Parte 197

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Al interior de Laidar, una ciudad cercana a la frontera demi-humana, sonaban las campanas en las murallas. Un poderoso enemigo había penetrado en la ciudad de manera inesperada.

Las tropas se movilizaron. Los hombres, ya mentalizados para enfrentar a la muerte se alistaron para la batalla. Aunque jamás habían soñado un ataque como este.

Alguien se había teletransportado al interior de la ciudad y estaba causando pánico.

Los demi-humanos, que por naturaleza nacían con una inteligencia inferior, jamás podrían aprender esa clase de magia arcana. ¿Pero quienes eran entonces? Se preguntó el capitán de la guardia que recién llegaba a la plaza donde habían aparecido los invasores.

-¡¿Dónde están?!- grito el capitán a un grupo de temerosos ciudadanos.

Quien dio la respuesta, fue un aterrorizado teniente, un joven poderoso y famoso, que señalo en dirección al castillo.

El capitán corrió hacia donde apuntaba sin hacer preguntas, pero internamente se cuestionaba porque aquel teniente no tenía heridas, y porque llevaba en su rostro aquella expresión.

Al acercarse hacia los invasores, lo que pudo escuchar el capitán fueron gritos desesperados "¡Atrás! ¡Atrás!" gritaban hombres aterrorizados. Fue para su sorpresa y disgusto descubrir que quienes daban tales ordenes,  eran los tenientes, que en lugar de luchar y detener a los hombres que caminaban hacia el castillo, ordenaban una retirada, aun cuando sus hombres estaban ansiando luchar para proteger a la reina.

El grupo era de tan solo 5 personas avanzaba a paso veloz hacia el castillo. Quizás no corrían para mantener su orgullo, pero era claro que quien los encabezaba, un hombre vestido con ropas para el desierto, tenía prisa por llegar al castillo.

El capitán maldijo a los tenientes, y pensó que quizás los atacantes los habían hechizado para que se mantuviera al margen y permitieran el paso a los atacantes.

-¡Sin miedo! ¡Tomen sus armas y rodéenlos!- grito el capitán, un hombre famoso dentro del ejército, y respetado dentro de la ciudad.

El guerrero tomo su espada encanta y la desenvaino, aunque quería evitar una pelea innecesaria. Los invasores no habían lastimado a nadie, pero eso no significaba que fueran aliados, pues habían lanzado ese extraño maleficio de miedo sobre los demás líderes del ejército.

Maldijo aquella extraña magia, pero se alegró de que esta solo hubiera sido lanzada a los líderes de escuadrón. Al menos ahora el enemigo habría agotado algo de mana para mantener este estúpido juego en el que el capitán no iba a caer.

Los hombres se dirigieron con miedo hacia los invasores, y el propio capitán era quien los encabezaba. El poderoso guerrero bajo las órdenes directas de la reina, encargado de la protección de la ciudad se lanzó con la intención de detener a esos hombres, aun si debía pelear.

Pero apenas se acercó lo suficiente a ellos... sus piernas perdieron fuerza cayo arrodillado. Sus temblorosas manos soltaron la espada y sus ojos comenzaron a llorar.

No escucho a nadie recitar un hechizo. Llevaba consigo un amuleto contra el control mental ¿Entonces cómo es que lo habían hecho?

El capitán se sintió desnudo ante una tormenta... alejado de  todo rastro de civilización en campo abierto mientras las nubes negras se tragaban el cielo e incontables relámpagos aporreaban el suelo. Un viento gélido, casi congelante que le golpeaba hasta las entrañas.

El capitán sentía como el cielo se apagaba y la luz se desvanecía a su alrededor, hasta que solo quedo el guerrero que avanzaba

¿Era una ilusión? ¿Un hechizo?

No

Lo que el capitán sintió, lo que todos los que podían llamarse "guerreros" pudieron sentir, fue el abismo que los separaba de este hombre... de ese enemigo... de ese dios que por algún motivo había descendido y avanzaba hacia el castillo donde se resguardaba la reina.

-¡Aléjense de ellos! ¡Aléjense!- gritaba desesperado el capitán, que había enfrentado la misma realidad que los tenientes.

No podían detener a ese hombre.... No podía... atacarlo solo provocaría muertes... pero tampoco podían permitirle llegar hasta la reina que todos juraron proteger.

Pero había una opción para los débiles, incapaces de pelear. Y eso era escapar.

-¡Evacuen a la reina! ¡Evacuan a la reina!- grito el hombre mientras se intentaba levantar. -¡No lo toquen! ¡Solo sáquenla de la ciudad! ¡Ahora!

Se alejaron los conquistadores sin prestar atención a los gritos. El mensajero parecía preocupado por su gente y estuvo a punto de detenerse a explicar la situación cuando la mujer, la sirviente de los conquistadores le detuvo.

-Avanzamos sin derramar sangre. Quienes caminan a su castillo son seres capaces de ganar una batalla sin siquiera haber desenfundado sus armas. Este tranquilo, la reina Draudillon debe saber que somos nosotros- dijo la santa que acompañaba a los conquistadores.

"Claro que sabrá que somos nosotros, esa anciana es tan astuta como la lagartija de la que desciende" pensó internamente Clementine.
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La reina fue la primera en recibir el informe. Un grupo de 4 hombres había penetrado en la ciudad con ayuda de una magia extraña. Pero lo que le interesaba a Draudillon, soberana de esta nación, era la mujer que les acompañaba. Quien fue descrita por los observadores como: Una joven en sus treintas, rubia, de rostro sereno y notable belleza. Por su descripción, aquella mujer podría ser la campeona de la que tanto se hablaba. Aquella mujer que había vencido a Gazef.

Era extraño que los hombres tan leales, aun en esta situación dieran una descripción tan detallada de lo que consideraban una mujer hermosa. Por tal motivo la reina observo su propio cuerpo sin curvas y se preguntó si acaso tomar otra forma no sería mejor para ella. Y quizás ante los hombres lo fuera, pero con las mujeres seria otra historia...

"¿En qué estoy pensando en un momento como este?" se preguntaba la pequeña niña sentada en el trono, quien se secaba las lágrimas del rostro mientras intentaba calmarse. Aun si era tan patética y débil que debía pedir ayuda a un grupo que llego de la nada, aún era la soberana de estas tierras, y si debía afrontar el destino lo haría como lo que era.

-Como una reina...- se susurró la mujer para ganar fuerza.

-¿Se encuentra usted bien? ¿O debo ganar tiempo mientras su majestad se alista?- pregunto un anciano a la persona que se sentaba en su trono.

-Ni siquiera te atrevas. Esos hombres no vienen con tiempo, se ve en sus acciones. Tienen una guerra en puertas, seguramente están haciendo un enorme sacrificio, temo que si acaso les ofreces una taza de té, pueda irse pensando que la situación no es tan grave y pueden dejarla para después- declaro con la voz de una niña, pero la voluntad de una mujer adulta.

-Solo era una idea...- respondio el viejo ministro mientras sonreía.

Su reina... su señora, no estaba lista, jamás espero que llegaran tan pronto los conquistadores. Pero si ellos habían llegado de manera tan repentina y aterradora ante un aliado, Draudillon no quería ni imaginarse que clase de acciones tomarían contra sus enemigos...

Dentro de su corazón, la reina deseaba que "Ellos" si lo hicieran... que los demi-humanos conocieran el poder de los conquistadores que en tan solo unas semanas, habían puesto en duda el poder de Re-Estize y el imperio...

Overlord: Trinidad Caps 170-???Donde viven las historias. Descúbrelo ahora