Kara golpeteó con sus botas el piso de madera en la oficina de su padre y tragó saliva forzosamente, sin embargo, su garganta se sentía seca y áspera, como si estuviera en carne viva y ardiendo en llamas. Todo era mental, por supuesto, pero eso no le quitaba lo aterrador.
En la silla a su lado, Lena sostenía su mano mientras sus dedos permanecían entrelazados y le acariciaba los nudillos. A su otro costado, Diana estaba recostada en el respaldo de su propia silla mientras esperaban que el padre de la rubia empezara a explicar todo el asunto.
Samantha no pudo ir con ellas porque estaba castigada luego de hacer que Barbara tragara pasto.
—Muy bien, chicas —Zor esbozó una sonrisa amplia y miró desde su hija hasta la chica griega antes de tomar un fólder en específico y colocarlo sobre el escritorio—. Lamento que haya tomado mucho tiempo, es solo que tuve que hacer unos ajustes imprevistos debido a sus culturas y todo eso. Afortunadamente, todo está solucionado y estarán libres una vez que las dos firmen.
El hombre extrajo un par de hojas unidas por un clip y señaló las dos líneas en el inferior de la página principal, luego extendió un bolígrafo hacia las dos chicas -para que alguna lo tomara-, pero Kara se quedó estática en su silla, paralizada como si alguien la hubiera sorprendido de tal forma que no sabía cómo reaccionar.
Cuando la chica griega tomó decididamente el bolígrafo y acercó el acta de divorcio hacia ella para firmar, Kara rápidamente atrapó su mano contra el escritorio y le dedicó una mirada llena de pánico cuando los ojos castaños de Diana se encontraron con los suyos.
—Diana, solo... solo piénsalo por un momento, ¿quieres? —Casi chilló la rubia en un hilo de voz—. Recuerda todos los buenos momentos que hemos pasado juntas siendo esposas. ¡Las bromas! Recuerda cada mínimo momento, por favor.
El agarre de la chica griega en el bolígrafo titubeó y su rostro adoptó una expresión pensativa a medida que procesaba todo lo que Kara estaba diciendo. Era verdad que fue un tiempo lleno de bromas hilarantes y risas, pero también deseaba recuperar su apellido, y además, podían seguir bromeando incluso si no estaban casadas.
—Lo siento, Kara, debo firmar esto —murmuró Diana antes de afianzar de nuevo su agarre en el bolígrafo—. No eres tú, es el hecho de que renuncié a mi apellido, y honestamente, lo quiero de regreso.
Lena, que estaba educadamente en silencio, rodó los ojos y se frotó las sienes con fuerza al ver que la chica ucraniana volvió a impedir que su mejor amiga firmara el documento. En esa ocasión, tomó ambos costados del rostro de Diana y la obligó a mirar fijamente sus iris, lo que hizo que una expresión de asombro y confusión se asentara en el rostro de la chica griega.
—No puedes divorciarte de mí, Diana —dijo la rubia, y sus ojos estaban llenos de horror, lo que a su vez horrorizó a Diana—. Míranos, ¡somos perfectas juntas!
—Lo que eres en este momento es una perfecta desquiciada, El —respondió la chica griega antes de zafarse del agarre que la rubia mantenía en su rostro—. Demonios, incluso me das un poco de lástima en este momento, y miedo, también.
—¿Por qué demonios quieres seguir casada con mi mejor amiga? —Espetó Lena con un tono de voz irritado. Zor miró a las tres chicas y se recostó en su silla sin decir nada, en serio divertido por la histeria de su hija—. Esto no tiene sentido, Lyaksandra.
—Es que Diana es guapa, simpática, griega, atlética, un excelente partido y ¿ya mencioné que es griega? —La rubia balbuceó en respuesta.
—Mira, Kara, por mucho que me guste ser adulada, detesto por completo la idea de ser una El para siempre —zanjó la chica griega, aunque rápidamente miró al padre de la rubia y añadió—: Sin ofender, señor.
Zor se encogió de hombros y jugó con su propio bolígrafo sin dejar de ver la interacción.
—Diana, por favor —Kara casi le suplicó—. Me pondré de rodillas si...
—De acuerdo, ya es suficiente —la ojiverde frunció el entrecejo y miró a su novia con desaprobación—. De verdad, Kara, ¿qué demonios?
—Es que no lo entiendes, yo...
—Kara, ya basta —murmuró su padre con una mirada de advertencia, por lo que la rubia bajó la mirada y asintió—. Señorita Prince, adelante.
Diana firmó el acta rápidamente antes de que Kara volviera a intentar disuadirla, y muy a su pesar, la chica ucraniana hizo lo propio, entonces las tres chicas se pusieron de pie y Diana extendió una sonrisa hacia el padre de la rubia antes de decir:
—Muchas gracias por todo.
—No fue nada —Zor sonrió, pero inmediatamente después le dedicó a su hija una mirada interrogante—. ¿Kara?
La rubia volvió a bajar la mirada, pero sacó un papel doblado de forma pulcra del interior de uno de sus bolsillos y lo extendió hacia la chica griega antes de arrepentirse, aunque no se atrevió a alzar la mirada durante su acción.
Diana desdobló cuidadosamente el papel y se atragantó con su propia saliva al leer el contenido, por lo que Lena fue a ver de qué se trataba, y al leer por sí misma, una expresión de pasmo se instaló en su rostro.
—¿Un cheque por cien mil dólares? —Balbuceó la chica griega sin poder creerlo—. ¿Por qué?
—Los El tenemos un principio claramente estúpido —masculló la rubia—. Cuando un El se desliga de un matrimonio, le ofrece a su ex pareja la mitad de sus pertenencias a modo de compensación por el tiempo perdido mientras el matrimonio estuvo vigente —finalizó con la mirada puesta en el piso—. Así que ahora eres la orgullosa propietaria de la mitad del dinero que había en mi cuenta bancaria.
Diana miró a la rubia y luego al señor El, quien se encogió de hombros, y luego a Lena, quien parecía aún incrédula con todo aquello.
—No puedo aceptarlo —se apresuró a decir la chica griega.
—Si no lo aceptas, temo que el divorcio es inválido —respondió Zor antes de señalar una línea en la segunda página—. Es una de las cláusulas. Por lo tanto, tampoco podrás recuperar tu apellido.
Diana miró el cheque en sus manos y frunció el entrecejo, pero asintió antes de guardarlo en uno de los bolsillos de su chaqueta.
—Bien, supongo que lo acepto —masculló la chica griega, pero al tiempo que decía aquello, tomó las llaves de su Mustang y se las ofreció a Kara—. Eh... lo justo es que tengas mi auto por una semana.
Los ojos de la rubia se iluminaron al tener las llaves del auto de Diana entre sus manos de nuevo, y Lena aprovechó ese momento para dejar un beso firme en sus labios, beso que Kara respondió con entusiasmo, y una vez que se alejaron, la ojiverde esbozó una sonrisa maliciosa.
—Genial. Ahora Diana nos llevará de compras, al cine y a comer, ya que tiene cien mil dólares y todo eso.
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𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]
FanfictionDonde Kara tiene un crush enorme en Lena Luthor, la presidenta del Club de Ajedrez, y busca formas ingeniosas de robarle besos cada vez que se topa con ella. ••• Advierto que el contenido de esta obra puede ser controversial debido al tema en que gi...
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