Capítulo 4

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Apenas había conseguido pegar ojo. Se había pasado la noche dando vueltas, enredándose entre las sábanas y buscando una tranquilidad en el pecho de su marido que no logró encontrar. Estaba nerviosa, completamente de los nervios y sabía que no podía luchar contra esa parte de sí misma que se ponía atacada ante las novedades. Y empezar a trabajar era una novedad demasiado importante como para dejarla pasar por alto. 

- Alba, ¿qué te pasa? - preguntó sin ni siquiera abrir los ojos José.- no has parado quieta en toda la noche. 

- Estoy nerviosa, pero no pasa nada, sigue durmiendo.- susurró todo lo dulce que pudo. 

Dejó un beso en su frente, pese a que sospechó que José no se había ni enterado, pues ya volvía a dormir en cuanto dejó de hablar. 

Alba optó por levantarse, acercarse a la habitación de los pequeños y ver como seguían ajenos a todo, durmiendo plácidamente. Aquella imagen la hizo respirar, buscar una calma que los brazos que la abrazaban mientras trataba de dormir no habían sabido darle, y que encontró en las caras de paz que tenían sus hijos a esas horas del día, cuando el sol se empezaba a intuir, aunque todavía no había ni empezado a salir. 

Se dio una ducha para despejarse y automáticamente buscó la energía que iba a necesitar en el café bien cargado que se empezó a preparar. 

- Buenos días, cariño, ¿cómo estás?.- dejó un beso en su mejilla y Alba le sonrió. 

- Bien, un poco atacada, pero bien.- asintió. 

- Pues venga, a desayunar.- se sentó en la mesa de la cocina y se sirvió el café. 

Salieron los dos a la vez del domicilio, Alba cargada con un Álvaro que iba dando cabezazos, todavía demasiado dormido como para ser capaz de mantener la cabeza recta, y a Lola en el carrito, con los ojos abiertos y observando la soledad de la calle con curiosidad. Llegó y abrió con cuidado la puerta de casa de su madre, pues no sabía si iba a seguir durmiendo o si la iba a encontrar despierta. 

- ¿Quién anda ahí?.- Rafi salió en camisón, con un bastón de madera en la mano y apuntando hacia la puerta. 

- Mamá, soy yo.- encendió la luz de la entrada y la Rafi respiró tranquila. 

- ¿Qué horas son estas de venir, hija?.- bajó el bastón y se acercó a cogerle a Álvaro de los brazos, pues se veía que no podía con los dos pequeños. 

- Pues... es que te tengo que contar una cosa...- se mordió el labio nerviosa.- no te lo he dicho antes porque me enteré ayer, pero...

 - Ven, siéntate en el sofá y me cuentas. ¿Has desayunado? 

- Es que tengo prisa, mamá.- se excusó.- sí que he desayunado.

- ¿A estas horas?.- frunció el ceño.- ¿qué está pasando, Alba? ¿y mi yerno?

- Pues José se ha ido a trabajar, como cada mañana, mamá. ¿Qué va a pasar?

- Pues no sé, si no sueltas prenda.

- Te traigo a los niños para ver si te los puedes quedar esta mañana... bueno, esta y todas...- susurró.- es que ¿te acuerdas que te conté que nos hacía falta dinero?.- Rafi asintió.- pues he encontrado trabajo, mamá. 

- ¿Cómo que trabajo?.- frunció.- pero Alba, ¿esto lo sabe José?

- Claro que lo sabe, mamá. Si fue él a hablar ayer con mi jefe para lo del contrato. 

- Ah, bueno... claro que me quedo con mis nietos, faltaría más.- se colocó bien a Álvaro en brazos.- ¿y dónde vas a trabajar? 

- En el horno, aquí al lado.- sonrió.- y me tengo que ir, que no puedo llegar tarde el primer día. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora