𝑪𝒖𝒂𝒅𝒓𝒂𝒈𝒆𝒔𝒊𝒎𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒏𝒕𝒐

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Como cada maldito miércoles de su vida desde que inició el ciclo escolar, Lena ató las agujetas de sus zapatillas de deporte y maldijo entre dientes.

A su costado, Samantha estaba usando su teléfono para mensajear con Diana porque esta no había asistido a clases debido a una cita de rutina con su psicóloga. ¿O era la oftalmóloga? ¿Quizás fue con la otorrinolaringóloga? Igual y era con la ginecóloga... o con la antropóloga. Lena no tenía ni idea de por qué su amiga iría a una cita de rutina con una antropóloga, pero cada quien con sus cosas.

—¿Por qué Diana tuvo una cita de rutina con una antropóloga? —La ojiverde cedió ante su curiosidad y frunció el entrecejo. La corredora la miró sin tener idea de qué estaba hablando.

—¿Qué?

—Dijiste que no podría venir hoy porque tenía una cita de rutina con su antropóloga —Lena explicó con obviedad.

—¿Qué demonios, Luthor? ¿Por qué Diana iría con una antropóloga? —Samantha hizo una mueca y rodó los ojos—. Dije que tenía una cita de rutina con su odontóloga.

—Oh... —la ojiverde parpadeó un par de veces para procesar la nueva información, y luego añadió—: Bueno, eso tiene más sentido.

La castaña dejó salir una risa divertida pero volvió a sus asuntos de inmediato, por lo que Lena decidió salir de los vestidores y dirigirse hacia el gimnasio antes de que cualquier otra cosa sucediera.

Era usual que los profesores o entrenadores unieran a dos grupos de estudiantes para hacer las actividades cada ciertos días y fomentar la convivencia, por lo que la ojiverde no se sorprendió cuando entró al gimnasio y vio que Kara, Alexandra, Margaret y Jack estaban calentando. La entrenadora estaba revisando tal vez la actividad en su... cosa de actividades, y del techo colgaban dos cuerdas con nudos a cada cierta distancia para trepar, mismas que rozaban las colchonetas debajo del área donde se llevaría a cabo la actividad.

Los brazos de Lena protestaron solo con ver la cuerda.

Con suerte lograría escabullirse y dejarse hasta el final para quedarse sin tiempo en clase y evadir la actividad.

Kara se veía hermosa, aunque eso no era nada nuevo. Sin embargo, había algo en ella usando ropa ajustada y corta, del tipo que dejaba en exhibición su cuerpo atlético, definido y firme al tacto. Tal vez eran las hormonas de Lena hablando, pero no había nada que pudiera negarle a Kara...

Con semejante estructura ósea y muscular, Lena no entendía cómo era posible que aún no hubiera aplicado para ningún equipo del instituto.

—Puaj, ¿y esa expresión de babosa hormonal? —Samantha le golpeó el brazo y la ojiverde rodó los ojos.

—¿Cuál expresión de babosa hormonal? Creo que olvidas quién fue la que entró a la duchas luego de clases para un "rapidito" con su novia —se burló Lena.

La corredora se sonrojó profundamente, pero no tardó en defenderse.

—De acuerdo, pero eso solo sucedió una maldita vez —la castaña resopló—. Además, estaba en el período antes de mi ciclo menstrual y mis hormonas siempre se alocan de más esos días.

La ojiverde iba a replicar para desacreditar la excusa de su amiga, pero la entrenadora sopló su silbato y tuvo que guardar silencio para acercarse y hacer un círculo alrededor de la entrenadora Prince para escuchar la dinámica del ejercicio rompe huesos que estaban por hacer.

Justo como pensó, debían escalar la cuerda, tocar la viga del techo y luego descender. Sería una competencia de la clase A contra la clase B, y malditamente todos en la clase B se veían en excelente forma. Especialmente Kara...

—El y Luthor serán las primeras —espetó la entrenadora.

La rubia volteó a ver a Lena, quien hizo una mueca pero se acercó a la cuerda de todos modos. Le empezaron a sudar las manos -más cuando se percató de que Kara estaba solo a unos pasos- pero trató de mantener la compostura porque era una Luthor, y los Luthor jamás renunciaban.

—Sin resentimientos, ¿cierto? —Murmuró la chica ucraniana al tiempo que sujetaba la cuerda. Lena hizo lo mismo para no desentonar.

—Pfft, es solo un juego estúpido.

Cuando la entrenadora sopló el silbato, la ojiverde pudo ver todo en cámara lenta. Kara ejerció una fuerza impresionante para elevarse con rapidez y eficiencia, haciendo uso de sus brazos para llegar a la cima lo más pronto posible.

Lena hizo lo mismo. Más o menos.

Todo iba bien dentro de lo normal, la ojiverde se elevó con confianza para subir y tocar la viga en el techo, pero cuando estuvo a unos dos metros de distancia del suelo, los músculos de sus bíceps se flexionaron de una forma poco agradable y sus dedos se aferraron con fuerza a los nudos en la cuerda para evitar caer y romper su lindo rostro en el proceso de aterrizaje.

Kara estaba bajando de nuevo y ella seguía suspendida a dos metros del suelo mientras trataba de disipar el maldito tirón en sus bíceps y se sostenía con todas sus fuerzas para no caer. Pero la gravedad era una perra y la odiaba, así que...

—Mierda —espetó al tiempo que perdía el agarre en los nudos de la cuerda.

La rubia estaba alardeando de su desempeño, demasiado ensimismada en su arrogancia para notar que estaba justo debajo de Lena, y cuando la ojiverde perdió el agarre en la cuerda, cayó de lleno sobre ella.

El golpe habría sido mucho más doloroso si Kara no hubiera detenido el golpe, así que debía agradecerle. Aún así, el choque de extremidades fue doloroso y terminaron enredadas en una posición extraña mientras se lamentaban y maldecían a medio mundo.

Una multitud de estudiantes se reunió alrededor de ambas y la entrenadora rodó los ojos antes de hacer un par de anotaciones y murmurar:

—Luthor y El, a la enfermería.

Cojearon en silencio mientras se dirigían a la enfermería, pero antes de llegar, Lena tomó a la rubia por los hombros y la empujó contra un muro para besarla. Kara la sujetó por las caderas y unió sus cuerpos para desempeñar mejor todo aquello, pero se separaron de forma brusca cuando alguien se aclaró la garganta detrás de ambas.

—¿Saltándose las clases para besarse en los pasillos? —Cuestionó la directora con los brazos cruzados y una ceja alzada.

—¡No! —Balbuceó la rubia—. Íbamos a la enfermería porque...

—No parece que estén camino a la enfermería —zanjó Lillian, y cuando Kara quiso replicar de nuevo -Lena ni siquiera lo intentó porque conocía a su madre-, la mujer volvió a hablar—. Tienen detención.

—¡¿Qué?! —La rubia le dedicó una mirada de pánico a Lena, quien se encogió de hombros.

—Por lo menos no tienes que atender la cafetería y no tengo que limpiar nada —la ojiverde se encogió de hombros.

—Uhm... yo no estaría tan segura —murmuró la directora antes de seguir su camino—. Mantengan sus manos quietas.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora