Al abrir los ojos solo se podía ver un techo de piedra. Al levantarse de la cama, apartaba una áspera sabana y se ponía de pie sobre un piso frio. Caminaba hasta una esquina de su cuarto, donde alguna novicia había dejado la noche anterior un balde con agua, con el que la sacerdotisa lavaba su cuerpo, cabello y dientes.
Después debía ponerse su hábito y salir para continuar con su entrenamiento. Estudiaba y rezaba mientras en su estómago se sentía un vacío contante, que jamás desaparecía...
Esa fue la vida de Clementine apenas un año atrás.
Pero hoy...
Al abrir los ojos, la asesina se encontró con una carpa sobre su cama, específicamente creada para aislarla del exterior, y que pudiera dormir con tranquilidad. Clementine aparto las finas sabanas de seda y salió de la cama. Sus pies se encontraron con una calidez inexplicable. Parecía que la alfombra que cubría todo el piso de la habitación, desprendía un calor constante y agradable, por obra de alguna magia desconocida.
La mujer avanzo hasta una puerta blanca, y detrás de ella se encontró con un enorme baño, completamente tapizado con mármol blanco. Y en medio de la enorme sala, justo en el centro se encontraba una enorme tina llena con agua caliente.
Espejos, jabones y perfumes; e incluso ropas para que se vistiera una vez saliera de la tina, se encontraban en las repisas y estanterías.
Quizás por vanidad, o porque no deseaba sentir la incomodidad de la ropa sucia sobre la piel recién lavada, fue que Clementine tomo el vestido que había sido dejado para ella por una sirvienta.
Y al terminar de arreglarse, se vio al espejo.
Un año atrás, la persona aquí reflejada hubiese sido la Abadesa de un pequeño templo consagrado al dios del fuego. Una mujer acosada por las responsabilidades, el estudio y el entrenamiento. Presionada para suprimir los malos hábitos que le impedían seguir ascendiendo... solo para servir a los ideales de dioses hipócritas.
Clementine se alejó y salió de la habitación que sus nuevos amos le habían prestado. Y ahí, detrás de la puerta, se encontró con una recompensa con la que antes jamás hubiera soñado.
-Te...queda bien- dijo con un tono carente de emoción una pequeña chica con vestimentas de sirvienta y un parche en el ojo.
Lo que Clementine llevaba puesto era un ítem de construcción que no daba estadísticas. Simplemente era ropa que los tres seres supremos se esforzaron en buscar en sus inventarios para compensar un poco el hecho de haber explotado de esa manera a Clementine.
Un vestido de una sola pieza color guinda, sin mangas y sostenido por tirantes. Demasiado elegante para ser llamada ropa casual, pero no lo suficiente para considerarse un traje de gala. Ropa apropiada para pasar el día
-¡Oh! Cz-chan ¿Te gusta?- pregunto con un tono lascivo mientras levantaba la falda, lo suficiente para que Cz pudiera ver debajo de ella. –Pero ¿No te gustaría más si la falda fuera más corta?-
-Momonga-sama... se enojaría- respondió con su habitual cara de póker al escuchar la idea de cortar la prenda prestada por un ser supremo.
-¿Eh?- Clementine miro entonces con más detenimiento el vestido.
No era una prenda divina, aunque la tela era sin duda algo de calidad superior.
-Este vestido... ¿Fue Momonga-sama quien me lo dio?-
Cz movió la cabeza de arriba abajo para dar su respuesta, y entonces los ojos de la asesina se iluminaron.
"Entonces... aunque sea un poco... yo..." Clementiene sonrió para sí misma, segura de que esta prenda simbolizaba el valor que había ganado ante sus nuevos amos. Aunque una parte de ella no estaba cómoda cuando se imaginaba este vestido como la correa que se le ponía a un perro que se adoptaba. Prefería verlo como el cascabel de un gato.

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Overlord: Trinidad Caps 170-???
FantasyEsta es la historia de Overlord trinidad, las partes que siguen