¿Bajo qué criterio la teocracia dictaminaba que niños eran arrancados del seno familiar? ¿Bajo qué estándares eran elegidos los guerreros aspirantes a las escrituras?
Había múltiples razones, distintos parámetros para determinar que uno era digno de pertenecer a la elite militar.
La princesa miko era elegida por su capacidad para portar la corona de la sabiduría.
El capitán de la escritura solar, Nigun, por su habilidad para crear invocaciones poderosas, muy por encima de lo normal.
Yo había sido elegida gracias a mi talento natural, aun antes de que mi limitador fuera descubierto, se me eligió como miembro de la escritura negra y se me enclaustro en el templo del dios del fuego.
Años más tarde, aquellos idiotas se habían dado cuenta de su error.
Nivel cuarenta. Fue en mi hermano que lo descubrieron. Cuando el cumplió trece años, se le unió a la escritura negra debido a que su límite era inusualmente alto. Se le alejo de la familia y fue educo como un guerrero. Se aseguró que la totalidad de sus niveles sirvieran para ello.
"El ejercito de un hombre" fue el apodo que recibió tras terminar su entrenamiento.
¿Y yo? Tras muchos años arrodillándome y rezando. Después de tanto tiempo desperdicia estudiando los textos sagrados, diez de mis niveles habían sido ocupados erróneamente.
Mi hermano y yo, compartíamos el mismo limitador.
"Nivel cuarenta" dijo la gran madre del templo mientras se llevaba las manos a la cabeza.
Se creyó que por mi talento, entonadora y sacerdotisa eran las mejores clases para que sirviera a la teocracia. Pero una vez se supo mi límite real, se me forzó a salir del templo para cumplir un entrenamiento militar.
"Defectuosa" aun antes de que mis problemas de personalidad fueran detectados, esa era la forma en la que me llamaban.
Dado que era una sirviente del dios del fuego, mi cuerpo era un templo. Por esa razón la madre superiora se negó a permitir mi asesinato y posterior resurrección para el reinicio de mis niveles.
A pesar de haber sido hechos de la misma madera, jamás podría equipararme a mi hermano de ninguna manera. Pero por amor lo acepte. Acepte este destino por el amor a los dioses que sentía en aquellos días, y la lealtad a mi nación, que había sido grabada con fuego en mi corazón.
Se me entreno como una guerrera santa, como paladina, pero poco a poco la subida de niveles se hacía más tortuosa y cansada. Mis niveles como entonadora limitaban los trabajos que podía tomar. Mis niveles como sacerdotisa limitaban las estadísticas que podía desarrollar.
"Defectuosa" una vez llegue al nivel treintainueve ya no pude fortalecerme más...
"Defectuosa" pues aun cuando mi naturaleza me lo permitía, no podía progresar.
"Defectuosa" porque jamás llegue a ser tan fuerte como los demás querían.
No fue sino hasta ese día... no fue sino hasta ese maldito día que entendí porque mi propio corazón no me permitió ocupar ese último nivel.
Cuando acompañamos al capitán a las bóvedas. Cuando le vi de pie, con aquellas repulsivas orejas intentado ser ocultadas por su cabello. Lo entendí.
Fue la primera vez que fui contra las órdenes. Fue la primera vez en la que ocupe mi voz para gritar. Fue la primera vez que deje a mi naturaleza tomar las riendas.
"¡¡¡¿Qué hace ese animal aquí?!!!" le escupí a la más poderosa arma que arma de la humanidad.
Apenas termine de hablar, mi cabeza rodo por el suelo del pasillo y mi sangre mancho una alfombra ancestral.
Todo en lo que había creído, todo por lo que había peleado fue traicionado esa noche.
La madre y las de más monjas me escupieron su odio en a la cara por permitir que mi cuerpo y alma se mancharan. El capitán me hizo recibir un aterrador castigo por el insulto dado a aquella aberración, y los altos mandos usaron la maldición en mi pecho, para asegurarse de que jamás hablara de lo sucedido.
Una vida de servidumbre, tantos años de lealtad, solo para que aquel día se declara que Clementine Arban había muerto al caer de mala manera por las escaleras.
Se me revivió con rise of death, el hechizo de resurrección del más bajo nivel como forma de castigo, y se me envió al templo para continuar mi entrenamiento como sacerdotisa. Después de aquel día se me desprecio como guerrera, se me fueron quitados mi equipo y mis armas. Se me fue arrebatado todo prestigio. Y aun dentro de la misma escritura negra, donde me encontraba rodeada de personas que sabían la verdad, se me eran dedicadas malas miradas.
¿Los demás lo sabían? ¿Mi propio hermano conocía de su existencia de antes? ¿Por qué los cardenales lo permitían? ¿Por qué luchamos contra los elfos? ¿Por qué tantos han muerto? ¿Por qué insultarla me había hecho acreedora a castigos tan intensos?
Rompí mi amuleto ese día, y di la espalda a todos mis votos. Desprecie a los dioses mentirosos que permitieron que su amada hija, que su más fiel sacerdotisa fuera despreciada por solo seguir los mandatos que ellos mismos habían dejado.
Ellos me despreciaron, y yo hice lo mismo apenas tuve oportunidad. Aproveche mi aparente debilidad para escapar. Y gracias a mi talento natural, logre llegar al encuentro con la única persona que me podía ayudar.
Todos mis talentos... todos mis niveles perdidos... dedique mi tiempo al asesinato de brillantes guerreros para ganar la experiencia que me permitiera llegar a mi límite real.
Todas mis clases al asesinato, todo mi talento para cumplir con mi misión.
Traer caos al mundo. Quemar hasta los cimientos el hogar de aquellos que me usaron y mintieron.
Pero de nuevo toque el techo de mis habilidades. Nivel cuarenta, nivel cuarenta sin importar a cuantos matara o que hiciera. Nivel cuarenta por el resto de mi vida.
No...
Algo había pasado.
De ayer a hoy algo había cambiado...
Toda una vida fui condenada a no sobrepasarlo. Toda una vida, pensé, que mi existencia consistía en admirar desde abajo. ¿Pero hoy? Sin renunciar a mi humanidad... lo había logrado.
¿Qué había cambiado de ayer hoy? Estaba claro.
No fueron los dioses quienes lo hicieron, no fueron los asquerosos dioses que me mintieron los que abrieron las puertas del cielo.
Fue...
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Overlord: Trinidad Caps 170-???
FantasíaEsta es la historia de Overlord trinidad, las partes que siguen