Capítulo 3

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Alba se levantó pronto, demasiado pronto como para que el sol hubiese empezado a asomar, pero ya no era capaz de seguir en la cama. Le molestaban las sábanas y se le caían las paredes encima así que se levantó y arrastro los pies hasta el baño, donde se vistió en silencio para no despertar a los dos pequeños que dormían plácidamente sobre el colchón. 

José se dejaba el cuello en aquel incómodo sofá cuando pasó por su lado para empezar a preparar el desayuno, pero frenó en seco y retrocedió lo andado para dirigirse hacia la puerta, no sin antes coger el monedero y las llaves. No supo bien bien qué fue lo que le hizo decidirse, pero ya estaba sintiendo la brisa fresca de aquellas horas rozándole la piel cuando se quiso dar cuenta de que estaba caminando hacia el horno, del que salía luz, por lo que supo que estaba abierto. 

Se acercó a la puerta y paró en seco cuando vio como Natalia y su cuñado hablaban entre risas. 

- Ay, Juan, Juan.- se recuperaba de un ataque de risa la morena. 

- Como me vuelvas a llamar Juan te meto la cabeza en el horno.- respondió completamente serio, y Alba se asustó hasta que escuchó la carcajada de Natalia. 

- Venga, ahora en serio Jon, que te tengo que comentar una cosita antes de que te vayas.- puso cara de buena y se acercó haciéndole ojitos. 

- ¿Qué me vas a pedir? 

- Ayer estuvo aquí Alba

- ¿Quién es Alba?

- ¿Cómo no vas a saber quién es Alba?.- Jon se encogió de hombros.- La hija de Rafaela, la pequeña. 

- Aah, vale, sí, rubia, con dos críos.- Natalia asintió.- que su marido es paleta. 

- Esa misma. 

- ¿Y qué pasa con ella?

- Pues que está buscando trabajo, y como me tienes aquí solita todo el día, había pensado que... me vendría genial que alguien me echase una mano cuando no estás.- le guiñó un ojo.- venga, va, si sabes de sobra que puedes contratarla.- presionó al verle dudar.

- No sé, Nati... ¿su marido lo sabe? 

- No lo sé.- se encogió de hombros.- ¿eso qué importa? 

- A mi nada, pero no quiero problemas con eso. 

- Si le tengo que dar dos hostias, se las doy.- se le escapó la risa.- Jon, te lo voy a compensar muy bien si la contratas. 

Alba abrió los ojos y se cubrió la boca para evitar emitir el más mínimo sonido. Se le vino a la mente todo lo que Marina le había estado contando el día anterior y no sabía qué pensar, pero se mantuvo allí quieta para ver cómo seguía la conversación. 

- Me lo voy a pensar, lianta.- le tiró un trapo y se metió hacia dentro.- venga, que alguien tiene que hacer el reparto hoy. 

- Tengo que decirle algo esta tarde.- alzó la voz para que pudiese oírla. 

Se esperó unos segundos antes de entrar, evitando que descubriese que había escuchado la conversación y para que no le notase el asombro en el rostro. Tomó aire un par de veces, contó hasta diez y entró con una sonrisa, como si nada. 

- ¿Se puede? 

- ¡Hombre!.- se giró sorprendida Natalia.- ¿qué haces aquí tan pronto si todavía no están puestas las calles? 

- Me he desvelado y ya no soportaba estar en la cama.- le devolvió la sonrisa que le había dedicado.- y he dicho, venga, a hacer el desayuno... pero no me quedaba pan. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora