Capítulo 58

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Inés entró con una sonrisa en la habitación que ocupaba Alba, le encantaba la idea de encontrarse allí con sus amigas en medio de todo el lío que era trabajar en un hospital. Y se sentía feliz de saber que pese a que estaban allí, la salud de Alba no corría peligro y todo apuntaba a que se iba a mejorar pronto. 

Que la rubia se hubiese despertado preguntando por Natalia era algo que se guardó para comentar por teléfono con Jon, aunque le extrañaba que el catalán, con su forma de ser y el cariño que le tenía a su bollito no se hubiese presentado en ningún momento para verla. 

Entró tarareando una canción al azar que no se parecía en nada a la melodía original y sonrió al ver a las tres mujeres rodeando la cama de Alba. 

La madre, la hermana y la novia, ay.

Se fijó en la reticencia que mostraba la mayor de todas para interaccionar con el resto, no hacía falta ser un lince para percatarse de que las jóvenes estaban en su salsa y Rafaela se mostraba distante con ellas. Frunció el ceño y se anotó mentalmente preguntarle a la morena cuando se encontrasen a solas, pues no se iba a perder un cotilleo por nada del mundo. 

- ¿Qué hacéis todas aquí todavía?.- se llevó las manos a la cintura y trató de ponerse seria. 

- Ya ves, que no me dejan irme.- se encogió de hombros Alba, provocando la risa de su chica. 

Te tiene tontita, Natinat.

Se mordió la cara interna de la mejilla y las miró con ternura, luchando contra sí misma para no decir nada sobre el asunto, pues no sabía hasta qué punto la familia de Alba conocía la relación que mantenían ambas panaderas así que por prudencia buscó guardar silencio. 

- Me alegra mucho que estés mejor.- sonrió sincera.- pero vosotras tres... ¿no tenéis una casa a la que ir a dormir? Venga, desfilando.- señaló hacia la puerta.- voy a terminar la ronda y cuando vuelva quiero que solo se quede una, como mucho.- salió sin esperar respuesta, sabiendo que iban a cumplirlo. 

Marina se levantó del borde de la cama de su hermana y se estiró. Estaba en sus últimos días de embarazo y la tripa cada vez le pesaba más, se le hacía más complicado el moverse y necesitaba su tiempo para incorporarse antes de ponerse a caminar. Le guiñó un ojo a Natalia tras soltar el brazo que le había ofrecido para que pudiese levantarse mejor y esta le sonrió. 

- ¿Qué haces de pie, hija?.- se preocupó Rafi, dispuesta a quedarse a hacer noche con su hija. 

- Pues que nos vamos a ir a casa, venga, agárrate.- tendió su brazo esperando a que se apoyase en ella. 

- ¿Y tu hermana?.- frunció el ceño.- ¿cómo se va a quedar sola? 

- No se queda sola.- se giró a mirar a Natalia que asintió.- se queda Natalia, ¿verdad?

- Sí.- respondió segura.- Marina con la tripa no puede dejarse la espalda en este asiento, y... bueno... usted mejor que duerma en una cama, ¿no?

- Claro, mamá, además te necesito en casa porque imagínate que me pongo de parto esta noche. ¿Quién se queda con Álvaro y Lola si Gonzalo tiene que traerme al hospital? Allí me haces más falta que a Alba aquí, que ya se queda bien acompañada. 

- Bueno... sí, tienes razón.- aceptó a regañadientes. 

Alba observó como aquella habitación se convertía, de repente, en un partido de tenis en el que su hermana y su amor jugaban cómplices contra su madre, buscando salirse con la suya y que Natalia pasase la noche con ella. Aunque era una batalla que Rafi ya empezó perdida. 

- Pues venga, vámonos que vamos a cenar a las tantas.- se apresuró a tirar del brazo de su madre. 

- Pero hija, déjame despedirme de tu hermana, mujer.- se soltó en cuanto pudo y se acercó a la cama.- Alba, hija, ten mucho cuidado, no hagas movimientos que te puedan hacer daño y...- miró de reojo hacia donde estaba Natalia.- cualquier cosa llamas a los médicos. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora