𝕯𝖚𝖔𝖉𝖊𝖈𝖎𝖒𝖔

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Todos los viernes Diana tenía práctica de baloncesto, y como su buena amiga, Lena la veía practicar desde las gradas.

El hecho de que había chicas lindas en poca ropa y con la piel lisa a causa del sudor no era para nada la razón de su presencia en el gimnasio después de clases. Incluso si esas chicas poseían muslos tonificados y bíceps firmes, no eran la razón de la presencia de Lena allí. Ella estaba durante las prácticas para alentar a su amiga.

—Por Dios, no puedo con tu expresión de idiota —jadeó la chica griega mientras seguía con su serie de abdominales—. Deja de ver a mis compañeras como si fueran Diosas.

—Tranquila, Prince, tú eres la única Diosa griega que tiene mi total devoción —luego de decir aquello, la ojiverde guiñó un ojo en dirección a su amiga, quien rodó los ojos—. Oh, vamos, admite que hay mucho material gay por aquí.

—Mejor cierra la boca. Me desconcentras, Luthor.

—¿Oh? ¿Mi hermoso rostro hace que pierdas la noción de tu alrededor? —Murmuró en un tono de voz bajo e insinuante—. ¿Acaso gustas de mí?

—Detesto tu culo egocéntrico —espetó Diana antes de seguir con las abdominales.

La ojiverde dejó salir una carcajada al reparar en el fastidio en la expresión de su amiga, sin embargo, guardó silencio a partir de allí porque lo que menos necesitaba era que Diana le prohibiera volver a ir a la práctica.

Al final del entrenamiento, todas las chicas empezaron a conversar y la entrenadora Prince las felicitó por su desempeño antes de marcharse. Diana seguía practicando sus tiros de tres puntos (aunque Lena no entendía por qué, si acertaba todos los que lanzaba) y el gimnasio estaba vaciándose de a poco, y si bien la ojiverde tenía la mirada puesta de forma exclusiva en su amiga, escuchó que algunos pasos se acercaban en su dirección.

Debió haber estado preparada teniendo en cuenta los antecedentes, pero se sorprendió cuando la ladrona de besos volvió a taclearla y se colocó encima de ella. El jadeo que escapó de sus labios, en conjunto con el golpe de su espalda contra el piso, hizo que la chica griega se girara para ver lo que estaba sucediendo.

Lena vio el cabello rubio casi desaliñado y el atisbo de una mandíbula fuerte antes de que la chica uniera sus labios con firmeza, lo que hizo que la ojiverde cerrara los ojos por inercia y se perdiera la oportunidad de detallar el rostro de la rubia encima de su cuerpo.

El contacto duró tal vez dos o tres segundos, luego de los que la ladrona de besos se alejó para colocarle una camiseta a Lena sobre la cabeza -camiseta que llevaba en la mano desde que entró al gimnasio- para cubrirle el rostro, levantarse rápidamente y echarse a correr mientras Diana la veía con extrañeza y hasta diversión.

La ojiverde se incorporó lo más pronto que pudo y se quitó la camiseta de la cabeza con molestia antes de dirigirle a Diana una mirada furibunda mientras saboreaba el labial de fresa que dejó la rubia misteriosa, mirada ante la que la chica griega se encogió de hombros.

—¡Debiste atraparla!

—¿Por qué? —Diana rodó los ojos antes de lanzar el balón hacia la canasta—. Te veías muy cómoda allí de espaldas mientras ella estaba encima de ti —se burló—. Pasiva.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora