Capítulo 63

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Los días en el hospital se le empezaban a hacer cuesta arriba a Alba. No era una mujer nada acostumbrada a guardar reposo absoluto sin poder estar para arriba y para abajo y aquello era lo que peor llevaba de su estancia hospitalaria. 

- Alba, pero que dejes de echar la cortinilla todo el día, que me tienes abandonada.- se quejó Marina abriendo la cortina por cuarta vez. 

La falta de intimidad era otro de los motivos que la tenían completamente irascible. Y es que por mucho que quisiese a su hermana, tenerla veinticuatro horas al lado llegaba a saturarle la mente hasta el punto de querer desaparecer.

- Cuñi, deja de abrir la cortina que al final va a explotar.- intervino Natalia a su favor, volviéndola a cerrar.

- Gracias, mi amor.- no esbozó ni una triste sonrisa. Su humor se estaba empezando a resentir entre aquellas cuatro paredes.

- No me pongas esa cara de mustia, Albi.- le hizo un puchero para ver si aquello servía para cambiar su humor.- ¿puedo hacer algo para que estés mejor?

- Quiero poder moverme de esta cama.- resopló.- es que estoy harta ya... y quiero irme a casa, ver a mis hijos y poder estar tranquila contigo sin miedo a que entre nadie...

- Y deshacerse de mí, eso también pero no lo dice.- añadió Marina desde el otro lado de la cortina.

- Y dejar de ver a mi hermana porque ya no puedo más.- dijo más alto para que pudiese escucharla.- y encima me queda muchísimo con esto...- señaló su pierna.

- Hay que tener paciencia, mi amor.- tomó su mano y empezó a repartir caricias.- estoy segura de que para cuando quieras darte cuenta ya podrás moverte de aquí, hay que ponerle un poquito de paciencia y muchas ganas. 

- Ganas las que tengo de besarte sin que mi hermana carraspeé.- infló las mejillas. 

- Ahora mismo pareces Álvaro cuando se enfada porque no puede quedarse a dormir con mami.- sonrió Natalia.- y si quieres darme un beso solo tienes que decirlo, que yo estoy encantada de darte todos los que quieras y más. Y a tu hermana, que le den.- susurró.

- Te he oído, panadera.- protestó la peluquera.- que nos separa una cortina, no una pared. 

- ¿Qué dices cuñi? No te oigo bien.- hizo sonreír a Alba.- creo que hay interferencias, cuelgo.

- Eres una payasa.- rió Marina desde el otro lado.- y tú, Alba.- llamó la atención de su hermana.- no sé de qué te quejas, que tienes a Natalia todo el día aquí contigo... Gonzalo ha vuelto a trabajar y solo puedo verle un ratito por las noches. 

- Miedo me da como estará el horno en manos de Jon...- murmuró Natalia.- bueno, en manos de Jon y de Juliette...- resopló.- tienen que tener a las marujas loquitas con los cotilleos...

- Seguro que han emparejado a Jon con Juliette.- soltó una risita Alba.- ¿sabes si hablan mucho de mí?.- preguntó con miedo.- a mi madre le puede dar algo...

- Pues... sí.- suspiró.- eres el tema de cotilleos del barrio... según Jon le preguntan todos los días por ti y quieren saber en qué hospital estás.- informó.- pero él no suelta prenda, lo que nos faltaba ya... tenerlas por aquí.- rodó los ojos.- pero de ti solo dicen cosas buenas, quien se tiene que estar tirando de los pelos es tu suegra, cariño.- sonrió.- porque a tu difunto lo están poniendo fino...

- ¿En serio?.- se sorprendió.- ¿no me culpan a mí de su desgracia? 

- Es que Albi... vieron como se lo llevaba don Rafael esposado.- informó.- y se ha corrido la voz de que se encaró con él... pues ya sabes, le han hecho la cruz.- se mordió el labio.- por fin ha dejado de ser el buen hombre que todos creían que era.

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora