Capítulo 8

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Natalia se despertó feliz aquella mañana. No sabía qué era, si haber podido hablar con su hermano la noche anterior, si era la posibilidad de volver a ver a sus sobrinos o las noticias que le esperaban por parte de su familia. No tenía claro lo que era, pero se sentía resplandeciente de felicidad. Se contuvo para no ir dando saltos de alegría de camino al horno, reprimiéndose las ganas de dejarse ser y regalando sonrisas a cualquier persona que se cruzó en el corto camino, que no fueron muchas. 

- Buenos días por la mañana.- entró en el horno iluminando una estancia que lucía demasiado gris. 

- Buenos días.- Alba ya esta allí, lavándose las manos concienzudamente y sin separar la vista del agua cayendo sobre su piel. No tenía ni pizca de ánimo en la voz, sonaba apagada. 

Natalia frunció el ceño y miró a Jon buscando una explicación, pero al ver como el chico solo se encogía de hombros, quiso buscar la mirada de la rubia para cerciorarse de que todo estuviese bien. 

Encontró en ella unas ojeras más marcadas de lo normal, más oscuras, que contrastaban demasiado con la palidez de su piel. Ni rastro del rosado de sus mejillas, ni del brillo que siempre bañaban aquellos ojos. La morena frunció más el ceño y se acercó hasta poner la mano en la frente de la rubia. 

- ¿Te encuentras bien? No tienes buena cara.- tras comprobar que la temperatura era normal, acunó sus mejillas y acarició con cuidado sus ojeras. 

- Una noche larga.- murmuró sin dejar de mirarla, trazando una sonrisa demasiado triste para el gusto de la morena.- solo estoy un poco cansada. 

- ¿Están bien los niños?.- Alba asintió y Natalia se quedó pensativa, buscando una razón para que luciese tan apagada. 

- Nati.- Jon la sacó de sus pensamientos.- sabes que has llegado tarde ¿no?

- Venga ya, que han sido dos minutos de nada.- se giró a mirarlo.- ¿me has echado de menos?

- Lo he celebrado, pero anda, ayúdame que voy tarde con el reparto.- alzó una de las cajas y señaló la furgoneta. 

Natalia se acercó y le echó una mano sin perder de vista a Alba, que encendía el horno con la mirada algo perdida. 

- Ha llegado así.- susurró Jon a sus espaldas. 

- No sé qué le pasa.- ni siquiera lo miró.- pero es como si no estuviese aquí

- Yo solo puedo pensar en cómo vimos anoche a su marido.- aquello hizo que Natalia, que había olvidado por completo aquel momento, abriese los ojos y se girase a buscar la mirada de Jon, que sin necesidad de palabras le transmitió lo que pensaba.- Bueno, yo me voy yendo ya, suerte con esta, Alba.- le sonrió y se subió en la furgoneta para salir de allí. 

Natalia se tomó unos segundos para observar a Alba, hasta que se acercó a sus espaldas y le masajeó los hombros con suavidad, asustando a una Alba que no se esperaba aquello, ni la había oído acercarse. 

- ¿No has dormido bien?.- Alba negó con la cabeza y cerró los ojos, disfrutando del pequeño masaje que estaba recibiendo.- ¿Quieres irte a casa y descansas? Aprovecha que la tienes para ti solita. 

- Tengo que trabajar, Natalia.- murmuró. 

- Es que ¿sabes qué pasa?.- Alba se giró para mirarla.- que estoy visualizando tu cara llena de harina, en el mejor de los casos solo harina, porque te has quedado dormida encima de la masa. 

Alba esbozó una sonrisa y negó con la cabeza. 

- Estoy bien, de verdad.- la miró a los ojos.- solo tengo un poco de sueño porque bueno...- suspiró.- digamos que ayer José estaba un poco... insistente. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora