Capitulo 40: Devorador

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Stella estaba en una casa cerca de la cabaña.

Era de noche, pero aún así habían algunas personas hablando.

Entre esas personas estaba Elvira.

A pesar de su edad, era muy activa. No parecía cansada.

Estaban hablando de cosas que Stella no entendía.

La mayoría de esas cosas eran sobre sus hijos o nietos.

—Mi nieta se convirrtió en una soldado. Tiene talento —Dijo una señora. —Ahorra busca subirr de rrango y converrtirrse en héroe

—Ahora que lo dices, me parece extraño que no hayan personas de mi edad por aquí —Comentó Stella. —¿Alguna razón en particular?

—La mayorría dejan estas tierras parra serr soldados. Como la hija del duque —Dijo un señor.

Eso llamó la atención de Stella. No pensó que el duque tuviera una hija.

—¿El duque tiene una hija? —Preguntó Stella.

—Si. Crreo que deberría tenerr tu edad más o menos —Respondió el señor. —Dejó todo atrrás hace 8 años después de la muerrte de Shilia

Al decir eso, todos lo miraron de inmediato.

Él se calló de inmediato. Parecía que no debía haber dicho eso.

—¿Shilia? ¿quién era?

Stella entendió el ambiente, pero aún así hizo la pregunta. Quería saber quién era esa persona.

Aunque con sus deducciones sabía quien podía ser.

—Erra la esposa del duque —Respondió Elvira. —Erra una mujerr fuerrte y amable. Junto a su esposo, siemprre visita todos los lugarres de estas tierras

Elvira se mostró algo triste al hablar de ella.

—El duque Marrio siemprre se mostrró trranquilo porr la muerrte de su esposa. Eso enojó a su hija, la cual decidió abandonarr este lugarr —Bajó su mirada. —Perro yo lo sé. El duque sufrrió su muerrte más que nadie. Aún así, parra no prreocupar a su gente, se mantuvo firrme en todo momento

Con eso, Stella decidió confiar en el duque.

Decidió verlo como una buena persona a pesar de ser del Gremio oscuro. No solamente eso, sino que también era un Vigilante.

Para ella no existían los buenos gobernantes, pero no tuvo otra elección. Aceptó que Mario era bueno.

—Su hija dejó este lugarr y se convirrtió en hérroe —Dijo Elvira. —Su padrre debe sentirrse muy orrgulloso de ella a pesarr de que ella le guarrda rencorr

Stella miró a su lado de inmediato.

Desde atrás de su cabaña, pudo ver niebla acercándose a todo el lugar.

Parecía el mar entrando a la costa.

—¿Gárgolas? —Stella se paró frente a todos. —¡Escuchen! creo que deberían quedarse quietos

Todos notaron la niebla. Sus rostros se llenaron de inseguridad y de miedo.

Habían vivido mucho tiempo en esas tierras. Sabían que esa niebla era de las gárgolas.

—Las gárrgolas nunca salen del bosque. Esto es rarro —Comentó Elvira. —Porr suerrte los demás están en sus casas...

La niebla siguió expandiéndose por todo el territorio a una alarmante velocidad.

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