Rafi miraba fijamente a su hija, allí dormida, con el rostro magullado pero sereno. La veía como si su vida se hubiese quedado en pausa y no pudo contener una lágrima al recordar aquella pequeña Alba a la que se había dedicado a cuidar y a querer durante toda su vida.
Las palabras de Marina resonaban en su cabeza y le hacían sentir todavía más angustia. Se había pasado los últimos años, desde el fatídico día en el que la separaron de su marido, luchando por y para evitar que sus hijas se viesen señaladas, que tuviesen que huir al no encajar en la sociedad por no seguir lo que se esperaba de ellas.
Había renunciado por completo a aquellos principios que la enamoraron de su marido una vez, que ella misma había defendido desde un plano más pasivo, desde dentro de su casa y sin llamar la atención de nadie, para hacer lo que pensó que era lo mejor para sus hijas.
Y creyó que había merecido la pena.
Hasta que la realidad se le vino encima como una ola gigante incapaz de contener. Miraba a Alba y podía ver en ella el resultado fallido de sus esfuerzos por convertirlas en ciudadanas ejemplares. Aquel empeño había terminado por llevar a su hija, a la pequeña de sus hijas, a una cama de hospital, completamente herida y sin consciencia.
Y se maldijo por no haber sabido ver la clase de vida que estaba llevando su Alba.
Agarró su mano, ocupó el vacío que habían dejado las manos de Natalia y sacudió la cabeza al pensar en la morena. No quería enfrentarse directamente a aquello en ese momento. Quería centrarse completamente en su hija.
Se retiró las lágrimas con su mano libre y volvió a mirarla. Rezando internamente para que la trajesen de vuelta del lugar en el que estuviese. Pidiendo a la memoria de su marido, estuviese donde estuviese, que cuidase de Alba mientras no estaba con ella.
Notó los dedos de la mano que tenía agarrada acariciarle el dorso, una caricia tan suave que apenas pudo percibirla y la vio cerrar los ojos con fuerza y tratar de volver a abrirlos. Pero la luz le molestaba demasiado tras casi un día dormida.
- Mmmhh.- trató de moverse pero no pudo hacerlo demasiado. Le pesaba todo el cuerpo.
- Alba, hija, ¿cómo estás?.- se puso en pie para acercarse más a ella.
- ¿Nat...?.- trató de abrir de nuevo los ojos.
Pero aquel susurro, lo primero que salió de los labios de Alba tras el golpe hizo que Rafi se paralizase y recordase como Marina le había advertido que aquello ocurriría.
- ¿Nat...?.- repitió abriendo lentamente los ojos. Parpadeando entre el desenfoque para tratar de ver quién era el bulto que tenía delante.
- Alba, hija, soy mamá.- tragó saliva lo que le permitió el nudo que se le había formado con aquello.
- Mamá...- susurró con la voz todavía ronca.- ¿dónde está Nat?.- trató de girar la cabeza para buscarla pero un fuerte pinchazo se lo impidió, haciendo que cerrase los ojos con fuerza.
- ¿Qué te pasa? ¿Te duele?.- se alteró la madre.- voy a llamar a un médico.
Soltó su mano y se dirigió a la puerta encontrándose a un doctor justo entrando en el pasillo. Le hizo gestos y le señaló la puerta para que entendiese que le necesitaban allí dentro.
- ¿Qué ocurre señora?.- Rafi se echó a un lado para que pudiese ver a su hija.
- Se acaba de despertar, le duele la cabeza.
Jorge, que iba dispuesto a comprobar cómo seguía su paciente tras la operación entró rápidamente y se acercó a reconocer a Alba, a comprobar que todo estuviese aparentemente bien. Le pidió a Rafi que esperase fuera y tras unos minutos allí dentro, salió arrastrando la cama.
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1973
FanfictionTambién conocido como "Panfic". La artista de la portada es @brunaxexe en Twitter.