Capítulo 13

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El día se avecinaba caluroso, el sol empezaba a brillar con fuerzas ya desde bien temprano y pese a que aquello en otras circunstancias hubiese sido una frustración para Natalia, aquella mañana le fascinó. Se levantó antes de tiempo, llena de nervios como estaba, y sacudió a Jon hasta hacerlo caer de su cama. 

- Despierta ya y deja de babearme la almohada.- empezó a reír al ver lo desorientado que se encontraba su amigo.

- Natalia... te voy a despedir.- la señaló con los ojos a medio abrir. 

-Suerte con eso.- le guiñó un ojo y se deshizo de su camisón, quedándose completamente desnuda frente a él. 

- Ni tiene vergüenza ni la conoce.- murmuró poniéndose en pie, haciendo que la morena se girase para mirarlo.

- ¿Ahora te van a incomodar unos pechos?.- alzó la ceja.- No te atrae absolutamente nada de mi cuerpo porque soy una mujer y tú más maricón y no naces. ¿O me lo vas a negar?

- Antes que tocarte me corto las manos, Natalia.- ambos echaron a reír.

- Pues venga, que necesito que el día se pase lo más rápido posible.- le metió prisa mientras se terminaba de colocar el vestido que había elegido para aquel día. 

- ¿Ya vas a escandalizar al bario?.- le señaló las piernas. 

- Uy, cuidado, que se me ve medio muslo.- rodó los ojos.- que lo disfruten las viejas cotillas, a ver si se atragantan con tanto murmuro y me dejan a mí en paz.

- Anda, vamos a desayunar.- se encaminó hacia la puerta. 

Natalia irradiaba felicidad, le brillaban los ojos más de lo normal e incluso la piel se le iluminó más que de costumbre. Jon lo notó, pero no dijo nada, pues prefería disfrutar en silencio de su alegría antes que recordarle el motivo por el que había estado apagada el resto de la semana. Salieron de casa de la morena hablando de las ganas que tenían de que llegase el anochecer para poder salir camino a Candanchú y poder encontrarse, a la mañana siguiente, con Santi, Juliette y sus tres hijos. Las ganas de Natalia de sentirse en familia después de tanto tiempo eran evidentes para los dos, y lo veía tan cercano que no podía contenerlas. 

- Tu única empleada, después de que me despidas, no ha llegado todavía.- le guiñó un ojo burlona.- sin mí este negocio se va a pique, soy completamente imprescindible.- chuleó. 

- Lo que eres es completamente idiota.- Jon le lanzó el uniforme.- anda, ponte eso y ayúdame a cargar la furgoneta, que quiero terminar pronto el reparto para poder descansar. 

- Voy.- se cambió, se lavó las manos a conciencia y empezó a cargar la furgoneta junto a su compañero.- ¿Me vas a dejar solita antes de que venga la que me hace el vacío? ¿Sola ante el peligro?

- Estás cogiendo una fuerte dependencia hacia mi, Natalia. Voy a tener que llevarte a desintoxicación. 

- Gilipollas.- golpeó su hombro.- ahora en serio, ¿te vas ya?.- miró hacia el reloj y frunció el ceño, no era tan pronto como pensaba por la ausencia de Alba.- qué raro

- Sí... yo me tengo que ir ya, no creo que tarde mucho.- dejó un beso en la mejilla de la morena y se marchó de allí. 

Natalia se encogió de hombros y empezó a preparar la gran cantidad de pan que debía hacer ese día, pues después de que corriese la noticia de que se iban a ausentar durante todo el fin de semana, las clientas habituales habían solicitado demandar más cantidad de pan para poder abastecerse durante aquellos dos días, por lo que tenían, como mínimo, el doble de trabajo que un día normal. 

- Y esta que no llega.- bufó de nuevo al mirar el reloj.

Siguió preparando la masa, amasando los ingredientes sin perder de vista el reloj. Habían pasado cuarenta y cinco minutos desde la hora de entrada de la rubia y por allí no había rastro de ella por lo que Natalia decidió que, en cuanto terminase de colocar aquella bandeja en el horno, llamaría por teléfono a casa de la rubia para saber si había ocurrido algo. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora