7 años más tarde...
—Estoy muy orgullosa de ti, amor —musitó Samantha al tiempo que dejaba un delicado beso en la boca de su novia—. Sabía que iban a darte el empleo.
—Estaba un poco nerviosa, si soy honesta —expresó la mujer griega con una sonrisa avergonzada—. Tenían muchas solicitudes para el puesto.
La castaña se encogió de hombros antes de pasar sus brazos alrededor del cuello de Diana y acercarla para un beso largo y lento que las dejó sonriendo a ambas, y solo entonces, la ex corredora limpió un poco del labial corrido de su novia y esbozó una sonrisa deslumbrante.
—Estaba tan segura de que obtendrías el trabajo, que decidí que merecíamos ir a cenar y celebrar al restaurante más elegante en Londres.
—Oh —Diana pareció descolocada por un momento, pero antes de que la castaña lograra preguntar qué sucedía, los iris de la mujer griega destellaron con una chispa de diversión y expresó—: Creí que mi premio sería una noche de sexo alucinante donde pondríamos a prueba tu condición de ex corredora.
—Empecemos por el hecho de que sigo siendo una excelente corredora y tengo una resistencia maravillosa, ¿qué demonios? —balbuceó Samantha en respuesta antes de alejarse y tomar su bolso—. Además, por lo general pides un descanso alrededor del cuarto orgasmo.
—Perdóname por querer mantenerme hidratada, diosa del agua y los fluidos sexuales —respondió la mujer griega al tiempo que trataba de esquivar el bolsazo que le lanzó su novia—. Pero en serio, Samantha, no tenías que hacer algo muy grande por mí, estaría perfectamente feliz si solo pusieras una película y me dejaras abrazarte en el sofá.
—Si mi memoria no falla, esas noches de películas en el sofá terminan con tu boca entre mis piernas, Prince —resopló la castaña sin poder ocultar la risa—. No me estoy quejando, pero te volviste predecible desde que usabas la misma técnica en el instituto.
Diana también se rió, pero no dijo nada más, y en lugar de seguirle el juego a su novia, de dedicó a dejar agua y alimento para Zurich -dormida sobre la alfombra de la sala- y Briska -que estaba echada en uno de los sofás- antes de cerrar la puerta del departamento y seguir a Samantha a través del corredor y hasta el ascensor.
En el ascensor se encontraron con una anciana que estaba un poco enamorada de Diana y siempre le hacía saber lo atractiva que era -para el enorme disgusto de su novia- y lo feliz que estaría de invitarla a salir si fuera algunas décadas más joven y la mujer griega unos cuantos años mayor.
Samantha se enfurruñó en una de las esquinas del ascensor y resopló cada vez que la anciana tomó la mano de Diana, y lejos de ser grosera, la mujer griega le devolvió el apretón de mano y le ofreció sonrisas tímidas acompañadas de mejillas sonrojadas, y cuando la mujer mayor por fin bajó del ascensor, Diana le dio un beso en la mejilla a modo de despedida.
—Vaya, no sabía que estabas buscando una sugar mommy —masculló la ex corredora una vez que tuvo de nuevo la atención de su novia.
—Tampoco yo —respondió la mujer griega con una sonrisa—. Pero, por Atenea, Samantha, la mujer tiene la edad para ser mi abuela. Tus celos son un poco irracionales.
—Tis cilis sin in pici iriiciinilis —Le espetó Samantha antes de salir del ascensor con aire molesto.
—Zeus, dame fortaleza —expresó Diana antes de ir tras ella.
Afortunadamente, la castaña pareció olvidar el incidente durante el trayecto en taxi hacia el restaurante, y una vez en la azotea de uno de los edificios más exclusivos en Londres, un hombre tomó sus abrigos y las dirigió a su mesa reservada, donde ordenaron la especialidad del chef y bebieron vino afrutado que las achispó un poco.
Durante toda la noche, Samantha no pudo apartar la mirada de la forma en que la iluminación del restaurante hacía que los ojos de Diana resplandecieran de forma única y la forma en que sus labios perfectos se curvaban en sonrisas tímidas o burlonas con cada comentario que hacía.
Y a su vez, la mujer griega no pudo dejar de apreciar el brillo amoroso en los ojos de Samantha mientras la veía.
Pasada la cena y la hora del postre, ambas recogieron sus abrigos y caminaron hacia la terraza para ver el horizonte nocturno que era iluminado por las estrellas y la luna, y ya que el muro que las separaba de una caída que muy seguramente las mataría medía poco más de metro y medio, Diana se permitió apoyar los codos en él y sentir el roce del viento fresco contra su rostro.
—Gracias por esta noche, amor —expresó la mujer griega con una sonrisa, mientras veía a su novia por encima de su hombro—. Te amo.
Samantha esbozó la sonrisa más amplia que pudo e introdujo su mano dentro del bolsillo de su abrigo, donde palpó la caja de terciopelo donde descansaba el anillo que compromiso que planeaba darle al amor de su vida.
Necesitaba una forma inolvidable para pedirle matrimonio a una mujer tan hermosa y perfecta como su novia, y tenía una idea.
—¿Di? —musitó la ex corredora al tiempo que colocaba la caja del anillo sobre el muro.
Cuando Diana se irguió y se giró para estar frente a la castaña, Samantha tomó dos puños de la gabardina de su novia y la empujó de forma brusca, de tal forma que la espalda de la mujer griega quedó sobre el muro de la terraza mientras la ex corredora la sostenía por la tela de la gabardina.
—¡Sam! —chilló Diana en un hilo de voz, presa del pánico al sentir que la fuerza de la gravedad empujaba su cabello y la parte superior de su torso hacia abajo, en dirección al suelo—. ¡¿Qué demonios te pasa?!
—Eres la mujer más hermosa que conozco —expresó la castaña con una sonrisa, manteniendo un agarre férreo en la gabardina de su novia.
—¡¿Y me lo estás diciendo así?! —volvió a chillar la mujer griega entre balbuceos, sujetando lo más fuerte que podía las muñecas de su novia—. ¡¿Qué está mal contigo, Arias?! ¡Me vas a matar!
Ante los gritos histéricos y la escena tan poco común, el personal del restaurante empezó a hacer un revuelo que ocasionó que los comensales llamaran a la policía y a emergencias y a las cadenas de noticias.
Mientras tanto, Diana seguía al borde de la muerte, completamente pálida y sujetando las muñecas de Samantha con todas las fuerzas que poseía para que no la dejara caer.
—Cásate conmigo.
—¿Qué? —el rostro de Diana pasó del horror a la incredulidad, y pronto, a la furia—. ¡No me voy a casar contigo, maldita loca!
—Cásate conmigo —volvió a decir la corredora, y antes de que la mujer griega pudiera negarse de nuevo, añadió—: Si dices que no, te dejo caer.
Diana palideció aún más y sus iris se desenfocaron a causa del miedo, por lo que asintió de forma frenética para salvar su vida y chilló:
—¡Bien! ¡Me casaré contigo!
Al final de la noche, Diana tuvo que mentirle a la policía y decir que ella estaba plenamente consciente de que su -recientemente- prometida la trataría de ese modo, todo para que no arrestaran a Samantha.
Lena iba a burlarse de ella cuando le contara sobre su estúpido compromiso con Samantha.
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𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]
FanficDonde Kara tiene un crush enorme en Lena Luthor, la presidenta del Club de Ajedrez, y busca formas ingeniosas de robarle besos cada vez que se topa con ella. ••• Advierto que el contenido de esta obra puede ser controversial debido al tema en que gi...
![𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]](https://img.wattpad.com/cover/263625235-64-k565968.jpg)