Mi propia venganza (II)

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Apoyé mi espalda a la pared de cemento de aquella nave que parecía abandonada

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Apoyé mi espalda a la pared de cemento de aquella nave que parecía abandonada. Inspiré profundamente. El momento era tenso. Una vez más, estábamos a punto de conseguirlo. Una vez más, mi corazón se aceleraba con tan solo pensar que esta pesadilla pudiese terminar.

Llevábamos meses detrás de su pista. Llevábamos tres intentos de encontrarlo, pero siempre conseguía escapar. Cada vez que rozábamos el éxito, éste se desvanecía en unos segundos.

El día del juicio, Mariano no se presentó. El juez dictaminó una orden de búsqueda después de escuchar el testimonio de María Velázquez y revisar todos los documentos que mostraba la culpabilidad de Mariano.

Sin embargo, tras el accidente de Camila, dejamos de lado aquel tema. Benjamín estaba hundido y lo que le había pasado a Camila era suficiente para que nuestras mentes se entretuvieran en ello. Además, Luisana estaba tremendamente afectada y no veía propio el sacarle el tema de Mariano. Pero los meses pasaron y seguíamos sin noticias de Mariano en el buffet de abogados. Para más inri, la policía aminoró sus esfuerzos en la investigación. Temía que llegara a cerrarse el caso y por eso empleé mi propia búsqueda.

¿Estaba tomando decisiones precipitadas? Posiblemente. ¿Estaba tomando la justicia por mi mano? Por supuesto, pero no podía permitir que mi trabajo fuese en vano, que todo lo que Benjamín había conseguido se tirara por la borda y que el sufrimiento de Luisana no fuese recompensado. Ese tipo debía pagar por el sufrimiento que había causado. No podía permitir que ese monstruo quedara libre... Porque, ¿quién sería la siguiente?

Contraté a un equipo de investigación que se alió con Rodríguez, el tipo que contrató Benjamín, y juntos comenzamos a indagar el posible paradero de Mariano. Los primeros meses fueron terribles, pues dábamos palos de ciego. No había ni tan siquiera un solo vecino u compañero de laburo que lo hubiese visto. Estábamos dando vueltas sin sentido, esperando un error que nos pudiera dar una pista.

Ese error llegó y el equipo tuvo tres oportunidades de poder cazarlo. Sorprendentemente, Mariano era más inteligente de lo que pensábamos y también contaba con gente grosa que le permitió huir de nosotros.

Estaba desesperado. Necesitaba ponerle fin a este tema que arrastrábamos hace ya años. Psicológicamente, estaba acabando conmigo y no podía permitirlo. Ahora menos cuando todas nuestras vidas estaban patas arriba. Me mataba ver a mi mejor amigo consumirse en el más absoluto y peligroso dolor y no concebía más sufrimiento para Luisana que, en ocasiones, se culpaba por esta desgracia. Intentaba convencerla de que ella no tuvo nada que ver, que fue el cruel y caprichoso destino, pero Lu estaba tan convencida de esa culpa que me llegaba a asustar. Luisana lo había pasado bastante mal en su matrimonio con Mariano y había necesitado la ayuda del psiquiatra porque no podía gestionar todo lo que le pasaba. La consumía de a poco. No quería que de nuevo cayera en esa absoluta depresión, pero no podía negar que ese temor que tenía ya se estaba haciendo realidad. Había abrazado a ese sentimiento y a ese bucle de culpa como castigo. Ahora dedicaba su tiempo en la crianza de sus hijas, la preocupación por su hermano y en los cuidados diarios de su mejor amiga. Ya no había nada que le hiciera sonreír. Intentaba que se distrajera: la llevé de viaje conmigo, organizaba reuniones familiares, buscaba tiempo libre para estar con ella... Pero nada de ello servía. Incluso nuestra relación, que recién había comenzado, comenzaba a marchitarse. Sin embargo, no quería bajar mis brazos. Le prometí que estaría con ella, que la apoyaría en las buenas y en las malas, y eso era lo que justamente estaba haciendo.

⫷Resurrección⫸ {Saga Vivir o Morir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora