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El tribunal no era una casa victoriana, sino un edificio moderno y el juez no llevaba peluca. Estaba sentado en un largo escritorio de madera y parecía casi amistoso. Un poco como un abuelo en un comercial de caramelo.
Jongin estaba sentado en otra sección de la habitación. Llevaba grilletes y su mono de prisión, manteniendo un contacto visual más prolongado con Yoongi que con su hermano pequeño, antes de dedicarse a estudiar sus uñas.
Yoongi se veía diferente con su traje oscuro, pero olía como siempre y sus dedos aún hacían el reconfortante chasquido cada vez que los pensamientos de Seokjin se desvanecían, o sus ojos vagaban demasiado tiempo por la habitación.
Hubo mucha conversación y lectura, gente de pie y sentada, usando términos extraños, y Seokjin deseaba que le hubieran permitido usar su nueva chaqueta de cuero en lugar de la tonta camisa abotonada con corbata a juego. Sunhee había planchado ambos durante 12 minutos, queriendo que se viera perfecto.
Ella fue la primera en subir al estrado de los testigos y lo dejó temblando, pero tan valiente y decidida como había entrado.
Seokjin odiaba escuchar sobre los efectos que el abuso tuvo en su vida. Le hizo enojar y avergonzar. Quería decir que no era cierto o que no estaba tan mal. Pero luego no dijo nada porque mentir en la corte estaba en contra de la ley, y mentir en general era una prohibición para Yoongi, quien se levantó del banco de madera como un rey poderoso e intrépido y subió al estrado no solo con orgullo sino también con toda su presencia, haciéndola suya, como toda la sala del tribunal. Hablaba mejor que cualquier abogado en el edificio y en menos de cinco minutos, pintó una imagen precisa del señor Kim y su "amor" y cuidado paternal, sin haberlo conocido nunca. No perdió los estribos, sin importar cuán inapropiadas o privadas fueran las preguntas. Y ninguna palabra de su boca sonó de ninguna manera disgustada o despectiva. No cuando explicó las malas habilidades de Kim Seokjin, desde escribir y leer, nadar, hasta cosas simples como usar palillos para comer o una conversación por teléfono. No cuando hablaba de los signos importantes de un niño abandonado. No cuando dijo la franca verdad sobre el cuerpo maltratado y lleno de cicatrices de Seokjin. Todavía sonaba respetuoso y cariñoso.
El señor Kim Namjoon habló. Taehyung lo hizo. Dos vecinos de la calle donde vivían los Kim. Y una dama que Seokjin no había reconocido al principio, pero fue presentada al juez como Margaret Park, y ella tenía mucho que compartir sobre los hermanos Kim y su miserable infancia. Ella era mucho mayor ahora, con algunas pequeñas arrugas alrededor de sus ojos, pero cuando miró a Jongin, todavía tenía la misma expresión amable y cariñosa que Seokjin conocía de su época como estudiante. Quería saludarla, como lo había hecho después de clase porque era demasiado tímido para despedirse. Pero luego ya se levantó y volvió a su asiento.