𝐒𝐞𝐱𝐚𝐠𝐞𝐬𝐢𝐦𝐨 𝐬𝐞𝐱𝐭𝐨 +

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Samantha ayudó a mantener erguida a su novia -que estaba sentada en una de las camillas de la enfermería con las piernas colgando por el borde- y le abanicó ligeramente el rostro con expresión preocupada.

Lena tenía ganas de reírse debido a la mueca de espanto en el rostro de Diana y la palidez en su semblante. Más que haberle dicho que estaba casada con la chica equivocada, parecía que a la chica griega le habían confesado que tenía alguna enfermedad terminal.

Por su parte, Kara se mantuvo un tanto alejada, cruzada de brazos, con el entrecejo fruncido y la mirada puesta en el suelo mientras pensaba en todo aquello.

Nada tenía sentido.

—¿A quién demonios se le ocurrió esta estupidez? —Cuestionó la chica griega en un hilo de voz y sin apartar la mirada de su regazo—. Porque no me importa quién haya sido, le voy a patear el trasero de tal forma que no va a poder sentarse sin necesitar un cojín extra suave.

Samantha, Lena y Kara voltearon a verse entre ellas y se encogieron de hombros porque la verdad era que no tenían idea de quién había sugerido ir al registro civil. Presuntamente había sucedido el día que visitaron el casino, al menos eso decía la fecha en las actas de unión matrimonial, sin embargo, más allá de beber algunas copas de forma ilícita gracias al encanto griego de Diana y su increíble forma de coquetear con cualquiera con dos ojos cuando se lo proponía, no habían consumido otra cosa que no fuera vino y champagne caro. De ese que tenía un sabor horrible pero costaba más que el alquiler de una persona de clase media.

—Esto no es importante ahora, Diana, deja tus amenazas para otro momento —Samantha rodó los ojos y le acarició el pómulo derecho con cariño—. ¿Te sientes mejor?

—¿Acaso me veo como alguien que se siente mejor, Mary? —Espetó la chica griega—. ¡Renuncié a mi apellido, Samantha! ¡Mi apellido! Aquello de lo que siempre me he sentido orgullosa ahora simplemente... no está. Mi apellido es... era lo que me hacía ser yo y...

—Si sirve de algo... —comenzó la rubia.

—No sirve de nada —cortó la chica griega—. Necesitamos divorciarnos. Lo antes posible, El.

—¿Cuando dices "El" te refieres a Kara o te refieres a...

—Cállate, Samantha.

La castaña alzó las manos en señal de rendición y se encogió de hombros, mientras tanto, Lena trataba de recordar lo que había sucedido porque no tenía sentido. Tal vez el alcohol se les subió demasiado rápido ya que no estaban acostumbradas a beber, y tal vez lo que fue un excelente plan para que nadie -la señora Arias- separara a Samantha de Diana, terminó en un desastre catastrófico.

—Creo que tengo una idea de lo que pudo haber ocurrido —murmuró la ojiverde aún con expresión pensativa—. Este pudo haber sido un plan genial, ya saben, matrimonio para evitar que alguien nos separe, pero por alguna razón salió mal.

—Entonces es culpa tuya —murmuró Samantha con los brazos cruzados.

—¡¿Qué?! —Lena balbuceó—. ¿Por qué mi culpa?

—Siempre dices tener planes estratégicos excelentes y siempre terminan en un desastre. Por como lo dices, fue idea tuya y toda esta situación fue tu culpa —espetó Diana.

—A ver, pero nada está comprobado aún —Kara se colocó entre Lena y Diana para bloquear la mirada homicida en dirección a su novia y luego añadió—: Incluso si hubiera sido culpa de Lena, ¿por qué terminamos casadas con la chica equivocada?

—Por imbéciles —masculló la corredora.

Todas a quedaron calladas cuando la enfermera ingresó a la estancia y caminó hacia uno de los estantes para tomar un paquete nuevo de gasas, vendas y agua oxigenada. No querían que la situación estúpida se supiera por accidente en todo Luthor High, así que optaron por quedarse en silencio hasta que la mujer saliera.

—Diana, ¿el calmante ya hizo efecto? —Cuestionó la enfermera a medio camino hacia la puerta.

—Eh... creo que sí. Ya no quiero matar a Kara —admitió Diana. La chica ucraniana se atoró con su propia saliva y Lena le dio unos golpecitos en la espalda para que aquello pasara más pronto—. Gracias, Mera.

—No fue nada —respondió la aludida—. ¿Podrían quedarse un rato aquí? Parece ser que alguien se hizo un esguince en el campo de fútbol americano y no quiero que la enfermería quede vacía.

—Cuenta con nosotras —respondió la ojiverde.

Mera esbozó una sonrisa y luego salió del lugar, lo que permitió que las cuatro chicas dejaran salir una exhalación que estaban conteniendo debido a lo pesado del ambiente.

—Chicas, yo debo irme —murmuró la rubia al tiempo que reafirmaba su agarre en el asa de su mochila—. Mi padre está en la oficina y mi madre salió a no sé dónde. Debo preparar la cena para cuando regresen.

—¿Crees que pueda pasar a tu casa luego de que terminemos aquí? —Cuestionó Lena en dirección a su novia.

Kara pareció pensarlo un largo rato, pero terminó por unir su cuerpo al de la ojiverde y la besó de forma firme aunque ciertamente casta, sin embargo, sacando provecho de que Diana y Samantha estaban conversando en voz baja, la rubia corrió su dedo índice por el centro del abdomen de su novia hasta llegar a la cremallera de sus vaqueros y presionó ligeramente contra la tela.

Las mejillas de Lena se encendieron ante el toque repentino pero bienvenido y no pudo evitar mirar por encima del hombro de Kara en dirección a sus amigas, temerosa de que estuvieran viendo su interacción, pero las chicas se veían ensimismadas en ellas mismas mientras tenía los dedos de su novia en... en fin.

—¿Eso es un no? —Exhaló la ojiverde en un hilo de voz.

—Eso es un depende —respondió la chica ucraniana contra la boca de Lena—. Depende de si por fin vas a dejarme estirar tu coño —murmuró en un tono casi inaudible.

La ojiverde se atragantó con su propia saliva, lo que llamó la atención de las otras dos chicas e hizo que Kara se alejara unos pasos en dirección a la puerta.

—Oh, uhm... sí, por supuesto. Eh... te veré allí —Lena balbuceó en respuesta.

La rubia esbozó una sonrisa brillante y asintió en dirección a las chicas a modo de despedida antes de salir de la enfermería. Diana le dedicó un mirada escrutadora a la ojiverde, quien se removió incómoda -tal vez por algo en sus bragas- y desvió la mirada.

—¿Acaso vas a follar con Kara?

—No sé de qué estás hablando —respondió la ojiverde aún sin mirarla. Samantha se burló en voz baja.

—Oh, vamos, le pusiste ojitos de "por favor, fóllame" —comentó la corredora.

—Yo no...

—¡¿Acaso te vas a follar a mi esposa, Lena Kieran Luthor?! —Chilló la chica griega antes de dejarse caer de espaldas en la camilla.

—Vete a la mierda —masculló la ojiverde antes de salir al pasillo.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora