𝑪𝒖𝒂𝒅𝒓𝒂𝒈𝒆𝒔𝒊𝒎𝒐 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒐 +

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Ese lunes por la mañana luego de un par de clases donde Lena no pudo hacer otra cosa que no fuera pensar en su sueño de la noche anterior, la ojiverde se dirigió con pasos firmes y seguros hacia el aula de la clase de historia impartida por el profesor Carr.

Había decidido saltarse la clase de esa hora, le pidió a Diana que la excusara con la profesora -aunque no era que tuviera que hacerlo, era la hija de la directora, por Dios- y salió del aula con un objetivo en mente.

En cuanto a su sueño de la noche anterior... todo se había resumido a manos torpes y ansiosas, labios hinchados y dientes traviesos que habían sido creados por el cerebro hiperactivo de la ojiverde, quien había estado ansiosa por comprobar esa teoría.

Durante toda la mañana estuvo diciéndose que era completamente irracional hacer de aquello una realidad -por más mínimo que fuera-, porque había sido un sueño inducido por sus locas hormonas adolescentes, misma que habían estado demasiado activas últimamente.

Pero luego, su mantra se jodió al toparse con un gif en Tumblr donde dos chicas estaban besándose de forma efusiva, lo que la llevó a pensar que sus besos con Kara habían sido demasiado -en serio demasiado- castos hasta el momento. De hecho, no podía recordar una sola vez en que la rubia hubiera ido más allá de los besos que apenas involucraban un jugueteo de labios o una ocasión donde hubiera decidido tocarla más... íntimamente.

Había sido Lena quien tocó a la chica ucraniana dos veces, una de forma accidental y la otra completamente intencional, y si bien la vez en que Kara introdujo una nota en su bolsillo delantero podía calificarse como un toque íntimo, si la ojiverde era honesta consigo misma, aquello pudo haber sido producto de su imaginación.

De cualquier forma, llamó con sus nudillos una vez que estuvo frente a la puerta del aula de historia y esperó de forma paciente y con la barbilla alzada en una muestra de desafío.

—Señorita Luthor, hoy no le toca clase conmigo —comentó el profesor apenas abrió la puerta.

—Afortunadamente —respondió la ojiverde en un tono bajo. Se había planteado un par de veces grabar la clase del profesor Carr y reproducirla cuando tuviera insomnio para lograr dormir—. Estoy aquí buscando a Kara El.

De forma inmediata, la rubia aludida enderezó su postura y todo el color abandonó su rostro. La puerta abierta de par en par dejaba a la vista que los demás estudiantes empezaron a murmurar alrededor de Kara, quien hizo una mueca pero no miró en dirección a Lena.

—Uhm... ¿asunto? —Cuestionó el profesor con los brazos cruzados.

Lena quiso responder "planeo que nos besemos en la biblioteca", pero en cambio, su cerebro se adelantó a sus hormonas y terminó por decir:

—Mi mam... digo, la directora está esperándola en su oficina.

—Kara El, vaya —terminó por decir el profesor antes de volver a su escritorio y seguir con la clase.

Luego de que la rubia recogió sus cosas y salió del aula, empezó a caminar al costado de Lena con la mirada puesta en el piso y el entrecejo fruncido en preocupación, lo que hizo que la ojiverde dejara salir un suspiro pesaroso.

—No estás en problemas, fue una mentira piadosa para sacarte de allí —admitió un tanto avergonzanda. Kara alzó la mirada de inmediato.

—Maldita sea, por un momento creí que me iba a expulsar por besar a su hija.

Lena dejó salir una carcajada que resonó por el corredor -misma que hizo sonreír a Kara- pero negó con la cabeza y tomó el brazo de la rubia para dirigirla hacia la biblioteca del primer piso, que estaba vacía a esa hora porque la bibliotecaria tomaba un descanso.

Kara frunció el entrecejo pero no dijo una palabra, al menos no hasta que la ojiverde la dirigió hacia un muro al fondo y dejó caer su mochila, por lo que ella hizo lo mismo sin saber aún qué estaban haciendo allí, aunque todo quedó demasiado claro cuando Lena la acorraló contra la pared y le sonrió de forma maliciosa.

—He tenido un pensamiento, tal vez también un sueño, y me preguntaba si serías tan amable de dejarme probarlo. Prometo que no es algo muy elaborado —comentó sin apartar la mirada del cuello de la rubia, quien tragó saliva de forma forzada—. Puedes decir que no y...

—Hazlo —la chica ucraniana la cortó en un hilo de voz.

Una vez que obtuvo el consentimiento, Lena atrapó las muñecas de la rubia y las sujetó con un agarre firme contra el muro de concreto para mantenerla inmóvil, luego se inclinó hacia su boca en inició un beso tal vez demasiado ansioso.

Kara trató de forma ardua de igualar el ritmo de la boca y lengua de la ojiverde al tiempo que se esforzaba por mantener las manos inmóviles justo donde estaban, pero luego, Lena abandonó su boca y se dirigió a su cuello con besos tentativos y superficiales, y entonces la rubia tuvo serios problemas en mantenerse quieta y mayormente en silencio, pues cada beso que la ojiverde dejaba en su cuello era como una chispa que amenazaba con encender sus hormonas y causar un incendio desastroso.

La rubia trató de no pensar en el calor que se estaba acumulando en su vientre bajo o lo sofocada que se sintió de repente, pero de alguna manera, Lena hizo un movimiento extraño que resultó en un roce en el vértice entre sus piernas y Kara tuvo que apretar los puños para retener un gemido que resultó en un jadeo casi ofendido que llamó la atención de la ojiverde.

—Maldita sea, lo siento —Lena se disculpó rápidamente al ver las mejillas encendidas de la rubia—. Kara, yo... solo quería ver si se sentía igual que en el sueño y...

—¿Y cuál es el veredicto? —Cuestionó la chica ucraniana con la voz rasposa -lo que marcó su acento- y las mejillas aún más sonrojadas.

—Fue infinitamente mejor.

Kara asintió una sola vez y cambió su peso de un pie a otro con cierto aire nervioso antes de añadir en voz baja:

—Encantada de ayudar.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora