𝕯𝖊𝖈𝖎𝖒𝖔𝖘𝖊𝖕𝖙𝖎𝖒𝖔

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El esperado día del torneo por fin había llegado, y con ello, la emoción de Lillian por ver que su hija derrotaba a todos creció.

El problema era que Diana no aparecía por ninguna parte y como miembro del Club de Ajedrez, su presencia era indispensable. Además, ¿contra quién se suponía que Lena jugaría la final si la segunda mejor jugadora del instituto no aparecía?

Por su mente cruzó la idea de que la chica griega había tenido práctica de baloncesto y posiblemente aún estuviera en las duchas, por lo que se dirigió hacia allí rápidamente porque quedaban solo quince minutos para que el torneo diera inicio y debían estar en el patio de forma inmediata.

Al empujar la puerta de las duchas, la ojiverde casi tropezó con sus propios pies al procesar la imagen que se presentaba ante sus ojos, una imagen que tenía tan poco sentido para su cerebro que tuvo que parpadear un par de veces para convencerse de que no estaba siendo engañada por su mente.

—¿Qué demonios? —Espetó en apenas un hilo de voz.

Apenas escucharon la voz chillona, Samantha y Diana separaron sus bocas y miraron en dirección a Lena, que se veía pálida y en shock. La castaña estaba a horcajadas sobre la chica griega -que estaba sentada en una banca- y le sujetaba las muñecas contra la pared detrás de ella, Diana tenía las mejillas sonrojadas y Samantha el cabello desaliñado.

—Pensé que eras heterosexual —chilló la ojiverde en dirección a la basquetbolista.

Samantha dejó salir una carcajada al tiempo que abandonaba el regazo de Diana y le soltaba las muñecas para dirigirle a Lena una sonrisa divertida.

—La única forma en que »Diana« y »heterosexual« podrían estar unidas en una frase, sería en algo como "Diana hizo dudar a una heterosexual" o "Diana no es heterosexual".

La chica griega se sonrojó aún más y se puso de pie con torpeza, seguidamente hizo una seña entre ella y Samantha con la mano y se encogió de hombros antes de decir:

—Estamos saliendo.

—No me digas —la ojiverde rodó los ojos, se cruzó de brazos y resopló—. Me deben una explicación enorme, pero tendrá que ser luego del torneo. Diana, vámonos ahora.

***

Todo fue relativamente como cualquier otro torneo organizado en el instituto, Lena ganó cada partida que jugó en apenas algunos movimientos, Diana hizo otro tanto en el lado opuesto del patio, y cuando venció al último chico y pasó a la final, la ojiverde frunció el entrecejo al ver que de la mesa de Diana se ponía de pie una chica rubia y caminaba en su dirección.

La chica griega también se puso de pie y miró en dirección a Lena antes de encogerse de hombros. Cuando la ojiverde volvió la mirada al frente, había una chica rubia, de ojos azules y expresión seria en el lugar que usualmente era ocupado por Diana para jugar la final. La multitud se aglomeró alrededor de la mesa y pudo sentir la presencia de su madre justo a su lado, lo que le dio confianza.

La rubia no dijo una sola palabra.

Al principio, parecía ser una partida fácil e incluso llegó a pensar que su amiga había dejado ganar a la chica, pero el pensamiento pasó al olvido cuando la rubia empezó a eliminar sus piezas sin hacer mayor esfuerzo, lo que ocasionó que Lena apretara los dientes y pensara de forma minuciosa cada uno de sus movimientos.

Las piezas seguían dejando el tablero y según la mente experta de la ojiverde, sus posibilidades de ganar aquello de forma sencilla eran nulas. La rubia parecía experimentada y mantenía el rostro cuidadosamente inexpresivo, por lo que Lena se propuso dejar fuera de su rostro cualquier signo de duda.

Al final, la ojiverde recuperó su reina y emboscó al rey de la rubia, la chica frente a ella elevó la mirada al percatarse de que básicamente estaba perdida y esbozó una sonrisa ladina que desconcertó a Lena.

—Jaque mate —murmuró.

La otra competidora se colocó de pie y alzó las manos a modo de rendición, Lillian expresó que la ojiverde era la campeona del torneo -como todas las otras veces- y Lena también se puso de pie para tomar con firmeza la mano que la rubia mantenía extendida.

Cuando sus manos se unieron, la sonrisa maliciosa volvió a extenderse en los labios de la rubia y, apenas un segundo después, tiró de la mano de Lena de forma brusca y unió sus bocas con firmeza.

Todos los presentes -incluída Lillian- dejaron salir un jadeo ahogado y los estudiantes empezaron a murmurar.

La ojiverde también jadeó debido a lo repentino de la acción, pero el sabor a labial de fresa le confirmó que esa chica era su ladrona de besos, y para dejarlo aún más claro, la rubia al fin habló al separar sus labios:

—Kara El. Debo decir que es un placer haber perdido ante ti —y luego de decir aquello, soltó la mano de Lena antes de abrirse camino entre los estudiantes y salir del patio.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora