𝐒𝐞𝐱𝐚𝐠𝐞𝐬𝐢𝐦𝐨 𝐭𝐞𝐫𝐜𝐞𝐫𝐨

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La mañana del sábado -unas horas después de la maldita mejor noche de la vida de Lena- la ojiverde llamó suavemente con los nudillos en la puerta de la habitación que Samantha tomó desde que llegaron y esperó un par de segundos antes de volver a llamar. Sin embargo, cuando no obtuvo respuesta giró el picaporte e ingresó a la habitación solo para encontrarla vacía.

La cama estaba deshecha aún y los objetos personales de la castaña estaban regados por el tocador, así que si había salido, no hacía mucho de eso. Lena estuvo a punto de salir de la estancia, eso hasta que la puerta del cuarto de baño se abrió y Samantha apareció con el cabello húmedo y en ropa interior.

Samantha por supuesto se percató de su presencia inmediatamente, pero no dijo nada y tampoco hizo amago de cubrirse con algo, se limitó a no verla directamente y secar el exceso de agua en su cabello con una toalla de mano. La ojiverde se aclaró la garganta torpemente y desvió la mirada del cuerpo de la corredora porque sintió que era lo correcto por hacer.

—Lo siento —murmuró aún mirando la pared opuesta.

—¿Por qué? —La corredora rodó los ojos pero dejó a un lado la toalla y tomó una camiseta—. Tenemos lo mismo, y no es que esté avergonzada de algo en mí.

De acuerdo, sí, Samantha tenía toda la razón en no sentirse avergonzada respecto a ningún aspecto de sí misma porque era fantástica. Así que Lena supuso que la única incómoda allí era ella y terminó por aclararse la garganta antes de hablar otra vez.

—Anoche saliste y no dijiste adónde ibas —comenzó en tono cauteloso. Samantha dejó salir un largo suspiro y se abrochó los shorts—. ¿Estás bien?

—No vengas a mí con esa mierda, Luthor —espetó la castaña—. Ambas sabemos que hablaste con Diana antes de venir aquí, así que, por favor, no juegues a que no sabes qué es lo que está pasando.

—Bien, es verdad que hablamos —admitió Lena, aunque inmediatamente añadió—: Pero eso no significa que su versión de la historia sea la única y válida, Samantha, y no voy a tomar un bando porque, honestamente, tal y como me lo contó Diana, ambas hicieron las cosas mal.

La corredora volvió a exhalar un suspiro -aunque en esa ocasión tembloroso- y se frotó los ojos con fuerza para resistir el impulso de echarse a llorar. Le dolía la situación en que ella y Diana estaban, pero lo que más le dolía era que había lastimado a su novia.

—Todo es tan confuso, Lena —susurró con un nudo en la garganta—. Todo se siente bien cuando estoy con ella y en serio la amo, pero dije cosas realmente horribles y estoy arrepentida por eso, pero también estoy segura de que no va a perdonarme, y honestamente no puedo culparla —terminó con la voz rota—. Ella tiene razón, Lena, mi madre no aprueba nuestra relación porque cree que Diana me quita mucho tiempo que podría invertir entrenando, pero cuando Diana me lo espetó en el rostro fue como... fue como si me odiara —Samantha se secó las lágrimas con rudeza y luego añadió—: Sabía las palabras exactas para herirla y las usé sin pensarlo dos veces, soy lo peor y...

—Escucha, todos cometemos errores —Lena la tomó de la mano y esperó hasta que sus ojos se encontraron para dedicarle una sonrisa tenue—. Ella también te ama, y sí, está herida por lo que dijiste, pero apuesto a que tú también lo estás —luego de decir aquello, la ojiverde dejó una suave caricia en los nudillos de su amiga y añadió suavemente un—: Sé que ahora mismo debe parecerte complicado, pero estoy segura de que solo hace falta que una de ustedes dos dé el primer paso. Diana sabe que lo que hizo estuvo mal, y tú sabes que la lastimaste, así que una de las dos debe ser lo suficientemente valiente para disculparse primero y estoy segura de que todo estará bien. Tienen muchas cosas de las que deben hablar y creo que hay varios puntos que no han discutido del todo, pero, maldita sea, ustedes son la mejor pareja de Luthor High, después de Kara y yo, por supuesto —aclaró, y la corredora dejó salir una risa ligera antes de volver a secarse las lágrimas—. No te voy a pedir que vayas a hablar con ella y te disculpes, sé que eventualmente estarán bien y entenderán la postura de la otra, solo... solo traten de no evitarse por completo, ¿de acuerdo? Todo va a estar bien, Samantha.

—Creí que ibas a tomar su bando —admitió la corredora con la voz ronca debido a las lágrimas—. Honestamente creí...

—No seas imbécil, Arias —Lena se puso de pie y rodó los ojos—. Tú también eres mi amiga.

Una vez que salió de la habitación de Samantha, la ojiverde entró a la habitación que compartía con Kara y la encontró terminando de colocarse el labial -sí, ese endemoniado labial sabor a fresa que se quedó en la mente de Lena y la conquistó desde el sexto beso-, así que se acercó hasta que estuvo detrás de ella y besó su mejilla con cariño.

—Estoy un poco ansiosa así que voy a preguntar —advitió la ojiverde. Kara se encogió de hombros para que siguiera hablando—. Anoche... ¿cómo estuvo anoche? Quiero decir, ¿estuvo bien? ¿Cuánto me das en la escala de 1 a 10? Es que...

—¿Quieres que sea completamente honesta contigo? —La rubia alzó una ceja y vio a Lena a través del espejo. Cuando la ojiverde asintió, Kara tragó saliva y dijo—: No tengo con qué compararte, Lena.

Las palabras flotaron hasta la mente de la ojiverde como algo inconexo, pero una vez que la frase cobró sentido, una expresión de pánico y sorpresa inundó el rostro de Lena y trastabilló hacia atrás torpemente hasta que terminó sentada sobre la cama.

Kara se giró en la silla y le dedicó una mirada curiosa, pero la ojiverde estaba sudando frío debido a la nueva información.

—¿Lena?

—¡Debí haber hecho algo lindo! —Chilló con expresión de pánico—. Debí... debí hacer que tu primera vez fuera especial y no... no tan insulsa como fue y... y... Kara, no tenía ni idea de que era tu primera vez, asumí que...

—Asumiste que me había acostado con medio Kiev —completó la chica ucraniana.

—¿Qué? ¡No! —La ojiverde se puso de pie rápidamente—. Solo... solo eres hermosa e increíble y, maldita sea, Lyaksandra, ¡eres perfecta! No imaginé que tu primera vez sería conmigo y fui una idiota al no hacerlo especial y... ¿de qué te ríes?

Una vez que fue descubierta, Kara se sintió libre de dejar salir la risa alta y burlesca que estaba tratando de frenar y Lena frunció el entrecejo.

—No entiendo qué hay de gracioso, Kara, tu primera vez...

—Oye, tranquila —la rubia se puso de pie y caminó hasta quedar frente a su novia, luego dejó un beso firme en su boca y murmuró—: No, Lena, no arruinaste mi primera vez. Mi primera experiencia fue hace un tiempo, pero puedo decir que mi primera experiencia contigo fue aún mejor que esa —admitió con honestidad—. Fuiste tan perfecta como siempre, Lee. Te... te quiero.

—Yo también te quiero, Kara —respondió la ojiverde en un hilo de voz—. Y en serio no entiendo cómo es posible que te quiera tanto teniendo en cuenta que me hiciste caer sobre mi culo más de tres veces, me hiciste tragar césped con cada tacle y atrapé un resfriado la vez que me lanzaste a la piscina —Lena rodó los ojos pero luego sonrió—. Pero aquí estamos ahora, y quiero que sepas que si las cosas siguen como hasta ahora, sería capaz de pelear contra un oso frente a tus padres para conseguir tu mano en matrimonio —bromeó con un brillo divertido en la mirada.

—Bueno, no deberás pelear con un oso, pero ahora que lo dices... —la rubia se quedó pensativa—. Hay un requerimiento en Ucrania para obtener la mano de la chica con la que debes casarte. Debes robarle un lobezno a su madre.

Una expresión de pánico arribó al semblante de Lena y tragó saliva forzosamente, sin embargo, Kara volvió a reírse en su rostro y esta rodó los ojos con fastidio.

—¿Por qué crees que hay que hacer esas cosas en Ucrania, Lena? No somos tan imbéciles para hacer cosas así de peligrosas.

—Te detesto.

—No, no lo haces —la rubia guiñó un ojo y empezó su camino hacia la puerta de la habitación—. Entonces, ¿vas a llevarme a un club de striptease o qué?

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora