𝕯𝖊𝖈𝖎𝖒𝖔𝖈𝖚𝖆𝖗𝖙𝖔

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Enterarse que era martes de activación física apenas llegó al instituto esa mañana, fue un golpe brutal para el buen humor de Lena.

Su mañana se resumió a dos horas corriendo en círculos como idiota alrededor del campo de fútbol americano hasta que le dolieron las piernas, haciendo flexiones hasta que le temblaron los brazos y haciendo abdominales hasta que los músculos de su abdomen se resintieron con ella y su cuerpo la mandó al carajo por no tenerlo acostumbrado a trabajar así.

La peor parte era que su madre estaba supervisando a su grupo y apenas veía que la ojiverde reducía el ritmo, le gritaba a través del megáfono cosas como mueve esas piernas, Luthor, activa esos brazos escuálidos o ¿acaso tienes cinco años? ¡Corre más rápido! Según Lillian, aquello era para mostrarle a los demás estudiantes que no había favoritismo. Según Lena, necesitaba un cambio de instituto lo antes posible.

Al final, con el cuerpo dolorido y la dignidad pisoteada, un puñado de chicas se dirigieron a las distintas duchas y empezaron a asearse. Samantha lucía fresca y sin malestar en las piernas (Lena no pudo evitar detestarla un poco por eso) y Diana se veía radiante aún cuando una capa de sudor cubría su piel.

—Las odio.

—También te queremos, Lena —respondió Samantha al tiempo que se desataba las agujetas—. Prince, ¿te sobra algo de champú? —Cuestionó al tiempo que se dirigía a una ducha vacía.

—Claro —respondió Diana antes de lanzarle un frasco—. Guárdame un poco.

Cerca de media hora después, luego de que casi todas las chicas se asearon, Lena se encontraba bajo la regadera, frotando el champú en su cabello para lavarlo. Incluso Samantha y Diana se habían marchado, pero eso estaba bien, lo que menos deseaba era que sus amigas se rieran de ella y su mala suerte descubriendo la identidad de la ladrona de besos.

La ojiverde estaba incluso tarareando debido a su momento de relajación, vestida únicamente con sus bragas y la camiseta del instituto porque no le gustaba desvestirse por completo a pesar de estar a solas en las duchas. Estaba por empezar a enjuagarse el cabello cuando el agua dejó de caer sobre su cabeza, lo que hizo que frunciera el entrecejo aún con los ojos cerrados.

Se giró y movió de un lado a otro la llave de la regadera, pero nada sucedía, y para su mala suerte, alguien ingresó a la estancia -si el sonido de la puerta siendo abierta era una indicación-.

—Hey, Luthor —murmuró la chica.

La ojiverde se tensó en su lugar al reconocer el acento arrastrado de la rubia misteriosa y tragó saliva de forma forzada. También trató de abrir los ojos, pero volvió a contraer los párpados cuando el champú entró en sus ojos, y maldijo a medio mundo antes de responder el saludo.

—Hey.

—¿Necesitas ayuda? —Cuestionó El con cierto dejo de preocupación—. Te ves tensa. Quería hablar contigo y aproveché que estabas sola, pero puedo volver en otro momento si...

—De hecho necesito un poco de ayuda —interrumpió de forma apresurada—. Mi regadera se quedó sin agua, tengo champú en los ojos y...

—Tranquila, puedo dirigirte —ofreció la rubia de forma amable—. Tomaré tu toalla y necesito que abras la puerta. Prometo que no voy a mirar.

Lena no estaba tan segura de creerle, pero se dijo que no tenía otra opción y asintió. Dio pasos tentativos hacia enfrente y desbloqueó la puerta para luego sentir que la chica envolvía una toalla a su alrededor antes de dirigirla con cuidado a la regadera de al lado. Incluso abrió la llave para ella.

—Listo. Ahora debo irme.

—¿Me vas a decir tu nombre? —Murmuró la ojiverde aún con los ojos apretados.

La rubia dejó salir una risa tranquila y presionó sus labios con delicadeza contra los de Lena antes de murmurar:

—Tal vez en otra ocasión —y salir de la estancia.

La ojiverde se quedó con una sonrisa en los labios por el resto del día.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora