♡Capítulo 70♡

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Muchas veces el amor no está en quien queremos, unas veces no es correspondido, otras emcontramos el amor en quienes menos esperamos.
Muchas veces tenemos miedo de amar, pues no nos amamos nosotros mismos y si no  tenemos ni la más mínima cantidad de autofecto. No podemos darlo. Esto pasa por que  ni nosotros mismos estamos dispuestos a profundizar en nuestros adentros por miedo a lo que podríamos descubrir. Ese miedo no nos deja ser libres...
Nos ata y nos somete a un lugar donde somos atacados por la ansiedad, temor a ser juzgados. Nos cubrimos con una máscara completamente distinta a lo que realmente somos.
Algunos valientes son capaces de alzar la voz y se quitan ese velo que cubre su verdadera alma.
Y es que solo luchando podemos ser felices, siendo nosotros mismos.
Antes de siquiera  intentar amar a otra persona, deberíamos abrazar nuestra alma y cantarle amores. Conocernos nos permite extender nuestros horizonte, saber distinguir entre lo que nos gusta y lo que nos desagrada.

Todos deberíamos ser valientes y arrancarnos esa máscara y ser nosotros mismos, dejar de lado todo estereotipo, olvidarse de que muestra felicidad depende del famoso "que dirán" o de lo que la sociedad acepta como correcto.
Deberíamos disfrutar de lo que más nos gusta, ya sea bailar, vestirse como nos sintamos cómodos, amar deliberadamente y sin que importe el sexo de esa persona, deberíamos perseguir nuestros más grandes anhelos y sonreírle a la vida...
Amar la vida que nos tocó vivir, ya sea con mucho o poco, recuerda que en lo poco es donde la verdadera felicidad se disfruta mucho más...

Y esto era perfectamente lo que Renata y Esmeralda habían estado haciendo durante casi tres años... Habían comenzado una relación a escondidas pero se habían cansado de ocultarse tras aquella máscara y aquel velo lleno de mentiras.
Habían decidido decir toda la verdad y lo harían en un almuerzo que ambas familias habían organizado. El almuerzo era por el cumpleaños número cuatro del pequeño Matteo y el cumpleaños número veintres de Erick.

Madi no había querido organizar ninguna fiesta ya que estaban ahorrando lo más posible para comprar la casa de sus sueños y organizar la boda.
Erick ya estaba en el tercer  año de administración y derecho, había obtado por seguir dos carreras. Su padre que había ofrecido ayudarle pero este se había negado.
Quería logrado algo por si mismo. Ambos estaban trabajando, Erick en un bar nocturno preparando bebidas y Madi trabajando en una tienda de conveniencia en el turno nocturno.
Aprevechaban cada segundo libre para estar junto con Matteo, pues no querían perderse su crecimiento.
Erick había intentado innumerables veces que Matteo le dijese papá, pero este se negaba, simplemente le llamaba "Eich".

-La comida estuvo muy rica- sonrio Fernando quien estaba terminando el postre de uvas que había preparando la señora Swan para la ocasión.

-Me encanto el postre- sonrio Agata.

-Veo a Matteo y me parece que fue ayer que nació...- Indico Amanda mientras sostenía en su regazo a Matteo, quien comía más que feliz su postre.

- Y yo siento como que fue ayer que nació mi Erick- sonrio Agata y obervo a su hijo, quien estaba junto a Madi tomando del jugo de durazno.

-Mujer ya tiene veintitrés...- río Fernando y toma su mano.

-Si Agata... Ya es un hombre- río Diego y alzo a Matteo -Ven con el abuelo, pequeño... - sonrió y limpio sus mejillas. -Eres tan guapo como tú abuelo - sonrio orgulloso.

-Pff ya ni es rubio, es obvio que saco nuestra belleza- murmuro Fernando.
Pues Matteo con el paso de los años sus cabellos rubios fueron cambiando a unos lindos mechones castaños claros.

-Ahh pelea de Abuelos...- murmuró Diana quien se disponía a beber de su copa.

-Apuesto por papá- dijo en un murmullo Clara a su hermana.

Amor sin Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora