𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]

𝕯𝖊𝖈𝖎𝖒𝖔𝖖𝖚𝖎𝖓𝖙𝖔

Debido a que el día anterior había sido de activación física en tierra, la clase de educación física del miércoles sería en la piscina, lo que era bueno desde el punto de vista de Lena, pues no terminaría asquerosamente sudada si estaba dentro de la piscina. Además, le gustaba nadar.

La clase fue amena y Diana se había pasado los últimos quince minutos haciendo idioteces, entre fingir que se ahogaba y simular que era una sirena y su padre era el rey Tritón.

Se habían quedado luego del final de la clase porque Lena era hija de la directora y Diana su amiga -pero ojo, no había favoritismo-, y la ojiverde se reía a carcajadas cada vez que la chica griega inventaba algún diálogo estúpido.

—Oh, Eric —expresó Diana con voz dramática, tirada al borde de la piscina y con expresión de sufrimiento—. Úrsula me robó la voz.

—No seas imbécil, ¿entonces por qué estás hablando? —Respondió Lena antes de dejar salir una carcajada mientras seguía flotando en medio de la piscina.

—Uhm, qué buen punto —la chica griega frunció el entrecejo en concentración y luego volvió a ensimismarse en el drama—. Oh, Eric, Úrsula me robó la voz y es por eso que estamos comunicándonos por telepatía.

Lena soltó una carcajada que hizo reír a Diana del mismo modo, el eco de sus risas resonó por la piscina y solo se calmaron unos momentos después, entonces la chica griega se puso de pie y extendió una mano hacia la ojiverde, quien nadó de forma reticente hacia el borde de la piscina.

—Vamos, te necesito aquí arriba para el último acto.

Lena rodó los ojos pero de igual manera se impulsó hacia arriba para salir del agua y colocarse de pie ante su amiga, -que vestía el traje de baño completo del instituto y tenía el cabello recogido en una coleta medio deshecha-. Diana era unos centímetros más alta, por lo que cuando quedaron frente a frente, la ojiverde tuvo que alzar la mirada apenas un poco para hacer contacto visual.

—Sígueme la corriente, ¿de acuerdo? —Murmuró la chica griega al tiempo que le sujetaba el rostro con ambas manos. Lena tragó saliva de forma forzada pero asintió—. Bien. Oh, Eric, tendrás que besarme para que el hechizo se rompa, pueda recuperar mi voz y seamos felices para siempre. Es aquí donde cierras los ojos para que pueda besarte.

—Pero, Diana...

—Dijiste que ibas a ayudarme —la chica griega entrecerró los ojos, y Lena juró que escuchó que alguien ingresó al área de la piscina—. ¿Vas a echarte atrás?

—Eh... no lo sé.

—Oh, vamos. Un beso no es la gran cosa, ¿cierto?

—Cierto —exhaló la ojiverde con la voz temblorosa antes de cerrar los ojos—. Bien.

Diana alejó una mano de su rostro y en cambio la colocó de forma delicada en su cadera para ayudarla a girar apenas noventa grados, de modo que Lena quedó de espaldas a la piscina. La chica griega se alejó por completo y la ojiverde estuvo a punto de abrir los ojos, su corazón latía de forma frenética porque nunca había pensado en besar a Diana.

—No abras los ojos, solo estoy tomando coraje y pensando mi última línea —advirtió la chica griega al percatarse de que su amiga iba a abrir los ojos—. Oh, Eric, esperé durante tanto tiempo...

Apenas Diana finalizó la frase, unos familiares labios con sabor a fresa se unieron a los suyos con suavidad y una mano se deslizó con cuidado alrededor de su cintura, y al reconocer a la ladrona de besos, Lena pudo suspirar aliviada ya que por un momento en serio creyó que su amiga iba a besarla.

Se inmiscuyó en el momento, pero apenas se alejó de la boca de la rubia misteriosa para verle el rostro, la chica la empujó y cayó de espaldas a la alberca, por lo que se hundió casi hasta el fondo sin haber logrado su objetivo. Antes de caer, le pareció escuchar un suave »aún no«.

Cuando salió a la superficie de nueva cuenta, Diana poseía una sonrisa de autosuficiencia y la silueta de una chica rubia salía del área de la piscina.