Capítulo 55

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- ¿Qué le pasa?.- Natalia clavó sus ojos aguados en Inés esperando una respuesta, una contestación que pudiese calmar los nervios que se le habían disparado tras las últimas palabras de la enfermera.- ¿por qué no se despierta?.- dejó caer una lágrima. 

- Papá llama al hospital y pide que traigan una ambulancia.- ordenó con prisas.- Nati, se ha dado un golpe muy fuerte en la cabeza y tiene contusiones...- miró hacia José con rabia.- no solo le ha dado ese bofetón.- suspiró.- tenemos que llevarla para que le hagan una exploración y para que pueda tener un parte de lesiones con el que denunciar. No pienso dejar que ese imbécil salga de rositas.- volvió a mirar a su amiga, compartiendo su pena y comprendiendo su dolor por la situación.

- ¿Se va a poner bien?.- suplicó una respuesta afirmativa.- Alba...- acarició su pálido rostro sin dejar de mirarla. 

- Seguro que sí.- vio como su padre colgaba el teléfono.- ¿Vienen?

- Sí.- asintió con el rostro serio.- mandan una ambulancia ahora mismo. Voy a llamar al cuartel.- y volvió a coger el teléfono. 

Natalia miró fijamente a Alba, la miró y sintió el impulso de besarla, pero sabía que no podía hacerlo. Y aquello también le dolía. Ella solo quería cuidarla, quería estar ahí para tratar de hacer que despertase y no podía dejarse ser por la presencia de José, el mismo que había provocado todo aquello, allí. 

- Ya vienen para aquí.- se escuchó decir a don Rafael, aunque Natalia centró más su atención en seguir observando a su rubia.

- Marina... hay que llamar a Marina.- de pronto pareció salir de la fijación que tenía con la rubia y se lanzó a por el teléfono. 

No sabía como darle la noticia sin alterarla de más, pero sabía que tampoco podía quedarse callada y ocultarle el estado en el que se encontraba su hermana. Marcó el número de teléfono a la par que temblaba y fue entonces cuando se fijo por primera vez en su mano. La tenía ensangrentada y podía ver como se había herido los nudillos tras tanto golpe, aquello la hizo buscar su otra mano para comprobar que estaba en bastante mejor estado, pues era la que había mantenido libre mientras golpeaba a José con la otra. 

Ni siquiera se percató de su propio dolor físico hasta que vio el resultado de la paliza que le había dado a José y entonces se dolió, entonces sintió como el daño se extendía por sus venas y sentía el latir de su corazón en esa zona. Se giró asustada para mirar a Inés mientras esperaba que Marina cogiese el teléfono. 

- Eso te lo curo en el hospital, es más aparatoso de lo que parece por la sangre... papá busca un paño para taponar, en cuanto hables con quién sea esa Marina, te lavas las manos.- le ordenó sin soltar a Alba en ningún momento, pendiente de su pulso y su respiración constantemente. 

- ¿Natalia?.- la voz de la rubia sonaba preocupada al otro lado de la línea, y es que Marina llevaba cerca de media hora esperando tener noticias de su hermana, o por lo menos esperando la llamada de la morena que le confirmase que Alba ya estaba en su casa y estaba bien.- ¿Natalia eres tú?

- Sí.- buscó sonar tranquila pero los rastros del llanto opacaron su intento. 

- ¿Qué ha pasado?.- se alteró todavía más al sentir lo gangoso de su voz. 

- Marina... tienes que venir a casa de tu hermana... cuanto antes.- suspiró.- tenemos... tenemos que ir al hospital.- cerró los ojos sintiendo el dolor en sus propias palabras. 

- ¿Cómo que al hospital?.- se alteró.- Natalia, ¿qué ha pasado?

- Marina, ven a su casa y te lo cuento todo, por favor.- suplicó. No quería darle más información por teléfono sabiendo que aquello podía ocasionarle problemas con el embarazo y lo último que deseaba era que a Marina se le adelantase el parto por el disgusto y que eso ocurriese mientras la peluquera se encontraba sola en casa. Prefería que llegase allí y lo viese con sus propios ojos y, en el peor de los casos, Inés podría socorrerla. 

1973Donde viven las historias. Descúbrelo ahora