𝕾𝖊𝖌𝖚𝖓𝖉𝖔

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El hecho de que una chica la besó el día anterior en un corredor no permaneció por mucho tiempo en la mente de Lena. Había sucedido en Luthor High, y honestamente, ese lugar era lo suficientemente raro como para que sucedieran cosas de ese estilo un día sí y el otro también.

Es decir, solo pensó en ello durante las clases del resto del día, mientras hacía su tarea, la cena, e incluso antes de dormir. Tal vez también durante la primera hora de clases esa mañana en el instituto, pero definitivamente ese hecho no permaneció en su mente durante mucho tiempo.

No era como si hubiera soñado que sucedía de nuevo.

De cualquier forma, dejó de pensar en ello cuando encontró a Diana en el corredor donde estaban sus casilleros. La chica griega estaba buscando —probablemente— el libro para su siguiente clase, demasiado ensimismada como para percatarse de la presidenta del Club de Ajedrez caminando con cierto aire de molestia nada disimulada en su dirección, pero de algún modo logró esquivar a tiempo la puerta de su casillero cuando Lena la golpeó para cerrarla de golpe.

Fue un movimiento impulsivo, y si Diana no hubiera reaccionado a tiempo, su rostro de millón de dólares —cincelado a mano, como muchos decían— estaría adornado con un corte en la mejilla derecha.

—¿Qué hice ahora? —La chica griega dejó salir un suspiro, para nada sorprendida ante la mirada de homicida que le dirigía Lena—. Debió ser terrible, dado que quisiste desfigurarme el rostro.

El músculo en la mandíbula de la ojiverde se tensó, evidenciando lo mucho que estaba tratando de mantenerse tranquila.

—No revisaste el aviso del torneo —espetó por fin Lena, empujando una hoja arrugada contra el pecho de Diana—. Eso hiciste.

La chica griega pareció desviar la mirada hacia alguien detrás de su amiga, pero en un parpadeo volvió su atención a los ojos verdes que la miraban con enfado, frustración y un poco de deseo asesino.

—Cuidado —Fue lo único que comentó, obviando por completo la molestia de la ojiverde. 

Lena estaba a punto de gritarle porque evidentemente no se lo estaba tomando en serio, pero alguien le dio la vuelta en un movimiento demasiado abrupto y rápido, y la empujó hasta que su espalda descansó contra el muro de casilleros, y luego unos labios descansaron de forma casta contra los suyos.

Sabían a labial de fresa y su cerebro hizo cortocircuito y, de nuevo, solo fue consciente de lo que ocurrió al ver una cabellera rubia doblando al final del corredor.

Cuando estaba por preguntarle a Diana si logró ver a la chica que le robó, no sólo uno, sino dos besos, encontró que su amiga salió huyendo apenas la desconocida la atrapó contra los casilleros.

Tenía aún la mente nublada debido al beso repentino y el delicado sabor a fresa en sus labios, pero un beso cualquiera de alguien que ni siquiera conocía, no haría que se olvidara de que debía asesinar a Diana la próxima vez que la viera.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora