Capítulo 31

13.5K 969 1.3K
                                    

Alba corrió hasta llegar a su casa, todavía le latía rápido el corazón después de haberse visto a sí misma sucumbiendo a sus deseos de acercarse un poquito más a la boca de Natalia. Se había dejado arrastrar por las sensaciones que le había hecho experimentar cuando le hizo cerrar los ojos y paseó sus dedos por su cuello con una suavidad que ardía y había terminado besando la comisura de sus labios. 

Sin dejar de darle vueltas a aquello llegó a su casa y nada más cerrar la puerta se recostó contra ella tratando de recuperar un poco el aire, de respirar con tranquilidad para que su marido no viese la falta de calma que desordenaba su interior. 

- Se te ha hecho un poco tarde, ¿no?.- le comentó sin mirarla, fijando su vista en el televisor, al verla pasar hacia la cocina, ya cambiada de ropa para no manchar nada. 

- Bueno, teníamos muchas cosas que hablar.- le comentó completamente seria.- a ver si crees que se acuesta con mi marido y yo no voy a decir nada.- dejó caer seria antes de meterse en la cocina. 

Tuvo que cerrar la puerta para que no se escuchase el suspiro que soltó tras dejar de verle. No sabía cuánto tiempo iba a poder seguir fingiendo que no conocía la realidad de la no relación sexual de José con Natalia, pero mientras iba a seguir así todo lo posible para seguir manteniendo la fachada de mujer dolida que se había creado. No se preocupó mucho por la cena y apenas cinco minutos después salía con un par de huevos fritos. 

 - ¿Y tú?.- la miró por primera vez cuando ya se sentó en la mesa.- ¿no cenas?

Alba alzó una manzana a medio morder. 

- No tengo hambre.- respondió seca.

- Mejor, que últimamente estás echando un culo...- la miró con una mueca de asco.- hoy con la falda esa que llevabas se te notaba más. 

- ¿El qué?.- preguntó completamente insegura. 

- Que has engordado, tienes cartucheras.- comentó mojando tranquilamente el pan en el huevo.- No te va a venir mal hacer dieta. 

Alba dio un último mordisco a la manzana y se levantó a tirar lo que le había sobrado. Se adentró en el pasillo, camino a su habitación y salió dos minutos después con el pijama de su marido y un cojín en las manos. 

- ¿Dónde vas con eso?.- la miró con el ceño fruncido. 

- Si quieres una cama, vete a dormir con Natalia.- y sin mirarlo, se volvió a dirigir a las habitaciones, pasando primero por la de los niños para darles un beso de buenas noches antes de meterse en su habitación y cerrar por completo la puerta. 

Se miró en el espejo y subió su camisón para verse mejor. Empezó a cogerse aquellas partes de su cuerpo que le había señalado su marido y suspiró con resignación antes de dejarse caer de nuevo sobre el colchón. De repente, las palabras de Natalia ante su llegada a su casa empezaron a llenar su cabeza, repitiéndole lo guapa que estaba y dudó de que aquello se lo hubiese dicho por quedar bien. 

Se quedó mirando hacia el techo con la mente perdida en la tarde que había pasado, reviviendo los momentos de máxima tensión y cerrando los ojos para poder imaginárselo absolutamente todo de nuevo. Se vio interrumpida por un ronquido que llegó hasta su habitación y supo entonces que José dormía plácidamente así que miró la hora y decidió meterse en la cama para tratar de dormir algo, aunque al cerrar los ojos su piel no dejase de reproducirle las sensaciones que los dedos de Natalia paseándose por ella le habían hecho sentir. 

Dio un par de vueltas sobre la cama y tuvo que cruzarse de piernas cuando sintió que no podía más con las punzadas que le mandaba su propio cuerpo justo ahí. Suspiró y se tumbó bocarriba, recordandole lo último que le había dicho la morena antes de que Alba hubiese sentido la necesidad de huir de ese salón. Pensó e imaginó a Natalia en aquella misma cama que veía cada vez que soñaba con ella, pero sin más compañía en aquel colchón. La morena sola, tumbada mirando hacia el techo justo como estaba haciendo ella en esos momentos y con las piernas ligeramente abiertas, así era como la dibujaba su mente mientras sentía como le costaba cada vez más respirar con regularidad. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora