjalo y ahora cuando me termine el cigarro lo hacemos las dos. 

- No me cuesta nada, Natalia.- siguió a lo suyo. 

- Alba, no es solo tu trabajo.- respondió seria, pero sin perder la dulzura en el tono.- yo también he ensuciado, así que lo de recoger es cosa de las dos. Ven aquí y charlamos, si quieres.- le sonrió.- tenemos rato hasta que se hagan las magdalenas. 

La rubia se lo pensó unos segundos, pero terminó accediendo, acercándose hasta apoyarse justo enfrente de ella, prácticamente rozando las rodillas algo flexionadas de la morena. 

- ¿Quieres uno?.- le ofreció el cigarro. 

- No, yo no fumo, gracias.- sonrió. 

- ¿Cómo estás? Que no te lo he preguntado antes, perdona.- se movió el pelo a un lado, acercó el cigarro a sus labios y la miró esperando una respuesta. 

- Eh... bien.- tragó saliva y se fijó en como giraba el rostro para echar el humo.- estoy muy contenta de estar aquí, yo pensaba que iba a ser una torpe y me lo estás poniendo bastante fácil. 

- Eres la mejor aprendiz que he tenido en este horno.- le guiñó un ojo.- no te hagas de menos, Alba, lo estás haciendo genial. 

- ¿Has tenido muchas aprendices?.- la miró insegura. 

- No.- soltó una carcajada.- no he tenido ninguna más, en realidad, pero no me hace falta para decir que eres la mejor. 

- Ni la peor.- susurró. 

- Eh... la peor fui yo, que me quemé la mano a los cinco minutos de estar aquí y estuve días sin poder amasar porque me vendaron la mano. Pero de ahí para arriba.

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora