𝓠𝓾𝓲𝓷𝓬𝓾𝓪𝓰𝓮𝓼𝓲𝓶𝓸 𝓸𝓬𝓽𝓪𝓿𝓸

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Pasar la hora del receso en sociedad se convirtió en una costumbre demasiado rápido para la comodidad de Lena.

Cada vez que veía a Andrea bromeando con Kara sentía que terminarían discutiendo. No era ególatra, narcisista o arrogante -al menos no en gran medida- pero la quarterback era demasiado... ¿cómo decirlo sin que sonara mal? Competitiva y territorial, y si bien la ojiverde tenía claro que ya no estaba interesada en ella -o eso esperaba-, había un pequeño pinchazo de incertidumbre que no la dejaba en paz cada vez que su novia y su exnovia se empujaban por los pasillos o se lanzaban sobre la otra en el campo de fútbol americano.

Verlas interactuar de forma tan amigable era escalofriante.

El comentario de "si fueras un chico no habría volteado a verte una segunda vez" fue olvidado rápidamente cuando Kara la empotró contra un escritorio... pero eso no era asunto de nadie.

De todos modos, los últimos días no hubo incidentes a pesar de que se acercaban las vacaciones de invierno, las evaluaciones estaban a la vuelta de la esquina y la competición de Samantha en solitario más cerca con cada día que pasaba. Había muchas cosas por hacer esos días y, honestamente, Luthor High estaba vuelto loco con todos los preparativos.

Entre los entrenamientos cada vez más arduos de Samantha, las sesiones de estudio para los exámenes y los planes de hacer un pequeño viaje a Las Vegas -aprovechando que ya todas tenían dieciocho y la madre de Diana era dueña de un loft en la ciudad-, la última semana había estado demasiado frenética, aunque nada que las chicas no pudieran sobrellevar.

—Así que Las Vegas —Andrea subió y bajó las cejas repetidamente y esbozó una sonrisa maliciosa—, ¿qué tipo de cosas harán allí?

—Escuché que es un lugar salvaje, horrible y francamente libidinoso —la chica ucraniana hizo una mueca y se removió en su lugar. Lena la tomó por la mandíbula y unió sus labios brevemente solo porque podía, pero la rubia no le prestó mucha atención—. No creo que mis padres me dejen ir.

—Kara, querida, debes vivir el momento, maldita sea —Samantha la abrazó por los hombros y murmuró en su oído—. ¿Qué tal si una vez allí reúnes el valor suficiente y te metes en los pantalones de Lena?

Las mejillas de la rubia adquirieron un profundo tono rosado y Lena frunció el entrecejo sin saber cómo tomar aquello, pero si la expresión perversa en el rostro de Samantha era una indicación...

—Deja de pervertir a mi novia, Arias —espetó con irritación. Al costado de la corredora, Diana le golpeó las costillas con fuerza moderada.

—Cierto. Deja a la rusita en paz.

—¿Cómo me dijiste? —Kara rápidamente se puso de pie con el entrecejo fruncido y miró a la chica griega con toda la intención de matarla—. Repítelo si tienes ov...

—Kara, ya, por Dios —Lena sujetó a su novia por el brazo y le dio un tirón para volver a sentarla en su lugar—. ¿No pueden pasar un maldito segundo sin discutir?

Diana le dirigió una sonrisa burlona a la rubia, quien estuvo a punto de ponerse de pie de nuevo.

—Diana, ya —zanjó la corredora dándole una bofetada con fuerza moderada para que volteara a verla—. Compórtate. Si bien amo verte con golpes en el rostro, sabemos que odias tener imperfecciones, así que guarda tus malditos comentarios para ti misma.

—Hazle caso a la ecuatoriana —Andrea se burló a propósito.

La corredora se puso de pie con una furia espontánea que sorprendió a todas en la mesa.

—¡Atrévete a decirlo de nuevo, maldita hija de la gran puta!

—¡A mi madre no la vas a insultar, reverenda...

—¡Basta! —Chilló la ojiverde con todas sus fuerzas. Las otras cuatro chicas voltearon a verla de inmediato—. Maldita sea, las odio.

Cuando la campana sonó cada una caminó a su clase, pero Kara y Lena tenían hora libre y decidieron ir al patio trasero un rato. El día estaba agradable y el césped no estaba húmedo -por lo que no había probabilidad de mojarse los vaqueros-, así que tomaron asiento debajo de un cerezo.

—Oye —comenzó la rubia sin dejar de jugar con los dedos de Lena—, cuando tu madre mencionó que te encontró en la cama con alguien...

La ojiverde se tensó por completo y contuvo la respiración, pero Kara siguió jugando con sus dedos entrelazados y Lena se obligó a relajarse y emitir un pequeño "uhm".

—¿Conozco a dicha persona? —Cuestionó en un tono de voz tranquilo y curioso.

—Eh... ¿por qué quieres saber eso? —Respondió la ojiverde en cambio, sin abandonar su reticencia.

—Es simple curiosidad, lo juro.

—Bueno, sí.

—¿Andrea?

—Ew, no.

—¿La tipa del partido de baloncesto?

—Puaj, qué asco.

—¿Jack?

—¿Qué demonios? —Lena volteó a verla con el entrecejo fruncido—. ¿Quién te dijo que salí con Jack?

—Samantha.

Maldita Samantha, siempre hablaba de más.

—Como sea. No. No fue con él.

—¿Entonces? —Volvió a cuestionar la rubia.

—Oh, bueno, ya sabes —la ojiverde se encogió de hombros y dejó salir una risa tensa—. Nadie realmente importante. Solo Diana.

—Ah, Diana —Kara también dejó salir una risa.

Un momento...

Lena se encogió ante el sonido estrangulado que dejó la garganta de su novia y se preparó mentalmente para el ciclón de preguntas.

—¡¿Qué?! —Chilló la rubia justo en su oído, por lo que volvió a encogerse al sentirse aturdida—. ¡¿Cómo que te encontró en la cama con Diana?!

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora