El momento justo. El lugar indicado.

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El inmenso jardín se abría ante la cabaña de madera

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El inmenso jardín se abría ante la cabaña de madera. Rodeado de montañas y arboleda, a las afueras de la capital, se abría un entorno de calma y bienestar. Un ambiente relajado y poco transitado. Un paisaje idóneo para esconderse.

Las niñas corrían por el verde pasto. Estaba nublado pero el viento era un buen aliado para el juego de sus cometas. Ambas competían por ver quien de las dos niñas conseguía alzar la cometa lo más alto posible. Ajenas a su situación, las niñas jugaban felices sin un atisbo de preocupación.

- Mia, Allegra... A comer – avisa Mariano.

El hombre termina de ordenar la mesa de madera maciza. La orden de su padre fue clara para las niñas que corrieron hasta el hombre. Mariano recogió ambas cometas mientras que las niñas tomaban asiento.

Se acercó a ellas y tomó los platos para repartir de la bandeja los muslos de pollo asado en el fuego de leña que había avivado unos metros a la distancia para no dar señales y evitar ser visto.

- He ganado de nuevo a Mía – se burla Allegra con una amplia sonrisa. Toma su tenedor y pincha un trozo de carne que inmediatamente se lo mete en la boca. – Es una perdedora.

- ¡Yo no soy perdedora! – solloza Mia

- Si lo eres

- ¡No!

- Que sí

- Que no

- Si y mil veces si

- No y mil veces más no

- ¿PUEDEN CALLARSE DE UNA MALDITA VEZ?

Mariano colérico arroja el plato a la pared de la cabaña, haciéndose añicos y creando un sonido estrepitoso. Las niñas enmudecen, pero en cuestión de segundos comienzan a llorar al unísono.

Mariano se mueve inquieto de un lado a otro. Está estresado. Está sobrepasado.

- ¡LES HE DICHO QUE CALLEN! – les grita

Sus gritos empeoran más la situación. Las niñas no dejan de llorar. Están aterradas, perdidas. No llegan a entender a su padre y eso les provoca una sensación infinita de angustia.

- Quiero ir con mi mamá – llora Allegra que abraza a su hermana.

- No pueden ir con su mamá, ahora están conmigo. – se limita a decir Mariano. Se sientan y comienza a comer. Las niñas continúan llorando.

- Quiero que venga mamá – dice Mia aún abrazada a su hermana.

- ¡LES DIJE QUE NO!.

Las niñas gritan enrabietadas. Lloran de manera compungida.

- NO LAS SOPORTO MÁS. SON UNAS MALDITAS CONSENTIDAS. OS DARÉ VUESTRO MERECIDO.

Mariano levanta la mano dispuesto a pegar a las pequeñas cuyos cuerpos siguen unidos en ese abrazo que para ellas solo significa la salvación de la una y la otra. Antes de que Mariano ejecute su agresión, la voz de una mujer le hace frenar su desesperación.

⫷Resurrección⫸ {Saga Vivir o Morir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora