Capítulo 10

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Haber tenido que levantarse un par de veces a lo largo de la noche para calmar el llanto de Lola por su dolor de encías hizo que a Alba se le pegasen las sábanas algo más de lo normal, por lo que llegó apurada sabiendo que pasaban diez minutos de su hora de entrada.

- Buenos días.- Jon la recibió con una sonrisa y eso la tranquilizó.

- Llego tarde.- asumió bajando la cabeza algo avergonzada.

- No pasa nada, ¿todo bien con la pequeña?

- Se ha despertado un par de veces, pero bueno, mejor.- sonrió agradecida.- ¿Y Natalia? ¿No ha llegado todavía?

- No, no ha llegado.- se encogió de hombros.- se le habrán pegado las sábanas también.

- Qué raro...- murmuró acostumbrada a que la morena llegase siempre puntual.

- Si para y media no está aquí, ¿puedes ir a buscarla?.- Jon siguió cargando la furgoneta de reparto.

- Pero... yo no... no sé dónde vive.- frunció el ceño.

- Mira, ven.- se encaminó hacia fuera y señaló calle abajo.- este primer paso de peatones no, el siguiente, en el edificio de encima de la farmacia, en el tercero B.- Alba asintió y volvieron ambos hacia dentro del horno.- toma, son la copia de las llaves, si se ha quedado dormida no hay timbre que la despierte.

Alba agarró las llaves y se las guardó por si acaso era necesario usarlas. Empezó a limpiar la mesa en la que preparaban las masas para que estuviese lista en cuanto Natalia llegase y así no ir tan mal de tiempo como iban. Pero por más que pasaban los minutos, allí no llegaba nadie, así que en cuanto el reloj marcó la hora acordada salió de allí repitiendo internamente el piso en el que vivía la morena, con miedo a que se le olvidase y terminase tratando de abrir otra casa.

Probó una de las dos llaves para abrir el portal, equivocándose en el primer intento y empezó a ponerse nerviosa a medida que avanzaba escalones. No sabía el motivo de ese azote de nervios pero el hecho de pensar que estaba a punto de abrir la puerta de su amiga hacía que le temblasen las piernas.

Abrió despacio, sin hacer mucho ruido y cerró de la misma manera a sus espaldas. Escuchó un murmuro y decidió encaminarse hacia donde le parecía que venía. Caminaba con cuidado, sin pararse mucho a inspeccionar el salón que estaba cruzando más allá de una foto que le llamó la atención. Natalia sentada en el suelo abrazando con fuerza a un niño que, de pie entre sus piernas, no aparentaba más de tres años. La sonrisa de ambos iluminaba la foto y a Alba le hizo sonreír, le recordó a cómo había tratado a su Álvaro el día anterior. Recordó entonces a lo que había acudido y recorrió el pasillo hacia la única puerta que lucía entreabierta y de la que parecía venir el sonido similar a los muelles de una cama cuando alguien se levanta. O por lo menos fue la imagen que se le creó a Alba así que terminó de caminar los dos pasos que la separaban del quicio de la puerta cuando escuchó un grito.

- ¡Natalia!.- el sonido metálico de las llaves golpeando el suelo hizo que la morena se diese la vuelta para encontrarse a una Alba con los ojos abiertos como platos y una expresión que no logró descifrar.

Lo que Alba acababa de presenciar era a Natalia desnuda entre las piernas de una mujer. Estaba estirada sobre ella, con la cabeza apoyada sobre su tripa mientras dirigía la mano entre sus piernas. No fue capaz de reaccionar, simplemente se quedó estática sin saber qué hacer más allá de ver la estampa sin fijarse en nada concreto.

- Alba...- fue la voz temblorosa de Natalia la que la sacó de la especie de trance en el que había entrado y su primer instinto fue salir corriendo.

Y así lo hizo.

- Mierda.- Natalia se levantó de un salto y empezó a vestirse con lo primero que encontró, queriendo correr cuanto antes tras los pasos de Alba.- cierra al salir y déjame las llaves en el buzón.- se acercó a dejar un corto beso en sus labios.

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora