𝑻𝒓𝒊𝒈𝒆𝒔𝒊𝒎𝒐 𝒐𝒄𝒕𝒂𝒗𝒐

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El jueves a la hora de la salida, Lena por fin pudo sentir que un enorme peso dejó sus hombros. Tendría que viajar a su casa en taxi porque su madre tenía una reunión importante con alguna persona que la ojiverde no conocía, pero no le importó, todo lo que deseaba era llegar y tirarse en su cama mientras abrazaba a Masha para dormir la siesta.

Extrañamente ese día no había visto a Kara, y si era honesta consigo misma, la echó mucho de menos. Tal vez concretaría una visita a su casa más tarde.

El plan había sido cruzar el patio delantero del instituto hasta la calle y esperar que un taxi pasara, pero antes de que incluso pusiera un pie en la acera, una chica rubia -que definitivamente no era Kara- se colocó enfrente de ella para cortarle el paso, lo que obligó a Lena a alzar la mirada con confusión desde el torso con el que chocó hasta los ojos castaños que brillaban con diversión y algo que rozaba la euforia.

—¿Dinah? —Cuestionó la ojiverde sin poder mantener la confusión lejos de su voz—. ¿Se te ofrece algo?

—Luthor, sin resentimientos, ¿de acuerdo? —Murmuró en cambio.

—¿De qué estás...

La nueva cuestión de Lena se vio cortada por su propio chillido de horror cuando Dinah se inclinó hacia adelante y atrapó sus rodillas para levantarla sobre su hombro.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —Gritó sin aliento mientras mantenía un agarre férreo en la camiseta de la rubia, haciendo todo lo posible por no caer al suelo—. ¡Dinah!

Sin embargo, por más que Lena pataleó y gritó y trató de golpear a la rubia, Dinah solo se detuvo luego de caminar unos metros -con dificultad debido al movimiento frenético de la ojiverde sobre su hombro- y, cuando Lena creyó que iba a ser colocada en el piso por fin, en realidad la rubia prácticamente la incorporó de forma brusca antes de lanzarla a los brazos de Samantha.

—Hey, Lena —la castaña la saludó con una sonrisa amplia, como si recibir chicas para que fueran cargadas estilo nupcial resultara algo completamente normal en Luthor High. Dinah se marchó apenas entregó a Lena—. Te ves pálida.

—¿Cómo se supone que no esté pálida si una tipa me recogió del piso y me lanzó sobre su hombro? —Espetó con irritación—. ¿Podrías bajarme?

—No lo creo —respondió la corredora.

Lena se quedó inmóvil y en silencio, incrédula mientras Samantha caminaba en dirección a quién sabía dónde con ella en brazos, como si no pesara o fuera una pequeña. Bueno, sí que era pequeña, pero aún así...

—¿Qué demonios está...

Sin embargo, la ojiverde se interrumpió a sí misma de nuevo -con un jadeo- cuando la corredora se detuvo de forma abrupta y fue tomada de sus brazos por alguien más, misma que la colocó sobre su hombro como había hecho Dinah.

—¿Alexandra? —Cuestionó en un tono incrédulo al ver un destello de cabello rojizo, y de nuevo empleó un agarre férreo para evitar caer de boca al piso—. ¿Qué demonios está pasando?

—No sé de qué hablas —la pelirroja fingió demencia y siguió caminando. Lena tragó de forma pesada porque ¿adónde demonios estaba siendo llevada?—. Espero que estés disfrutando del paseo.

—¿Paseo? ¡Esto parece un secuestro! —Espetó con irritación.

Sin embargo, de nuevo fue lanzada hasta una posición nupcial en los brazos de alguien en lugar de obtener una respuesta, y casi se sintió aliviada al reconocer las facciones de Diana.

—Oh, Diana, por lo menos estoy segura de que tú no me vas a dejar caer —exhaló en un tono más tranquilo, pero la chica griega no respondió—. ¿Diana?

La aludida esbozó una pequeña sonrisa -esa que evidenciaba que estaba por hacer algo que no debía- y de pronto Lena sintió que el pánico trepaba por su espina dorsal, por lo que se abrazó al cuello de su amiga con fuerza para evitar que la tirara al piso y se tensó.

Diana siguió en silencio y caminó un par de metros sin apenas jadear por el esfuerzo o tropezar, y la ojiverde en serio se sorprendió por ello, pero no se atrevió a decir algo, en cambio siguió aferrándose al cuello de la chica griega y se quedó lo más quieta posible para evitar que su amiga perdiera el equilibrio.

Luego de un par de segundos, Diana la miró a los ojos y alzó una ceja para que la ojiverde dejara de sujetarse de su cuello, y Lena la soltó de forma reticente solo para volver a pasar a otros brazos.

—¿Tú sí me vas a decir adón... —en esa ocasión no se interrumpió con un grito, jadeo o una maldición, se interrumpió a sí misma al percatarse de la brillante sonrisa en los labios de Kara y el brillo apreciativo en los iris azules—. Oh...

La rubia sonrió aún más ampliamente si era posible y luego se inclinó para dejar un beso casto en los labios de la chica que seguía suspendida entre sus brazos antes de murmurar:

—¿Serías mi Valentín?

Lena tragó saliva de forma pesada y de repente fue consciente del calor que desprendían los brazos de Kara alrededor de su cuerpo. Sus mejillas adquirieron un adorable color rosado y todo lo que pudo pensar fue en lo bien que se sentía estar en esa posición.

—Ni siquiera estamos cerca de febrero —respondió en un hilo de voz.

—No quiero que alguien se me adelante —admitió la rubia—. ¿Entonces? ¿Serías mi Valentín?

Lena se imaginó perfectamente diciendo "sería tu esposa si solo lo pidieras", pero en cambio respondió:

—Sin dudarlo un segundo.

A unos metros de distancia, Dinah, Samantha, Alexandra y Diana chillaron:

—¡Gays! —Al unísono.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora