𝕿𝖗𝖎𝖌𝖊𝖘𝖎𝖒𝖔 𝖙𝖊𝖗𝖈𝖊𝖗𝖔

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—Creo... creo que es mejor que me vaya —la voz de Kara salió en apenas un susurro estrangulado, y de alguna forma su acento salió a relucir aún más.

—Yo creo que debería ver que somos cercanas —respondió Lena en cambio, mientras sostenía la correa de Masha y la cachorra permanecía en posición alerta, gruñendo y mostrando sus incisivos en dirección a la rubia—. Es una nena inofensiva.

Kara miró de la ojiverde a la cachorra con escepticismo, y luego atravesó la reja con pasos cautelosos, pues lo que menos quería era que la pastor belga se liberara del agarre de Lena y corriera a morderla apenas estuviera libre. El pelaje de la cachorra se erizó cuando la rubia ingresó en la propiedad y cerró la reja tras su espalda, sin embargo, la ojiverde la llamó en un tono cariñoso y de forma casi instantánea, Masha se relajó visiblemente.

—No tengas miedo, Kara —aconsejó mientras seguía sujetando con firmeza la correa de la cachorra, por si ocurría algo inesperado—. No voy a soltarla hasta que se relaje por completo contigo alrededor. Confía en mí.

Ambas tenían el sábado libre y Lena propuso que la rubia pasara a su casa a jugar cartas, ajedrez, o simplemente ver películas, y cuando Kara se quejó de que Masha la odiaba y muy posiblemente quisiera arrancar la carne de sus huesos, la ojiverde se ofreció a presentarlas debidamente y tratar de que se llevaran bien.

—Vamos, siéntate en el césped y no hagas movimientos bruscos —instruyó Lena, y la rubia obedeció inmediatamente, por lo que se sentó con las piernas ligeramente separadas y un nudo de ansiedad y miedo en el estómago—. De acuerdo, mira, su nombre es Masha, ¿bien?

Kara asintió una sola vez, sin apartar la mirada de la pastor belga decididamente más tranquila que al principio. Masha se limitaba a estar sentada al costado de la ojiverde, y si bien sus orejas seguían en alto a modo de alerta, su cola estaba moviéndose cada poco. Sin embargo, la rubia seguía sin confiar demasiado, por algo se decía que luego de la calma venía la tormenta.

—Yo tenía un husky siberiano en Ucrania —comentó Kara con la voz ronca a causa del nudo en su garganta—. Lo dejamos con uno de mis tíos, su nombre es Kost. Me refiero al nombre del perro, no al de mi tío —añadió rápidamente.

Lena se rió entre dientes por la torpeza de su crush y se colocó en cuclillas para acariciar el lomo de Masha y sus orejas, luego soltó cuidadosamente la correa para que descansara sobre el césped y, al notarlo, la rubia casi dejó salir un grito a causa del horror, pero lo retuvo en su garganta al ver que la pastor belga seguía solo sentada sobre sus patas, viendo en su dirección y disfrutando de las caricias de Lena.

—Quieta, Masha —ordenó la ojiverde al tiempo que se ponía de pie. La cachorra movió la cola y miró en dirección a su dueña por un momento antes de volver la mirada hacia Kara—. De acuerdo, voy a sentarme a tu lado ahora.

La rubia asintió, tenía los músculos tensos y contenía la respiración, pues los recuerdos de las veces anteriores seguían vívidos en su memoria, y el terror que había sentido al pensar que sería mordida por un perro... había sido simplemente horrible.

Lena tomó asiento sobre el césped justo al lado de Kara, incluso sus caderas se rozaron ligeramente, y Masha ladeó la cabeza con curiosidad mientras las veía juntas. Seguidamente, la ojiverde tomó la mano de la chica ucraniana entre las dos suyas y ofreció un par de caricias en sus nudillos, entonces la postura de Masha se relajó y, en lugar de estar sentada sobre sus patas, se echó boca abajo y siguió mirando la interacción.

—¿Ves? Funciona —murmuró la ojiverde antes de pasar un brazo por los hombros de Kara, quien se relajó visiblemente al notar que Masha parecía tranquila—. Ahora, ten en cuenta que esto es únicamente para que Masha sepa que somos cercanas, ¿de acuerdo?

Cuando la rubia se giró hacia Lena para preguntarle a qué se refería, la ojiverde atrapó su mandíbula con la mano derecha y unió sus bocas de forma firme aunque casta. Las mejillas de Kara adquirieron un tono rosado ante el contacto inesperado pero no se movió, y cuando Lena se alejó de su boca, dejó una caricia delicada en su mandíbula antes de girarse hacia la pastor belga.

—Ven aquí, linda —urgió con voz cariñosa, e inmediatamente, Masha se levantó para caminar y echarse en el regazo de la rubia, quien tragó saliva y le acarició las orejas con los dedos temblorosos—. Y es así como todo comienza. Bienvenida, Kara.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora