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El clima era realmente muy frío y la gravilla mojada crujía bajo los zapatos de Seokjin mientras caminaba hacia el estacionamiento, sosteniendo lentes de sol en una mano y un teléfono y un manojo de llaves en la otra, sintiendo frío hasta los huesos. Parpadeó lentamente y miró hacia atrás por encima del hombro, y vio al hombre de gran sonrisa que llevaba dos maletas y una bolsa de lona a través de una puerta roja. Se detuvo, frunciendo el ceño. Luego dejó caer las llaves y observó su dedo índice tembloroso tecleando diferentes números en la pantalla de su teléfono. Los únicos números que sabía en el orden correcto sin necesidad de verificar. La temperatura bajó otros diez grados mientras lo acercaba a su oído e instantáneamente escuchó la voz de un extraño, diciéndole que dejara un mensaje. No quiso y volvió a llamar al mismo número y luego una tercera vez, pero el resultado siempre fue el mismo, Yoongi no era.
-Chico- Hoseok se le acercó por detrás y le pasó una mano reconfortante por la nuca, apretando una vez- Vamos, te llevaré al hospital- recogió las llaves y lo guió los últimos pasos hacia el estacionamiento, abriendo la puerta del acompañante- Entra.
El intenso olor a perfume y a una loción desconocida para después del afeitado invadió la nariz de Seokjin cuando alguien se inclinó sobre él para abrocharle el cinturón de seguridad. Miró a través del parabrisas hacia la calle y otros autos, letreros, tiendas y casas, gente en la acera, y escuchó todas las palabras que Hoseok le dijo. Sobre mujeres que perdieron el control de sus vehículos y chocaron directamente contra los autos estacionados. Idiotas en posesión de licencias de conducir. Cabinas de conductor destruidas. Buenos paramédicos, socorristas valientes e impuestos bien colocados en beneficio del servicio médico de emergencia.
Escuchó todo y no entendió nada. Miró de izquierda a derecha, luego a su teléfono y al par de anteojos negros, y levantó uno de ellos contra sus labios, mientras su mente formaba imágenes borrosas de un hombre pálido y enojado con una venda blanca que cubría el hermoso cuero negro de la manga izquierda de su chaqueta. Sorbió la nariz, sin gustarle la imagen.
Una mano grande con dedos largos envolvió su muñeca cuando el auto se detuvo y la puerta se abrió, trayendo más frío a su cuerpo tembloroso. La mano lo arrastró a través de otro estacionamiento, a través de grandes puertas automáticas, un enorme vestíbulo, hasta un ascensor y nuevamente afuera, a lo largo de pasillos extrañamente iluminados con más puertas automáticas, unas pesadas de color azul oscuro. Al final de un pasillo muy largo había sillas, cuatro de ellas y tres estaban ocupadas. Por Namjoon, Jackson y Park Jimin, todos sentados allí en silencio, con los antebrazos o los codos apoyados en los muslos, con la cabeza gacha, la tristeza y las emociones intensas rodeándolos lo suficiente como para comprenderlas.
