Capítulo 53

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Natalia apenas pudo pegar ojo en toda la noche. La opresión que sintió en el pecho al salir de casa de Alba no solo no se había marchado sino que se había acentuado en la soledad de su cama. Y para colmo, nadie en París le había cogido el teléfono para aclarar qué quería su hermano de ella. 

Estaba inquieta. Deseando llegar al horno y encontrarse a Alba allí, a su chica, a su amor más verdadero y que la abrazase asegurándole que estaba todo bien, que no le había pasado nada para que pudiese relajar la tensión de sus músculos al fin. 

Había tenido mucho tiempo para pensar a lo largo de aquella noche en vela y había terminado llegando a la conclusión de que la situación de Alba debía afrontarla día a día si no quería terminar con el alma hecha pedazos o sin paciencia con la que soportar un proceso que su hermano le advirtió que podía ser muy largo. Aquel día iba a ser el primero, la primera vez que le iba a preguntar como estaba sabiendo que la respuesta podía destrozarle el corazón de un solo golpe. 

Solo quería volver a verla. 

Solo necesitaba comprobar con sus propios ojos que todo seguía bien, que no la había abandonado a su suerte. 

Se apresuró, en el silencio de una casa vacía, a prepararse para salir de allí cuanto antes, pesándole las ausencias que no llenaban sus despertares, extrañando el jaleo que solía haber en casa de Alba todas las mañanas. Ya no le gustaba aquella soledad de la que tanto le gustaba alardear. Cerró de un portazo y bajó corriendo, queriendo alejarse de allí para llegar cuanto antes al abrazo mañanero de su chica.

- ¿Dónde vas con tanta prisa?.- la frenó Jon, siempre puntual, en la puerta de su edificio. 

- A trabajar.- le dedicó una sonrisa nerviosa y se puso a andar. 

- ¿Estás bien?.- corrió para ponerse a su altura y la miró con el ceño fruncido.- A ti volver a tu casa no te ha sentado bien...- murmuró al ver que no obtenía respuesta. 

- Solo quiero... solo quiero ver que todo va bien.- se limitó a responder, sin mirarle, sin apartar la vista de la esquina en la que se encontraba la panadería. 

Que esté allí, que me esté esperando tras la esquina. 

El primer golpe lo recibió al torcer la esquina y descubrir que allí no había nadie. Se quedó pasmada en el suelo, mirando al frente comprobando que no iba a ser posible que Alba estuviese por llegar, pues no había ni un solo bulto en la oscuridad que indicase que se acercaba alguien. 

Jon abrió la persiana sin dejar de mirarla, preguntándose a qué se debía aquel estado de nervios en el que se encontraba su amiga. Había notado las ojeras que decoraban sus ojos, podía intuir la falta de sueño, la inquietud que demostraba allí quieta, con la mirada perdida hacia el fondo y los hombros algo caídos. Suspiró tratando de echar a un lado la pena que le daba verla así y decidió devolverla allí donde estaba, sacarla de lo que le estuviese pasando por la mente y tratar de averiguar qué era exactamente lo que la tenía así. 

- Natinat, ¿pasas?.- la vio sacudir la cabeza, mirarle con una angustia que le pedía a gritos que la ayudase y volver a clavar la vista al frente mientras entraba, sin mirar, dentro de la panadería.- te vas a chocar.- la frenó agarrándola del hombro al ver que iba derecha hacia el mostrador.- ¿estás bien?

- Eh...- suspiró y clavó la vista en su amigo.- ¿No es raro que no esté Alba aquí?.- internamente deseó que Jon la sacase de sus preocupaciones y de sus miedos y la tranquilizase. Se lo gritaban sus ojos esperando una respuesta. 

- No, estará dejando a los críos con su madre.- le quitó importancia.- si ayer llegó el difunto...- murmuró con miedo, pues no sabía cuánto daño podría hacerle aquel recordatorio a la morena.- a lo mejor Rafi la ha entretenido preguntando. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora