𝐒𝐞𝐩𝐭𝐮𝐚𝐠𝐞𝐬𝐢𝐦𝐨 𝐭𝐞𝐫𝐜𝐞𝐫𝐨

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El viernes por la mañana, Lena dejó salir un suspiro lleno de aburrimiento, cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro y maldijo a las idiotas de sus amigas por estar tardando tanto en llegar. A su lado, Kara miró de un lado a otro en el estacionamiento en busca del Mercedes de la señora Prince, ya que usualmente Diana bajaba de este.

—Juro que la voy a matar —masculló la ojiverde—. Esto de ser la primera chica de portada se le subió a la cabeza.

—Oye, estoy segura de que se le atravesó un problema. Sabemos que Diana nunca llega tarde a un examen —le recordó Kara.

Antes de que Lena tuviera tiempo de replicar, un Mustang azul oscuro se detuvo cerca de donde ella y su novia estaban, y una vez que el motor del vehículo se apagó, de este bajó Diana con el entrecejo fruncido y una mueca de inconformidad. La chica griega cerró la puerta del piloto con un golpe más fuerte de lo necesario y la ojiverde la vio con toda la intención de patear un neumático, sin embargo, se limitó a pasarse una mano por el cabello y ajustó su mochila a su hombro antes de caminar hacia su amiga y su esposa.

—Demonios, Diana, ese es un auto lindo —Kara balbuceó sin dejar de mirar dicho vehículo—. Como tu esposa, tendré que pedirlo prestado alguna vez.

—Solo cuida la pintura —masculló la chica griega antes de entregarle las llaves a Kara—. Mi madre va a matarme si lo regreso al garaje con un rasguño.

—Espera un maldito momento —Lena le dedicó a su mejor amiga una mirada incrédula—. ¡¿Vas a prestarle el auto de tu madre a una chica que conoces hace seis meses?!

Diana miró por encima de su hombro hacia el Mustang recién aparcado y luego miró a la ojiverde antes de encogerse de hombros, sin embargo, antes de cualquier cosa, hizo una aclaración justa.

—No es de mi madre. Es mi regalo de cumpleaños, solo que fue entregado unos meses antes —murmuró—. Además, claro que voy a prestarle mi auto a Kara.

—Si yo te lo hubiera pedido, me habrías mandado a la mierda —se quejó Lena.

—Los lloriqueos no te quedan bien, Luthor —Diana rodó los ojos y luego añadió—: Se lo presto porque es mi esposa.

—¡Yo soy tu mejor amiga! Nos conocemos desde los doce, ¿qué demonios? —Espetó la ojiverde en un chillido bajo.

—La esposa está por encima de la mejor amiga —zanjó la chica griega.

Mientras Lena y Diana discutían, Kara veía las llaves del auto en su mano sin poder creer que en serio la chica griega hubiera decidido prestárselo sin más. Estaba por darle un ataque al corazón solo por la expectativa de conducir un auto tan lindo y genial, y casi estuvo a punto de besar a Diana cuando le entregó las llaves sin pensarlo dos veces, pero supuso que eso no le gustaría a su novia, así que se abstuvo.

—... y conduces como una desquiciada —Diana alzó su quinto dedo a modo de una quinta razón de por qué no y volvió a rodar los ojos—. ¿Por qué incluso estamos discutiendo esto? Nunca en la vida vas a tocar mi auto.

—Qué hija de...

—Tranquila, Lee, puedo llevarte a donde quieras —ofreció la rubia en dirección a su novia—. Estoy segura de que Diana no tendrá problema siempre y cuando sea yo quien conduzca —finalizó antes de dejar un beso delicado en sus labios.

Lena se alejó de la chica ucraniana, rodó los ojos y masculló algo en irlandés -tal vez una maldición, tal vez un conjuro que dejaría calva a su mejor amiga- antes de caminar hacia la puerta del instituto con la indignación escrita por todo el rostro, mientras tanto, la chica griega y Kara caminaron tras ella a unos pasos de distancia.

—Por cierto, ¿por qué te veías tan molesta al llegar aquí? —Cuestionó la rubia antes de meter las llaves del Mustang de Diana al bolsillo delantero de sus vaqueros.

—Se supone que pasaría por Samantha esta mañana —explicó la chica griega con la mirada puesta en el piso—. Pero cuando llegué a su casa, su madre prácticamente me espetó que ella había salido temprano y... solo pensé que habría sido genial que llegáramos las dos en mi auto y... no importa. ¿La han visto por aquí?

—Oye, es extraño, porque estoy segura de que no la hemos visto —Kara frunció el entrecejo.

—Demonios, ahora estoy preocupada —Diana dejó salir un suspiro y metió una mano al bolsillo de su chaqueta y siguió caminando al costado de la rubia—. ¿Crees que haya ocurrido algo?

—No lo sé, pero espero que no —la chica ucraniana se encogió de hombros e hizo una mueca—. Lena dijo que el otro día estaba celosa por algo como una portada o algo así. Por cierto, ¿cómo te fue en la entrevista con la encargada del periódico escolar para ser la primera chica de portada?

—Bueno, fueron preguntas sencillas y...

Antes de que Diana pudiera seguir hablando, Andrea apareció corriendo por el pasillo de forma errática y se veía demasiado asustada, sudorosa y en pánico total. Lena trató de calmarla diciendo que todo estaba bien y que lo que fuera que estuviera pasando se solucionaría, pero la quarterback -en lugar de escucharla- estaba tropezando con sus palabras, jadeando en busca de aliento y demasiado agitada como para que alguna de las otras tres chicas entendiera una palabra de lo que estaba tratando de decir.

—Oye, tranquila —la chica griega se acercó a la castaña rápidamente e hizo una mueca antes de tomarla por los hombros para tratar de calmarla un poco—. Solo... solo respira profundo y dinos qué sucede.

Andrea trató de inhalar y exhalar de forma uniforme y tranquila, y una vez que pudo manejar su respiración, chilló de forma histérica un:

—¡Barbara y Samantha están peleando a golpes en el patio delantero!

𝑺𝒕𝒐𝒍𝒆𝒏 𝒌𝒊𝒔𝒔𝒆𝒔 [𝑺𝒖𝒑𝒆𝒓𝒄𝒐𝒓𝒑]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora