𝐒𝐞𝐩𝐭𝐮𝐚𝐠𝐞𝐬𝐢𝐦𝐨 𝐬𝐞𝐱𝐭𝐨 +

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El lunes durante una hora libre de Lena y Diana -y básicamente también de Kara porque el profesor de historia se reportó enfermo-, las tres chicas decidieron pasar el rato en el patio trasero. La mayoría del cuerpo estudiantil estaba en clases y no había mucho tránsito de alumnos, por lo que había un silencio relativamente relajante.

El plan inicial había sido que Kara y Lena pasaran un tiempo a solas, pero la chica griega se les unió como un chicle porque no tenía a nadie más con quién pasar el día. Era popular en el instituto y todo mundo la conocía y le hablaba por los pasillos, por supuesto, pero solo sentía afinidad por su novia, su mejor amiga y su reciente exesposa, lo que hacía que se viera miserable sin Samantha por allí.

Diana se quejó de nuevo y la ojiverde rodó los ojos también de nuevo. La chica griega estaba tirada sobre el césped con expresión de perro apaleado y miraba el cielo con los ojos entrecerrados debido a la resolana a pesar de que el día estaba parcialmente nublado y ventoso. Tenía los brazos y las piernas extendidas en una posición extraña y lastimera, y mientras ella se quejaba de la vida tan injusta, la pareja de novias permanecía sentada una al lado de la otra con la espalda contra el tronco de un árbol enorme, y Lena estaba demasiado ocupada buscando a tientas en el interior del muslo de su novia -justo por encima de su rodilla- como para prestarle atención a su mejor amiga.

—La extraño muchísimo —expresó Diana con expresión decaída—. Necesito que la semana de suspensión termine lo antes posible, chicas. De verdad.

Kara se tensó e irguió su columna vertebral a una posición incómodamente recta al percatarse de que la mano juguetona de su novia estaba trepando por el interior de su muslo vestido de mezclilla, y casi se atragantó con su propia saliva porque Diana estaba justo allí y a Lena no parecía importarle ese hecho.

La ojiverde había aprovechado que la rubia estaba sentada en una posición donde mantenía las piernas separadas, y se había recostado en su hombro, pero el gesto aparentemente en busca de cariño, fue en realidad para poder ver por sí misma el progreso de su mano hacia arriba entre los muslos de Kara.

—Es... estoy segura de que sí —balbuceó la chica ucraniana con las mejillas sonrojadas y viendo el otra dirección que no fuera la mano de Lena trepando por sus piernas—. Seguro que necesitas a tu novia para, uhm, besarse y eso.

—Quiero decir, sí, por supuesto —Diana no se movió, pero cerró los ojos y dejó salir un suspiro—. Pero Samantha siempre sabe qué decir cuando me pongo ansiosa de la nada, no como la estúpida que tienes por novia. Ella me manda a la mierda incluso si solo estoy existiendo a su lado —luego de decir aquello, la chica griega abrió los ojos solo para rodarlos y volvió a su estado anterior.

—Eso es porque eres una perra traicionera —masculló la ojiverde sin prestar atención. Su mano había llegado al ápice entre las piernas de la chica ucraniana y estaba muy ocupada pensando en su próximo movimiento como para argumentar su respuesta, así que simplemente añadió otro—: Perra mentirosa.

Diana murmuró un insulto -no en griego, porque en ese momento sí quería que su mejor amiga supiera lo que tenía que decir- y se colocó un brazo sobre el rostro cuando la nube que cubría el sol de desplazó, lo que Lena tomó como la oportunidad perfecta para avanzar.

—Lena, maldita sea —siseó la rubia cuando las puntas de los dedos de su novia presionaron hacia arriba contra su vulva, lo que a su vez la hizo retorcerse y buscar más del contacto—. Por favor, compórtate.

—Sí, Lena, compórtate, maldita sea —repitió Diana, aunque por una razón completamente diferente—. La perra eres tú.

Sin prestar atención, la rubia movió mínimamente las caderas contra la mano atrapada entre sus muslos ahora apretados y tragó saliva forzosamente cuando la muñeca de Lena giró a un ángulo perfecto para frotar su clítoris con una presión suave pero bienvenida. Aquello era absolutamente inapropiado, pero sus hormonas siempre se ponían como locas unos días antes de su ciclo menstrual, así que culpó a su ciclo menstrual por su libido tan inadecuado.

—Lena —la chica ucraniana jadeó.

Pero antes de que incluso la ojiverde pudiera decir algo, Diana se irguió hasta una posición sentada, lo que hizo que Lena sacara su mano de entre las piernas de su novia con una rapidez impresionante que dejó atónita a la rubia.

A modo de una compensación mínima, la ojiverde besó rápidamente la boca balbuceante de su novia antes de mirar al frente.

Una vez erguida, la chica griega miró a su mejor amiga con escrutinio nada disimulado, pero no logró encontrar nada extraño, solo un semblante indiferente. Kara era otra historia. Tenía las mejillas absolutamente sonrojadas y un indicio de sudor nervioso le cubría el cuello, y si bien no había nada que evidenciara lo que hubieran estado haciendo mientras ella se quejaba porque su novia no estaba con ella, Diana supo de inmediato lo que su mejor amiga había estado haciendo básicamente porque la conocía.

—Ew, Luthor, eres tan repugnante —la chica griega fingió un escalofrío y se puso de pie rápidamente—. En serio asquerosa.

—¿Celosa porque yo sí tengo a mi novia aquí? —Lena esbozó una sonrisa maliciosa y alzó una ceja, lo que hizo que Diana rodara los ojos—. Admítelo, Prince.

—Perra —espetó la chica griega a modo de respuesta antes de irse de allí, y una vez a unos metros, gritó—: ¡Consigan una habitación, hormonales!

—¡Tómalo como mi venganza a nuestra última pijamada con Samantha! —Chilló la ojiverde en respuesta.

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El primer capítulo de 𝑲𝒊𝒔𝒔 𝒕𝒉𝒊𝒆𝒇 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑] (la historia de los besos robados desde la perspectiva de Kara) ya está disponible en mi perfil.

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora