Dualidad (II)

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- ¿No tenemos nada? – pregunté indignado

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- ¿No tenemos nada? – pregunté indignado.

Por la cara de Rodríguez parecía que mis peores temores se confirmaban. Habíamos estado tan cerca de atraparlo, pero el tipo de nuevo había borrado todo rastro. No era nada tarado, sabía moverse y estaba burlándose en nuestra propia cara.

"Debí matarlo en aquel bosque", pensé.

Estaba irritado. No podía permitir que ese tipo estafador y maltratador de mujeres continuará libre. ¿Cuáles serían sus próximas víctimas?

Me estaba dejando el cuello en ello. Lo quería encerrado, podrido entre rejas. Quería verle su cara de lunático entre los barrotes y jactarme de él por la miseria que iba vivir desde entonces.

- Hemos encontrado a un tipo – explicó Rodríguez. – Lo ayuda para moverse en la ciudad sin ser visto.

- ¿Y a qué esperamos para interrogarle? Lo haré yo si es necesario.

- Felipe, ya sabes lo groso que es todo esto – me recordó. – Te estás metiendo demasiado en la causa. Déjanos a nosotros, somos profesionales. Confía.

Rodríguez me suplicaba hastiado por mi insistencia en participar en el grupo de guerrilla que habían formado.

La última vez que estuvimos a punto de agarrarlo fue en uno de sus traslados. Se mudaba a otro lugar, a saber dónde, y las personas que lo custodiaban estaban enfrascados por completo en el traslado de las pertenencias. Irrumpimos en aquella casa de campo y el escuadrón comenzó a atacarlo. Éramos menos que ellos y dos de los tipos que custodiaban a Mariano se lo llevaron en un Audi A4 negro. De nuevo, huyó y yo por ser valiente me llevé una paliza de unos de los gigantes que iba con Mariano.

Recuerdo la tarde que llegué a casa, era el cumpleaños de las niñas y no sabía cómo hacer para ocultar los moratones. Pensé que unas gafas de sol lo solucionarían, pero ya estaba Benjamín para desenmascararme. Me advirtió que perdería a su hermana si continuaba con esto.

No podía parar. 

Ahora que estaba tan enfrascado en la causa me era imposible parar. Si lo hacía, era precisamente por Luisana. Mariano tenía que pagar todo el daño que le había hecho a ella y a las niñas. Me había convencido y otorgado la responsabilidad que sería yo el que lo llevara a prisión y lo haría de cualquier manera, aunque tuviera que desobedecer a la ley.

- Rodríguez no me pidas imposibles. – le dije serio y Rodríguez resopló convencido que no podría cambiar mi opinión. - ¿Cuándo se efectuará el encuentro?

- Esta misma tarde.

- Esta misma tarde

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⫷Resurrección⫸ {Saga Vivir o Morir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora