Capítulo 60

14.1K 958 688
                                    

Natalia recorrió el pasillo que la conducía hacia la habitación en la que se encontraba su amor dándole vueltas y más vueltas a lo último que le había dicho Rafi. No sabía cómo contarle a Alba que sus hijos, sus dos pequeños pilares a los que quería con su vida estaban en casa de la familia del hijo de puta que la había hecho estar postrada en aquella cama de hospital y que casi termina con su vida. 

Era algo complicado de explicar en aquellas situaciones y Natalia buscaba alterar lo menos posible la salud mental de Alba en ese momento. 

Caminó cerrando sus puños, apretándolos con fuerza y buscando calmar la rabia que ella misma sentía con aquella noticia, pues pese a no ser sus hijos, podía perfectamente ponerse en el lugar de Alba y comprender que aquella mujer, la que había traído al mundo a José y la misma que se había dedicado a criticar a Alba desde el momento en el que decidieron, forzados por un embarazo que les pilló por sorpresa, casarse, no era la opción deseada para que cuidase de los pequeños mientras ella no podía. No quería ni imaginar como podría aprovechar aquello una señora que veía a su hijo detenido y con la cara destrozada como la debería de tener en aquellos momentos. 

Llegó frente a la puerta y suspiró antes de abrir, no comprendía qué hacía la puerta cerrada pero tampoco lo quiso pensar mucho. Entró sin dejar de observar como Alba la miraba esbozando una leve sonrisa nerviosa, pues desde que saliese corriendo tras su hermana, la rubia no había vuelto a tener noticias de Marina. 

- ¿Cómo está?.- preguntó buscando sus ojos.- ¿Está todo bien? ¿Qué haces aquí?.- Natalia sonrió, se sentó a su lado en el colchón y asintió.

- Tu hermana está bien, con contracciones y eso... pero lo lleva bien, yo la he dejado riéndose a carcajadas.- aquello tranquilizó a Alba lo suficiente como para destensar sus músculos.- ha llegado el futuro papá y la abuela, por eso estoy aquí.- acarició su mano.- donde tengo que estar. 

- Gracias por no dejarla sola.- agarró su mano. 

Jon, Juliette y Santi observaban desde una esquina de la habitación aquella imagen, sonriéndose y mirándose con ternura, diciéndose sin palabras, por no enturbiar el momento, lo bonito que les parecía el amor que desprendían. 

- Jon, a la puerta.- señaló Natalia hacia allí sin mirar donde se encontraba su amigo.- cierra y vigila.- pidió humedeciéndose los labios.- Juliette, cariño, ¿puedes bajar la persiana? No quiero que se vea nada de fuera.- demandó con un tono más suave de voz de lo que le había ordenado al catalán.

- Nos ha jodido, a mi no me hablas tan cariñosa, Natinat...- se quejó con una sonrisa, obedeciendo lo que le había pedido. 

En cuanto Natalia sintió la oscuridad de encontrarse libre de miradas indiscretas de desconocidos, acunó las mejillas de Alba y se acercó a besarla con ternura. Se dejó el alma en aquel beso, deshaciéndose poco a poco, roce a roce, de las ganas que llevaba acumuladas desde que la había visto en aquella cama de hospital por primera vez. Se dejó llevar por el tiempo, paseándose por la suavidad de unos labios demasiado hinchados, confiando en sus dos guardianes para poder apurar al máximo el tiempo que podía quedarse colgada de aquella boca. 

Había echado de menos besarla con la tranquilidad de quien mima y acaricia lo más preciado de su vida. 

Poco a poco fue separándose ante el quejido de Alba, quejido que la propia rubia maldijo, pues no se había sentido mejor tras su ingreso que al sentir el amor de Natalia en forma de beso. La morena acarició sus mejillas con los pulgares y dejó pequeños besos como disculpa antes de terminar de separarse por completo. 

- Lo siento...- se fijó en el corte que adornaba sus labios favoritos.

- Nunca me pidas perdón por besarme, Nat.- sonrió arrugando la nariz.- te echaba mucho de menos...- suspiró. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora