El primer día de Enri como guardiana, despertó demasiado tarde. Había pasado toda la noche en vela, preocupada por su nueva posición.
Se le habían dicho sus tareas, Nfirea prometió ayudarla con ellas al igual que los aventureros, pero... cada vez que pensaba en la responsabilidad que le habían legado con ese título, le dolía la cabeza.
No hace mucho Enri dejaba que sus padres se ocuparan de las mayores responsabilidades, mientras que ella simplemente se dedicaba a ayudar en lo que podía y cuidar a su hermana para que no causara problemas. Quizás sus mayores temores rondaban alrededor de la próxima cosecha. Jamás creyó tener en sus manos el liderazgo de una ciudad entera, y mucho menos la vida de los pobladores a su cargo.
Hace no mucho Enri ocupaba las ropas que había remendado y agrandado mientras crecía. Sus manos llenas de cayos habían sido endurecidas por trabajar en los campos. ¿Pero ahora? Llevaba puesta la armadura que ni siquiera un rey podría pagar, una espada que sería la envidia de los dioses, y joyas por las cuales naciones enteras empezarían una guerra.
Servía bajo el mando de un ser inmortal, la muerte misma, quien la había bendito y le otorgo su protección.
Enri no dejaba de preguntarse porque ella había sido la elegida, y una parte de ella no lo quería saber. Pero algo en el las luces rojas que representaban los ojos de su amo, le decía que no había sido una coincidencia.
Como cualquier otro día Enri se despertó y coloco los tesoros que se quitaba para dormir. Se colocó la armadura, ato fuertemente la funda de su espada a la cintura, y la salió de su hogar para afrontar su primer amanecer como guardiana...
.
.
.
Momonga era como la arena. Consiente o no de sus acciones, engullía a aquellos que caminaban sin cuidado sobre ella. Cualquier resistencia se volvía inútil cuando indiferente comienza a devorarte, y la única esperanza de salir con vida, es dejar de pelear.Después de buscar mil caminos para actuar, Albedo comprendió que no tenía sentido darle más vuelta a la pregunta. Sin importar lo que hiciera, terminaría siendo devorada por las arenas que representaban a su amo.
Pero abandonar su lucha tampoco era una opción. Confesar y responder con la información que tenía no solo significaba la muerte de Albedo, sino también la de sus compañeros, quienes confiaron en su juicio y la siguieron.
Podría ser torturada o ganarse el desprecio de su amo. Podría desear su propia muerte muerte, buscar la vida de los dos seres supremos, pero algo que jamás haría la coordinadora, que día tras día vio a sus compañeros luchar para proteger esta tumba, era entregarlos y hacer que murieran por su culpa.
Aun si significaba mentirle a su gran amor, Albedo elegiría el camino que asegurara una larga vida para sus amados compañeros y el Overlord.
Albedo, la precursora de la piedra filosofal. La hermana de en medio. El escudo que complementaba a la lanza y los ojos del perfecto guardián, respondió:
-Nos arriesgamos al ataque de los lord dragón que menciono el hombre de la teocracia. Alteraríamos al imperio, y estos podrían declararse como nuestros enemigos ante el miedo a ser invadidos. Se formarían alianzas entre los humanos y la dominación mundial que propusieron los seres supremos sería difícil de alcanzar sin crear grandes masacres que terminarían colocando a los seres supremos como tiranos crueles- Respondió Albedo, fingiendo no tener la información que sus compañeros le habían entregado.
Después de hablar, Albedo agacho la cabeza y espero a que se diera la orden para regresarla a su celda por negarse a confesar lo que su amado ya sabría.
-¿Hay alguna manera de tomar el control del reino draconico sin nombrarnos como enemigos de la humanidad?- pregunto Momonga.
"¡Es una prueba!" grito en su alma la coordinadora.
ESTÁS LEYENDO
Overlord: Trinidad Caps 170-???
FantasiaEsta es la historia de Overlord trinidad, las partes que siguen