Capítulo 52

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Un frío lo suficientemente molesto como para hacer que Natalia se retorciese bajo aquellas sábanas la hizo despertar. Abrió un ojo para buscar el cuerpo que ya no dormía sobre ella y sonrió al ver a Alba con la cara medio aplastada por la almohada, con los ojos cerrados y plenamente en calma. Incluso podía, si se fijaba lo suficientemente bien, observar como babeaba su lado de la almohada. 

Qué estarás soñando...

Se preguntó al ver el aura de felicidad que tenía su rostro. Parecía contenta y aquello la hizo sonreír a ella automáticamente. 

Qué frío hace hoy, joder. 

Se fue a cubrir mejor con las sábanas cuando observó lo que ocurría. Alba se había enredado la manta entre las piernas, dejándole una triste esquina que apenas le cubría medio cuerpo a Natalia. Suspiró sabiendo que no iba a ser posible arrebatársela y se levantó, no sin antes besar la frente de Alba, optando por no quedarse en la cama cuando sabía que no iba a poder volver a conciliar el sueño sin despertarla para conseguir taparse. 

Caminó a oscuras por el pasillo, recorriendolo sin necesidad de luz, pues en aquel mes que llevaba instalada en casa de Alba había podido aprenderse los rincones de aquel piso de memoria. Llegó al salón y se asomó por la ventana, la abrió para no llenarle la estancia de humo y fumó despacio, dejando consumir el alquitrán mientras su mente le obligaba a recordar que le quedaban apenas unas horas en aquella casa. 

No quería marcharse, no le apetecía en absoluto dejar a Alba sola en su casa porque aquello suponía dejarla sola ante el peligro que era José para ella. Después de conocer que, sin ella haberse enterado, el maltrato había seguido estando más presente de lo que pudiese esperar, le daba autentico pavor irse de allí. Pero tampoco podía seguir en esa casa cuando el propietario llegase. 

Voy a darte el despertar que te mereces.  

Pensó mirando hacia el pasillo, apagando lo que quedaba de cigarro y adentrándose en la cocina para empezar a preparar el desayuno. Pero no un desayuno cualquiera, quería que Alba lo recordase el resto de su vida, que no pudiese olvidar aquel despertar jamás y, quizás, si las cosas se ponían feas, le sirviese de recordatorio para seguir luchando por una vida mejor. 

Sacó pan y lo cortó para poder hacer tostadas. No demasiado tostadas, el punto mínimo para que estuviesen crujientes, que era exactamente como le gustaban a Alba. Cortó un poco de fruta aun sabiendo que la rubia la iba a regañar por usar tanta comida, pero no pudo evitar venirse arriba mientras dejaba sus manos volar por aquella cocina para impresionar a Alba. 

Cuando ya tuvo las tostadas listas, el café caliente y la fruta cortada decidió preparar algo de zumo de naranja, por si a Alba no le apetecía el café. Justo en ese momento sintió unos pasos acercándose a la cocina y temiendo que se descubriese su sorpresa, se apresuró a salir a la puerta para evitar que Alba pudiese entrar. 

- Mami...- Álvaro cruzaba el salón rascándose un ojo y todavía bastante dormido. Se había despertado sintiendo algo de ruido en la cocina y supuso que era su madre preparando el desayuno. 

- No soy mami, corazón.- se agachó Natalia para recibirle con una sonrisa. Álvaro se acercó y se dejó caer contra su pecho sin dejar de rascarse el ojo.- ¿qué haces despierto tan pronto?.- besó su cabeza y dejó que el pequeño se separase para mirarla. 

- No quiero dormir más.- la miró dibujando la primera sonrisa del día.- ¿y mami?

- Mami está durmiendo todavía, cariño.- despeinó un poco más, si cabía, aquel pelo rizado y se puso en pie.- ¿me ayudas a prepararle una sorpresa? 

- ¡Sí!.- alzó los brazos para que lo cogiese y Natalia lo alzó, apoyándolo en su cadera, y entró con él en la cocina, dejándolo sentado sobre la encimera.

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora