𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]

𝑪𝒖𝒂𝒅𝒓𝒂𝒈𝒆𝒔𝒊𝒎𝒐 𝒕𝒆𝒓𝒄𝒆𝒓𝒐

Diana hizo una mueca al notar los nudillos más blancos de lo normal de Lena debido a que estaba apretando el borde de la mesa una fuerza demasiado... preocupante. La chica griega incluso estaba preocupada de que el metal cediera ante la fuerza que su amiga estaba empleando contra él.

—Lena, tal vez solo estás exagerando —murmuró Samantha antes de mojar una de sus papas en kétchup—. Todos sabemos que eres la reina del drama.

La ojiverde se giró de inmediato hacia la corredora y tensó la mandíbula de tal manera que los músculos se dibujaron de forma casi nítida debajo de la piel. Aflojó el agarre sobre la mesa, pero su atención se centró en su amiga, quien seguía ajena a todo lo que estaba pasando.

—Mi ladrona de besos invitó a mi madre a una cita, Samantha —respondió Lena, y cada palabra abandonó su boca como si le diera asco—. Pero esa no es la peor parte.

—¿Cuál es la peor parte? —Diana se aventuró en tono cauteloso.

—¡Mi madre dijo que sí! —Espetó la ojiverde antes de golpear la mesa con la palma de la mano. Samantha y la chica griega dieron un salto en su lugar a causa del susto—. ¡¿Te atreves a decirme que estoy exagerando, Samantha?!

La corredora hizo una mueca pues definitivamente no esperó ese giro en la trama, y tuvo que admitir que Lena sí tenía razón para estar así de enojada.

—A ver, Lena, solo... solo respira —Diana tomó la mano de la ojiverde por encima de la mesa y esperó a que la viera a los ojos antes de continuar—. Todo esto debe tener una explicación lógica. ¿Hablaste con tu madre?

—Debes estar bromeando —de repente, Lena zafó su mano del agarre de su amiga y resopló—. Claro que no hablé con ella. Esta mañana le robé las llaves del auto a mi padre y conduje hacia aquí.

—Bueno, eso explica el Maserati mal estacionado el la acera de enfrente —murmuró Samantha antes de tomar otra papa.

Un silencio invadió la mesa luego del murmullo de la corredora, y si bien la cafetería no estaba en silencio, era palpable que en el ambiente se respiraba un aire casi furioso que emanaba de la ojiverde, mismo aire que se expandía cada vez más mientras veía en dirección a la rubia que invitó a salir a su madre el día anterior.

Kara se veía radiante, como si no hubiera sucedido nada, como si fuera absolutamente normal invitar a salir a la madre de la chica que has besado cuarenta y dos veces.

Lena no estaba contando, pero si lo estuviera, estaba segura de que irían cuarenta y dos besos desde que toda aquella extraña interacción inició.

De todos modos, Kara se veía como alguien que no había hecho nada malo, incluso se veía ajena a todo a su alrededor mientras conversaba con Alexandra y Margaret, cosa que solo aumentaba la furia de Lena a escalas peligrosas para su salud. Sus amigas podían ver el fuego de la cólera ardiendo a fuego lento en los iris verdes.

—Hola, chicas —Nia Nal -que compartía la clase de álgebra con Diana- se acercó a la mesa de las chicas con una sonrisa radiante, misma que decayó al observar la mueca asesina de Lena—. Uhm... iba a invitarlas a una fiesta de pijamas el viernes, pero creo que volveré en otro momento —completó antes de dar un paso cauteloso hacia atrás—. Debería irme antes de que se desate una guerra.

—No. Espera —la chica más joven tragó saliva de forma forzada, evidentemente temerosa, cuando la ojiverde la sujetó del antebrazo—. Tengo una consulta.

—¿Sobre la fiesta de pijamas? —Aventuró Nia en un hilo de voz. Pero Lena la ignoró.

—¿Qué habrías hecho si Querl hubiera invitado a salir a tu madre en lugar de a ti? —Cuestionó de forma pausada.

Nia parpadeó un par de veces, presumiblemente procesando la pregunta, y una vez que la información se asentó en su mente, una mueca de incredulidad tomó lugar en su bonito rostro.

—¡¿Kara hizo eso?! —La más joven de las cuatro chilló por lo bajo. La ojiverde asintió una sola vez con el entrecejo fruncido—. Mierda, Luthor, ¿tendrás una madrastra de tu edad?

Diana y Samantha maldijeron entre dientes y Lena solo soltó a Nia antes de salir de la cafetería completamente molesta. Naturalmente, la castaña y la chica griega salieron tras ella para evitar que hiciera una locura.

Lena se alejó por el pasillo dando fuertes pisadas y maldiciendo en los idiomas que sabía -estaba segura que incluso inventó nuevos insultos-, pero se detuvo de forma abrupta cuando alguien la tomó del brazo para detenerla.

Cuando se giró para enfrentarse a quien ejerció el agarre en su extremidad, se encontró con los iris azules de Kara -llenos de confusión y preocupación a partes iguales-, y antes de que la ojiverde pudiera espetarle en el rostro lo que pensaba de ella y algunas cosas poco respetuosas con respecto a su madre -de Kara-, la rubia la tomó por las mejillas y unió sus bocas de forma firme pero casta.

La estela de furia que emanaba de la ojiverde comenzó a menguar con el contacto de sus bocas, e incluso sus músculos se relajaron de forma notable. Tal vez le calmó un poco saber que Kara seguía queriendo algo con ella.

Cuando la rubia se alejó de la boca de Lena, también se alejó un par de pasos para darle espacio, y lejos de la mirada de confusión, una sonrisa amplia se encontraba en sus labios. En ese momento, Diana y Samantha les dieron alcance y se colocaron detrás de su amiga para ver el intercambio de... lo que fuera.

—Lena, yo... —inició la rubia de forma torpe—, ¿crees que tu padre acepte tener una cita conmigo?

Y con esa frase, la tranquilidad de Lena se fue al carajo.

Diana la sostuvo por la cintura cuando lanzó un puñetazo en dirección a la rubia, quien tropezó hacia atrás debido al movimiento repentino y casi cayó sobre su trasero mientras la chica griega y Samantha trataban de contener las patas y puñetazos que la ojiverde lanzaba a diestra y siniestra.

—¡Eres una mac soith, Kara El! ¡Fuck maith duit! ¡Maldita...

—¡¿Qué demonios estás esperando para huir!? —Jadeó Diana, aún tratando de mantener un agarre firme en la cintura de su amiga.

—¡Corre, perra, corre! —Chilló Samantha mientras trataba de sujetar las manos de Lena.