🆂🅴🅿🆃🆄🅰🅶🅴🆂🅸🅼🅾 🅾🅲🆃🅰🆅🅾

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Con la cabeza apoyada en el regazo de su novia y las risas de Diana y Samantha mientras jugaban con Masha y Zurich de fondo, Lena exhaló un suspiro al ver el rostro de Kara desde otro ángulo y se maravilló al percatarse de que seguía siendo preciosa.

Habían salido al parque cerca del condominio donde los Luthor y los El residían porque hacía tiempo que no convivían las cuatro al mismo tiempo y al aire libre, y solo tuvieron que ayudar a la corredora a escaparse de su casa mientras su madre estaba en la oficina, lo cual no fue tan difícil. Lo difícil fue tratar de abandonar a la enorme gran danés de Samantha, por lo que terminaron subiéndola al asiento trasero del Mustang de Diana -aún conducido por la chica ucraniana- junto con Masha.

Todo aquello lo lograron con el sigilo de un ninja experto.

Si el guardia de seguridad de la residencia Arias encontró extraña la forma en que Diana estaba cargando a Zurich, la manera en que Lena casi cayó sobre su culo a causa de la impresión al ver que la gran danés y Masha estuvieron a punto de pelear mientras Kara chillaba con horror y Samantha llamaba a su mascota con tono firme justo en la entrada frontal de la casa, hizo un buen trabajo ocultándolo.

Afortunadamente no hubo más incidentes y en ese momento Masha y Zurich estaban jugando mientras la chica griega y la castaña lanzaban pelotas de tenis para que las recogieran.

Por qué Samantha llamó Zurich a su gran danés estaba fuera del conocimiento de la ojiverde.

—Oye, Kara —llamó Lena sin apartar la mirada del rostro de su novia, y cuando obtuvo su atención, añadió—: ¿has estado enamorada?

—Uhm... no que yo recuerde —respondió la rubia—. Quiero decir que recién tenemos dieciocho, antes de esto éramos lo suficientemente inmaduras como para querer a alguien de verdad. O al menos eso creo.

—Es valiente de tu parte asumir que ya soy una chica madura solo porque tengo dieciocho —bromeó la ojiverde, lo que hizo reír a Kara.

La chica ucraniana se inclinó hacia abajo y atrapó los labios de su novia de forma breve, lo que hizo que Lena cerrara los ojos para perderse en el contacto delicado.

Había pocos besos así de suaves en su relación porque usualmente ambas estaban hormonales y hacían de todo para tocarse la una a la otra, pero cuando se encontraban en público se las arreglaban para mantener a raya sus hormonas "deliciosas", según palabras de Kara.

Cuando se separaron, el corazón de la ojiverde latía con fuerza dentro de su pecho y en su estómago había una revolución asquerosa que bien podría confundirse con amibas y parásitos, pero no podía hacer nada para suprimir la sensación y tenía que arreglárselas para evitar vomitar frente a su novia.

—¿Tú has estado enamorada? —Cuestionó la rubia en voz baja y sin apartar la mirada de los iris verdes.

La respiración de Lena se bloqueó por un segundo y su corazón se saltó un latido a causa de la pregunta, sin embargo, ella sabía perfectamente cómo mantener una expresión neutra a pesar de estar muriendo por dentro, así que su novia no notó su exalto.

—Oye, ¿sabes qué acabo de recordar? —Murmuró la ojiverde para cambiar el tema, por lo que Kara alzó una ceja—. El otro día soñé que eras hermana de Alexandra y yo un androide que ella creó con la intención de hacerte feliz, ya que tenía todo lo que te parecía perfecto.

—Ciertamente eres perfecta para mí —admitió la rubia con una sonrisa tímida—. Yo soñé que nosotras éramos modelos y teníamos un PR, pero yo era rusa —completó con una mueca, lo que hizo reír a Lena.

Ambas se quedaron viendo fijamente los ojos de la otra, con Kara sentada debajo de un árbol y sobre el césped y la ojiverde tirada sobre su espalda con la cabeza en el regazo de su novia. Estaban perdidas en la mirada de la otra, tanto que aquello solo fue interrumpido cuando una pelota de tenis cayó en el estómago de Lena.

Lo siguiente que la ojiverde supo fue que una gran danés y una pastor belga enormes se lanzaron sobre ella para tratar de atrapar la pelota, y si bien gritó el nombre de su mascota para que se detuviera, Masha estaba demasiado ensimismada en su misión por conseguir la pelota que fue lanzada por Diana.

Kara y Lena terminaron desparramadas en el césped mientras las dos mascotas seguían olfateando la pelota y trataban de moverlas con sus patas para que no estorbaran, y una vez que Zurich la atrapó en su hocico, volvieron corriendo hacia Samantha.

—Maldita griega hija de... —la ojiverde se abstuvo de continuar la frase porque la señora Prince no tenía la culpa de tener una hija tan imbécil, y se quitó los trozos de césped del cabello enmarañado—. Maldita sea.

Kara exhaló una risa encantada y se soltó el cabello para que se le facilitara quitarse el césped, pero en lugar de copiar su acción o seguir en lo suyo, Lena se perdió en la suave ondulación de sus brazos desnudos y la sonrisa brillante en su rostro.

Estaba jodida.

—Kieran, parece que alguien te revolcó —comentó la chica griega antes de sentarse sobre el césped, y su novia se sentó a su lado rápidamente mientras Masha y Zurich jugaban tras ellas—. Te ves horrible.

—Oye, Samantha, ¿Diana te mencionó que la profesora Waldfogel le dio detención ayer? —Respondió en cambio la ojiverde.

Diana se tensó visiblemente y palideció uno o dos tonos al tiempo que la corredora la veía con curiosidad por su reacción. Kara seguía ocupada quitándose el césped del cabello, ajena a toda la situación como la mayoría de las veces.

—No, no me lo dijo —terminó por responder la castaña—. ¿Qué hizo?

—Dijo que la profesora Waldfogel era una perra —Lena se encogió de hombros—, y la profesora estaba justo detrás de ella.

—Oh, joder —Samantha resopló una risa, aunque luego se puso seria y se giró hacia su novia—. ¿Sucedió algo en detención? Te ves demasiado temerosa. ¿Desde cuándo eres tan... así?

Diana se encogió de hombros pero un suave rubor se extendió en sus pómulos ante el recuerdo de la profesora presionada contra su cuerpo y oliendo su perfume. No podía decirle aquello a nadie o se metería en más problemas, porque Samantha estaba loca y si había golpeado a Barbara, seguramente haría que despidieran a la profesora Waldfogel.

—No sé, yo solo...

—Seguro la profesora se la folló en el escritorio —bromeó la ojiverde.

—¡Claro que no! —Diana chilló de inmediato para defenderse de la acusación—. Tal vez nos acorralamos la una a la otra y casi pensé que iba a besarme, pero...

Ante eso, la corredora tomó a su novia por el cuello de su camiseta y chilló:

—¡¿Qué?!

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora