Diana subió la manga de su sudadera para verificar la hora en el reloj en su muñeca y resopló cuando encontró que recién habían pasado cinco minutos desde que se había sentado en el pupitre del aula de detención. El pizarrón tenía algunos apuntes tal vez de matemáticas o química y ella era la única imbécil castigada en pleno martes.
La profesora Waldfogel estaba sentada en la silla tras el escritorio, mantenía una pierna sobre la otra, el cabello aún atado en un moño firme y la cabeza inclinada hacia algunos papeles que posiblemente eran más exámenes de mierda. La camisa blanca permanecía doblada de forma pulcra a la altura de sus antebrazos y la falda de vestir le llegaba a las rodillas, llevaba tacones de apenas dos pulgadas y se veía imperturbable.
Diana tenía ganas de gritar a causa de la maldita injusticia de la que era víctima.
La chica griega tomó su teléfono del bolsillo trasero de sus vaqueros cuando sonó la notificación de un mensaje y sonrió ampliamente al ver el nombre de su novia en la pantalla. Estaba tan ocupada respondiendo que no se dio cuenta de que la profesora se puso de pie y caminó hasta donde ella estaba sentada para luego extender la mano con la palma hacia arriba, claramente exigiendo que Diana le entregara el móvil.
—Debe ser una maldita broma —espetó la chica griega al ver la determinación en el rostro de la mujer—. Es mi teléfono.
—Está en detención por haber llamado "perra" a una docente, señorita Prince —le recordó la profesora, y al ver que la joven aún parecía reacia a entregar el teléfono, se lo quitó de las manos con un movimiento rápido—. Estoy segura de que la señorita Arias podrá sobrevivir sin una respuesta por un par de horas.
—También dije que era atractiva —Diana masculló entre dientes cuando la mujer se alejó en dirección al escritorio.
La profesora volvió a lo suyo y la chica griega se cruzó de brazos al tiempo que fruncía el entrecejo. No tenía nada qué hacer y estaba evidentemente aburrida, y se dijo que si bien no lamentaba haberle dicho perra a la profesora -básicamente porque lo era-, debía disculparse para tratar de salir de allí lo antes posible.
Su madre iba a matarla por meterse en problemas de nuevo.
—Profesora Waldfogel, lamento haber llamado a su clase "clase de alemán de mierda" —comenzó Diana, y la mujer pelirroja detuvo el movimiento de su lápiz sobre las hojas para escucharla, por lo que la joven añadió—: También lamento haberla llamado perra.
La profesora miró detenidamente la expresión de la chica griega y luego negó con la cabeza mientras una risa ligera salía de su boca.
—Claro que no lo lamenta.
—Bueno. Bien. No lo lamento —admitió la basquetbolista—. Pero tengo mis razones. ¡Ha estado calificando injustamente mis exámenes durante meses! Incluso contraté una institutriz de alemán y...
—Tener una institutriz no se compara con haber crecido hablando alemán —murmuró la profesora sin apartar la mirada de los ojos de la joven al tiempo que jugaba con el lápiz entre sus dedos—. Algo así escuché.
Diana inhaló profundamente y se puso de pie con aire furioso, lo que a su vez hizo que la profesora la siguiera con la mirada llena de curiosidad. La chica griega caminó hasta estar frente al escritorio y golpeó sus manos contra la madera antes de inclinarse hasta prácticamente cernirse sobre la profesora, quien ni siquiera se inmutó ante el golpe y en su lugar centró su mirada en los iris de Diana.
—Podría hacer que la echen de aquí en un segundo —espetó la chica griega, y aunque sabía que estaba sonando como una imbécil prepotente, estaba demasiado enojada como para preocuparse—. Todo lo que debo hacer es quejarme con la directora por...
—¿Quejarse con la directora porque una profesora no le da el trato especial que todos en el instituto parecen darle, señorita Prince? —Cuestionó la mujer, y apenas terminó de hablar, se colocó de pie, lo que hizo que Diana también se irguiera y quedaran frente a frente—. Todo lo que estoy viendo en este momento es a una niña mimada y prepotente que no sabe aceptar la derrota. Misma niña mimada que por cierto me llamó una perra.
—También dije que es atractiva, pero por supuesto que se centró en lo malo de esa oración —la chica griega rodó los ojos y avanzó un par de pasos hasta estar casi rozando su nariz contra la de la profesora en un intento de intimidarla—. Cuando yo digo que alguien es atractivo es porque realmente lo es, profesora Waldfogel.
—Encantador —respondió la mujer, y luego rodó los ojos—. Está invadiendo mi espacio personal, señorita Prince, y le recuerdo que no soy una de sus compañeras adolescentes, a mí no va a ponerme nerviosa con su proximidad. Ni siquiera soy homosexual.
Diana esbozó una sonrisa burlona y tomó la mano derecha de la profesora para elevarla y acariciar con su pulgar el anillo plateado en el propio pulgar de la mujer, luego le guiñó un ojo y se acercó más, pero la profesora se mantuvo en su lugar y resistió el impulso de zafar su mano del agarre de la basquetbolista.
—Este anillo dice una cosa distinta —murmuró la chica griega.
Antes de que la profesora pudiera decir cualquier cosa, Diana hizo que la mano que tenía el anillo se enredara alrededor de su cuello y casi unió sus torsos por completo antes de sonreír, lo que hizo que la mujer pelirroja rodara los ojos.
—No puedo creer que de verdad esté haciendo esto, señorita Prince —comentó la profesora con expresión casi decepcionada pero sin apartarse—. Le recuerdo que no soy una adolescente hormonal como todas las chicas a las que posiblemente intimida y hace sonrojar todos los días. Yo soy una mujer.
Apenas terminó de hablar, la profesora ancló una mano en la cintura de la chica griega, la hizo girar rápidamente y la empujó contra la pared más cercana, de modo que Diana quedó prácticamente atrapada con la mujer alemana casi irguiéndose sobre ella, lo que la hizo encogerse en su lugar y tragar saliva forzosamente. Con un gay panic preocupante.
Por si fuera poco, la profesora Waldfogel acercó su rostro casi a la altura de la clavícula de la joven e inhaló suavemente, lo que hizo que la basquetbolista adoptara un suave sonrojo en los pómulos y se tensara, como si estuviera esperando algo. Sin embargo, la mujer se alejó y dejó salir una risa divertida antes de volver a tomar asiento y sostener el lápiz entre sus dedos.
—Así lo hace una mujer —murmuró la profesora—. Ahora vuelva a su lugar, quédese en silencio y cumpla su castigo.
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𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]
FanfictionDonde Kara tiene un crush enorme en Lena Luthor, la presidenta del Club de Ajedrez, y busca formas ingeniosas de robarle besos cada vez que se topa con ella. ••• Advierto que el contenido de esta obra puede ser controversial debido al tema en que gi...
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